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México (8 de diciembre).-
De Trump para abajo, muchos han tildado a Fidel de dictador cruel y sanguinario, dicen que gobernó con puño de hierro, ahogó cualquier oposición y privó a su pueblo de las libertades democráticas.
Y no ha faltado quien lo compare con Hitler. Quienes así opinan, cierran los ojos en forma deliberada o simplemente desconocen la his- toria. Dictaduras fueron, entre otras, las de la familia Somoza en Nicaragua, Stroessner en Pa- raguay, Ubico y Castillo Armas en Guatemala, Rojas Pinilla en Colombia, Pinochet en Chile, Francois Duvalier y su hijo en Haití, Batista en Cuba, Trujillo en la Dominicana, Hugo Banzer en Bolivia, o las juntas militares que por largo tiempo gobernaron Brasil, Argentina y Uruguay.
Nunca Estados Unidos movió un dedo para combatirlas, pese a las decenas de miles de asesina- dos y desaparecidos bajo esos regímenes dictatoriales y a la ab- soluta falta de libertades demo- cráticas. Y no faltó secretario de Estado norteamericano —John Foster Dulles si mal no recuer- do—, que cuando alguien le co- mentó que aquellos eran unos hijos de puta, respondió: “Sí, pe- ro son nuestros hijos de puta”.
A diferencia de Estados Unidos, que posee bases militares en cada rincón del mundo, Cuba tiene misiones de ayuda médica en los cuatro continen- tes. En el mapa, las naciones africa- nas en las cuales las hay. Lo eran en efecto. Aquellos tiranos se encargaban de cuidar y pro- teger los intereses estadounidenses en América Latina, a la que Wa- shington consideraba su patio trasero. Pero cuando los barbudos de Fidel tomaron el poder y comenzaron a afectar los intereses norteameri- canos con la reforma agraria, el cierre de los casinos y otros actos ten- dientes a recuperar la soberanía y la dignidad del pueblo cubano, toda la fuerza de Estados Unidos se lanzó contra ellos.
No hay que olvidar —aunque mañosamente ello se oculta— que la hostilidad y los ataques armados contra Cuba comenzaron antes de que Fidel declarara el carácter socialista de la Revolución. Esto último fue después del bombardeo de las bases aéreas cubanas, que constituyó el preludio a la fracasada invasión de Playa Girón. Y habrá que preguntarse cuántas de las restricciones legales impuestas a los cubanos fueron con- secuencia de la necesidad de protegerse y defenderse de aquella política de sistemáticas agresiones. Cabe preguntarse también —aunque esto ya cae en el terreno de las especulaciones— cómo habría actuado el régi- men de Fidel de no estar sometido a tal presión. Por lo demás, si Fidel y el gobierno del cual fue símbolo han sido efectivamente de carácter dictatorial, lo menos que puede reconocérse- les es que se trata de una dictadura sui géneris.
A diferencia de Hitler, no invadió ningún país ni con sus intervenciones armadas derrocó a nin- gún gobierno. Por lo contrario, sus tropas ayudaron en la defensa de Angola contra la invasión del régimen racista sudafricano y a librar del dominio colonial o defenderse de agresiones extranjeras a varios países africanos, como Argelia, Siria, el Congo Brazzaville y Etiopía.
Muy peculiar, por lo demás, es una dictadura que cuando ocurre un desastre natural o una epidemia envía de inmediato brigadas de mé- dicos y enfermeras para auxiliar a los afectados. Un reportaje de la BBC, por ejemplo, señala que tan sólo en África, desde el triunfo de la Revo- lución hasta 2014, más de 76 mil cubanos habían participado en ese tipo de misiones humanitarias en 39 países. Y no por unos días, sino en ac- ciones de larga duración. Así, en el momento de escribir el reportaje, había más de cuatro mil cubanos en 32 naciones africanas, de los cuales más de la mitad médicos.
Otro reportaje, de Telesur, indica que hasta 2013, cerca de 132 mil médicos, enfermeras y técnicos habían realizado labores humanitarias en 102 países. En total, atendieron a cerca de 100 millones de personas y salvaron un millón de vidas. En ese momento, 37 mil se hallaban trabajando en 70 naciones del Tercer Mundo. Sí, ciertamente, una dictadura como esta podría considerarse anómala. Es una dictadura donde los disidentes, como la llamada blo- guera cubana Yoani Sánchez externan sus opiniones a través de los me- dios electrónicos, hacen declaraciones a los medios de prensa internacionales y nunca se ha sabido que alguno de ellos haya sido ase- sinado o desaparecido, a diferencia —para citar el ejemplo más próxi- mo— de México, donde la situación es tal que ya se le considera el país más peligroso para la actividad periodística. Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx