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María Teresa Jardí
El asalto a altas horas de la noche de "La casa de todos" nada tiene que ver con el hecho de que en ese lugar se venda droga. En todo caso aunque alguien tuviera droga en ese lugar lo sería para consumo propio. No nos hagamos tontos, el negocio de la venta de droga al menudeo lo maneja la policía lo mismo en el Distrito Federal, que en Nuevo León y también en Yucatán y, por supuesto, en Mérida. La venta de droga al menudeo es un negocio manejado por la policía a lo largo y ancho del país desde que se tomó, claramente, en la época de Salinas de Gortari la decisión de convertir en adicto al pueblo mexicano. No debemos ni mucho menos podemos seguirnos mintiendo, como sociedad, con respecto a lo que realmente ocurre en el país. Esto es lo mismo que lo de los curas pederastas. No todos los curas son pederastas. Ni todos los que no son curas dejan de serlo. Pero es un hecho generalizado en la Iglesia Católica el encubrimiento a ese pecado atroz que además es un delito infame como pocos.El asalto a "La casa de todos" tiene que ver con el hecho, conocido por todos en Mérida, de que "La casa de todos" es un lugar de reunión de jóvenes que apoyan causas populares como la que tiene que ver con la mejora del transporte que tanto molesta a la gobernadora yucateca.
"La casa de todos" es un lugar de reunión de jóvenes pensantes. De estudiantes en pie de lucha, en este momento, en contra del alza inmoderada, porque de suyo ya era uno de los transportes más caros de la república, el transporte en Mérida.
Con eso, y con nada más, tiene que ver el asalto a "La casa de todos" y la detención de Lorenzo Peraza y de los otros.
Lorenzo molesta porque es un luchador social y el fascismo tolerante con impresentables como García Luna, no tolera al que piensa distinto y obra en consecuencia.
El fascismo reprime al que piensa y en cambio convierte en sus aliados a imprescindibles sujetos de la calaña de García Luna, respecto de los que, cuando el fascismo cae —y más pronto que tarde va a caer también lo que en México hoy se impone de manera tan perversa— se enteran incluso sus cuates del grado criminal que acompañaba al sujeto de marras. Convertido, García Luna, por el prianismo usurpador, no sólo en el "superman" de la policía mexicana, sino que ahora ya se sabe que al alimón también es el Batman de los pasteleros. Por eso yo desconfío de los superhéroes y prefiero a los antihéroes como el Guasón. Tan útiles, es evidente, que deben ser los hornos, de las pastelerías, para incinerar a los desaparecidos políticos, que junto a los ejecutados por cientos de miles el fascismo usurpador ya colecciona.
Me dice un priísta defeño que la candidata del PRI a la alcaldía de Mérida es hechura de Gamboa Patrón y le creo. Las fascistas reformas legales del Congreso priísta yucateco, para contentar a Berlie, es de suponer, debieron ser sugeridas por el mismo sujeto. Se equivocó en eso Ivonne Ortega y perdió el apoyo de los sectores más pensantes de Yucatán y hoy se desmorona Berlie como otro obispo protector de curas pederastas. Haría muy mal Ortega en equivocarse de nuevo por lo que toca a "La casa de todos". La seguridad dura hasta que se acaba. Tampoco en Monterrey soñaron verse nunca como hoy se miran retratados en una pesadilla sin fin, pero la que evidentemente tuvo un comienzo que no se quiso ver. Ni siquiera en Ciudad Juárez, cuando ya se suponía que Juárez era el Infierno en comparación con la tranquilidad que se vivía en el resto del Estado de Chihuahua, soñaron nunca con llegar al punto, quién sabe si de no retorno, por el que hoy transitan.
El enemigo no es el que cuestiona. Los enemigos son la corrupción y la mentira. La solución no es la represión. La solución está siempre en el diálogo escuchando lo que tenga que decir el otro. El fascismo es represor por naturaleza y no tolera a los luchadores sociales. Pero el fascismo está lejos de ser emblema de inteligencia. La inteligencia está en escuchar a todos y comprender el sentir de otro e incluso en darle la razón cuando le asiste la razón al otro. La inteligencia está también en destinar las horas necesarias para convencer al otro de que no tiene la razón cuando no la tiene el otro. De ahí que la democracia aparezca como la menos mala de las apuestas.