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Guadalajara (29 de agosto).- Días enteros de sueño, un buen apetito y el cariño de sus 153 descendientes son los secretos de la longevidad de la mexicana Leandra Becerra Lumbreras, que el próximo domingo cumple 127 años y que, de confirmarse su edad, sería la mujer más longeva de su país y probablemente del mundo.
Doña Leandra ha transitado por tres siglos; cumplirá 127 años
Nacida el 31 de agosto de 1887, Doña Leandra ha transitado por tres siglos, lo que no le impide conversar y tener cierta movilidad, pese a la sordera y las cataratas.
Los datos de su nacimiento están documentados en un acta certificada por jueces y notarios después de una investigación en su natal Tula, en el estado de Tamaulipas.
Su registro de nacimiento original, si es que lo hubo, pudo haberse extraviado hace 40 años cuando ella migró a Guadalajara, para vivir con una de sus hijas, explica su bisnieta Miriam Alvear, de 43 años.
No es raro que falte ese documento porque el Registro Civil mexicano tiene poco más de un siglo y medio.
153
personas son su descendencia: 5 hijos, 20 nietos, 73 bisnietos y 55 tataranietos.
Becerra vive en una casa propiedad de su nieto Samuel Alvear en Zapopan, municipio de la zona metropolitana de Guadalajara, capital del estado de Jalisco.
Su vida transcurre entre periodos de sueño que se prolongan por tres días seguidos y las visitas de la poca familia que tiene en esta ciudad.
Su descendencia vive entre Jalisco y Tamaulipas. Suma, hasta ahora, más de 153 personas: 5 hijos, 20 nietos, 73 bisnietos y 55 tataranietos.
El próximo domingo, algunos de ellos le organizarán una pequeña fiesta de cumpleaños.
Como pudo constatar Efe al visitarla, Doña Leandra busca siempre la mano de quienes se acercan a saludarla y la sostiene fuertemente entre las suyas.
En su silla de ruedas y con un rebozo arropando su frágil cuerpo, espera soplar las velas con un sabroso pastel, pues apetito no le falta.
Quiero frijoles con gordas (tortillas)”, le exige a Celia Hernández, su nieta política.
Extraña ese que es su platillo favorito, pero se conforma con la taza de leche y el suplemento alimenticio que le dan. Por indicación médica no puede ingerir ningún alimento sólido.
Siempre fue de buen diente. Come mucho, como si no tuviera la edad que tiene”, afirma Hernández.
Como no padece diabetes ni hipertensión, puede darse el lujo de comer chocolates o algún otro dulce que comparten con ella sus tataranietos, cuenta su bisnieta Miriam.
Su carácter vivaz y cálido se manifiesta en los arrullos que hace a algunos de sus tataranietos y en las coplas antiguas que interpreta de vez en vez, aprendidas de sus padres, cantantes en Tula.
Becerra tenía 23 años cuando estalló la Revolución Mexicana, 82 cuando el hombre pisó la Luna y 113 al entrar el nuevo milenio. Ha enterrado a sus cinco hijos y a algunos de sus nietos. El más reciente murió en 2013. Tenía 90 años.
Suele narrar historias de la época revolucionaria cuando, junto con sus hijos, corría a las cuevas cercanas a Tula para esconderse de los soldados que reclutaban a la fuerza a los más jóvenes.
Su bisnieta Miriam Alvear afirma que, aunque no lo han podido confirmar con documentos o fotografías, su bisabuela pudo haber sido una de las “Adelitas”, las mujeres que atendían y acompañaban a los soldados revolucionarios que lucharon contra el presidente Porfirio Díaz en 1910.
Más certeza tienen sus familiares de que conoció al líder insurgente Francisco Villa, que regalaba maíz a la gente, y a Alberto Carrera, un famoso militar revolucionario que le regaló un terreno expropiado a los hacendados tamaulipecos.
En las pocas fotos viejas ella aparece siempre con el pelo trenzado, un rebozo y faldas largas.- (Excélsior)