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México (11 de octubre).-
En apenas cuatro años, un grupo criminal poco conocido ha crecido en México hasta desafiar al capo del narcotráfico más célebre del mundo, Joaquín “El Chapo” Guzmán, generando una nueva oleada de violencia y corrupción entre las autoridades.
Alguna vez a las órdenes del Cártel de Sinaloa, de Guzmán, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) se volvió en contra de sus amos, apoderándose de territorios y comprando a miles de policías corruptos.
Liderado por el ex policía Nemesio Oseguera, alias “El Mencho”, el cártel forjó un imperio a expensas de rivales más débiles. La velocidad de su ascenso muestra qué tan rápido puede cambiar de manos el poder en el multimillonario negocio de las drogas en México.
Con intereses desde China hasta el norte de África y Europa del este, el sangriento avance del CJNG ha llevado los asesinatos a sus mayores niveles bajo la administración del presidente Enrique Peña Nieto, quien juró restaurar la ley y el orden cuando asumió el cargo en diciembre del 2012.
De la lista de los 37 capos más buscados de México en el 2009, sólo cuatro no están muertos o en la cárcel, y la violencia se redujo al inicio del mandato de Peña Nieto.
Pero un resurgimiento que llevó la cifra de homicidios a 3,800 entre julio y agosto puso en evidencia el fracaso del Gobierno en derrotar a los cárteles y en evitar que nuevas organizaciones tomen su lugar.
Intimidando, sobornando o directamente atacando a la policía, los líderes del CJNG han aplicado despiadadamente las lecciones aprendidas bajo el mando del cártel de Guzmán para sacar a la fuerza a rivales debilitados y arrebatarles rutas de tráfico, según expertos de seguridad.
Entrevistas de Reuters con más de una decena de policías en servicio o retirados explican hasta qué punto la colusión entre miembros de la banda y las fuerzas del orden en el estado occidental de Jalisco, bastión del cártel, sentó las bases para el avance de la organización.
“La gente dejó de confiar en la policía. La gente creía y percibía que la policía del estado servía a un grupo delictivo”, dijo el fiscal general de Jalisco, Eduardo Almaguer.
También han sido afectados por el caos los puertos y cruces de frontera que dan cuenta del rastro de miles de millones de dólares en metanfetaminas enviadas desde México a Estados Unidos, la principal fuente de ingresos del CJNG.
El CJNG es a la vez salvaje -un sicario de la banda filmó la explosión de víctimas a las que les había atado dinamita- y astuto. Uno de sus pilares es su brazo financiero liderado por los hermanos Valencia, conocidos como “Los Cuinis”.
“Son los empresarios. Ellos han hecho grandes inversiones en desarrollos inmobiliarios, en restaurantes, en arrendadoras de vehículos. Ellos son los que saben hacer negocios y corromper también a autoridades”, dijo Almaguer.
El fiscal ha despedido a decenas de funcionarios estatales sospechosos de corrupción desde que asumió el cargo en julio del 2015, pero es sobre las policías municipales que recae la mayor responsabilidad en Jalisco, estado que alberga a la segunda ciudad más grande de México, Guadalajara.
Casi uno de cada cinco policías municipales colabora activamente con los cárteles y cerca de un 70 por ciento “no actúan” contra ellos, dijo Almaguer.
Hasta septiembre, 1,733 policías en servicio en Jalisco, o casi el 16 por ciento de la fuerza municipal, ha reprobado las evaluaciones conocidas como “controles de confianza” dirigidos a erradicar la corrupción, según datos recopilados por “Causa en Común”, una organización en favor de la transparencia.
El peor desempeño lo tuvo Sinaloa, tierra natal del encarcelado Guzmán, donde la mitad de los policías activos reprobaron la evaluación.