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Roma, Italia, abril 13 de 2017
Francisco lamentó hoy que los traficantes de armas ganen “con la sangre de los hombres y de las mujeres”, e instó al mundo a detener las espirales de violencia que sólo benefician a unos pocos “señores de la guerra”.
“Creo que hoy el pecado se manifiesta con toda su fuerza de destrucción en las guerras, en las diferentes formas de violencia y maltrato, en el abandono de los más frágiles. Y los que pagan la factura siempre son los últimos, los inermes”, dijo el Papa, en una entrevista publicada por el diario italiano “La Repubblica”.
Se preguntó para qué sirven las guerras, afirmó que la violencia sólo provoca represalias e insistió que la violencia no es la cura para el mundo destrozado.
Consideró que responder a la violencia con la violencia conduce a migraciones forzadas y a enormes sufrimientos, porque grandes cantidades de recursos son destinados a objetivos militares y sustraídos a las exigencias cotidianas de los jóvenes, de las familias en dificultades, de los ancianos, de los enfermos, de la gran mayoría de los habitantes del mundo.
“En el peor de los casos puede llevar a la muerte, física y espiritual, de muchos, cuando no de todos”, constató.
En la conversación, el líder católico abordó otros temas. Explicó el motivo por el cual decidió celebrar la misa de este Jueves Santo y el tradicional lavado de los pies en la cárcel de Paliano, ubicada a las afueras de Roma.
Recordó que Jesús dijo, referido al juicio final: “estuve preso y vinieron a verme”, un mandamiento que vale para cada uno pero, especialmente, para el obispo que es “el padre de todos”.
“Algunos dicen: ‘Soy culpable’. Yo respondo con la palabra de Jesús: ‘Quien esté libre de culpa, que arroje la primera piedra’. Veámonos dentro y tratemos de ver nuestras culpas. Entonces, el corazón se hará más humano”, estableció.
Sostuvo que los obispos y los curas deben estar siempre al servicio de los demás, y que él cumple estos gestos porque es un deber que le nace del corazón.
Lamentó que exista “cierta hipocresía” que empuja a ver a los presos sólo como personas que se equivocaron, cuyo único destino debe ser la prisión, pero advirtió que todos pueden equivocarse y, de una u otra manera, se han equivocado.
Esa hipocresía, precisó, hace que se crea imposible un cambio de vida, lleva a tener poca confianza en la rehabilitación y en la reinserción en la sociedad, pero eso lleva a olvidar que todos son pecadores y a menudo están presos, sin darse cuenta.
Cuando nos quedamos cerrados en nuestros prejuicios, o somos esclavos de los ídolos de un falso bienestar, cuando nos movemos dentro de esquemas ideológicos o absolutizamos leyes de mercado que aplastan a las personas, en realidad solo estamos contra las paredes del individualismo y de la autosuficiencia, sin la verdad que genera la libertad”, estableció.
“Y señalar con el dedo a alguien que se ha equivocado no se puede convertir en una coartada para ocultar las propias contradicciones”, apuntó.