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Hoy representan el 40 % de la población del Estado de Yucatán, la gran mayoría viviendo en condiciones de miseria y abandono. Siempre admirados por un pasado glorioso, los mayas representan un jugoso botín en materia política, ya que al evocarlos en discursos y mítines se busca legitimar en su nombre diversas acciones que en realidad esconden otra clase de propósitos.
Expulsados de sus antiguos palacios, los mayas de ahora ya no son dueños ni siquiera de las tierras en donde alguna vez existieron sus ciudades. Basta recordar que el gobierno del Estado de Yucatán compró recientemente en una cifra millonaria las tierras que rodean al mítico Chichén Itzá, no para promover algún plan que beneficie a la etnia maya, sino por el contrario, todo parece indicar que hizo la compra para el desarrollo de un complejo turístico digno de la calidad de Disneylandia. En esta idea, el papel de la antigua civilización no pasaría de souvenir y sus descendientes de fuerza de trabajo.Ellos —los mayas— son muchas veces el argumento de los discursos de Ortega Pacheco, que en tonos desafiantes grita a los cuatro vientos que ha llegado la hora de reivindicarlos, pero en los hechos, siguen viviendo en una miseria ancestral en donde las eternas promesas de justicia social no se han traducido en ningún resultado digno de mencionar.
Los mayas del siglo XXI son el pretexto ideal para hacer un sinfín de obras en su nombre, que por lo general no representan beneficio alguno para sus comunidades, pero sí jugosos negocios para las autoridades.
En medio de un escándalo de proporciones significativas, el cual está documentado en medios de comunicación, la Secretaría de Fomento Agropecuario y Pesquero del gobierno del Estado ha defraudado a campesinos, todos ellos de la etnia maya, con base en proyectos de apoyo al campo que jamás se han realizado pero sí fueron cobrados por altos funcionarios de la misma dependencia.
El uso —y abuso— de los mayas abarca diferentes sectores, sobresaliendo el turismo. La construcción de sendos proyectos arquitectónicos: el Museo Maya de Mérida y el Palacio de la Civilización Maya, en Yaxcabá, obras insignia de la presente administración, distan de ser proyectos que acerquen a los nuevas generaciones de mayas a conocer y valorar su rica historia. Están diseñados para que los mayas estén a las afueras de los recintos vendiendo playeras, refrescos o recuerdos para la ocasión.
En estos sitios seguramente se hablará de un pasado glorioso, pero ¿qué pasa con la realidad de los miles de mayas en los últimos 100 años? ¿Se hablará en estos sitios de cómo el PRI fue desarmando la industria del henequén y que lejos de buscar alternativas viables de desarrollo, dejó a su suerte a los campesinos de ese sector?
¿Se hablará de cómo los mayas de ahora, descendientes de los creadores de Uxmal y tantas antiguas ciudades, ante la falta de oportunidades deportivas o culturales, prefieren emborracharse los fines de semana? ¿Algo se dirá de los insuficientes o de plano inexistentes programas gubernamentales que buscan combatir la violencia de género tan común en sus comunidades ó enfermedades como el cáncer de mama y el cervicouterino, por citar algunas?
¿Se hablará de lo lamentable que es el uso político que en tiempos electorales viven los mayas?
Es histórico como el PRI, con todas sus letras, se aprovecha de las necesidades de los mayas para lucrar electoralmente con ellos. Es típico el acarreo de gente del interior de Estado a los mítines tricolores. Gente que se sube al camión con la esperanza de comer una torta de cochinita —prohibida en su dieta normal— y de paso conocer Mérida. Todo en el marco de los grandes eventos de Ortega Pacheco.
Gente que siente que le importa al gobierno estatal porque en la foto oficial la gobernadora los saluda, cuando las carencias en sus comunidades no son del interés del Ejecutivo. Gente que se conforman con el regalo de una playera o una gorra para renovar el guardarropa, mientras el gobierno del Estado no hace nada para elevar la calidad de la educación que reciben.
A la etnia maya se le vende el cuento de que son descendientes de un pasado glorioso pero hasta ahí, no más para ellos. Su futuro es vivir del recuerdo, porque su presente dista mucho de algún tipo de gloria.