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México (14 de junio).- A las 9:55 de la mañana el Palacio de San Lázaro era una fiesta de secretarias, meseros y asistentes en casacas verdes, negras y rojas de la selección, y un niño en uniforme escolar pateaba una pelota en los pasillos de la diputación priista por Quintana Roo. A punto de comenzar el partido México contra Camerún, canastas rebosantes de tacos para distraer los nervios llegaban a las oficinas. Sólo un espacio en la Cámara de Diputados parecía ajeno a la fiebre desatada por el Mundial de Futbol.
En un salón repleto de hombres en trajes oscuros y mujeres en trajes sastre, un pequeño grupo de diputados debatía uno de los pocos asuntos más mexicanos que el mole y el futbol: la corrupción. Esta vez el tema eterno en la política ponía en los micrófonos legislativos unos contratos bajo sospecha entre Petróleos Mexicanos y Oceanografía.
Un árbitro colombiano pitaba el inicio del partido. En el salón del segundo piso de San Lázaro, Manlio Fabio Beltrones, líder de la bancada priista, y Emilio Lozoya, director de Pemex, dos conocidos pamboleros, dejaban las casacas verdes y la afición para una futura ocasión. Un enredo de fechas los dejó fuera, junto a 19 diputados y un montón de secretarias y asesores, de la posibilidad de mirar por televisión el debut de la Selección Mexicana.
Hace un mes el director de Pemex, fanático del Cruz Azul de toda la vida, fue llamado para acudir el 5 de junio a explicar qué hay en el fondo oscuro de una empresa llamada Oceanografía y un fraude por 5 mil millones de pesos. Lozoya aceptó, pero los diputados cambiaron la fecha para ayer, 13 de junio, a las 10:00 de la mañana.
Cuando se dieron cuenta de que ese día y a esa hora jugaría la selección, los diputados intentaron hacer La Cuauhteminha y dar un salto de fechas, pero ya no fue posible. Lozoya contestó que antes y después estaría en Madrid y Nueva York, atendiendo asuntos de trabajo.
Alrededor del minuto 12 de juego, cuando el árbitro colombiano anuló un gol a Giovani dos Santos, un grito ahogado se escuchó fuera del salón donde se discutían asuntos de corrupción.
Dentro, Manlio Fabio Beltrones sacaba la cabeza de la curul y se asomaba a una hilera de bancas vacías reservadas a los miembros de la Comisión de Vigilancia de la Contaduría Mayor de Hacienda. En un día normal el salón verde que es sede de la Comisión Permanente hubiera estado a reventar, pero este viernes, día del partido inicial de la selección, la presencia de Lozoya no fue suficiente para hacer que faltaran sillas.
De pie en el costado derecho del salón, dos jóvenes asesores de Beltrones vestidos de traje impecable, con peinados y afeitados impecables, miraban alternadamente a su jefe, pendientes de cualquier señal, y a la diminuta pantalla de un iPhone desde donde seguían el partido México vs Camerún.
Antes de que terminara el primer tiempo, cuando el árbitro colombiano le había robado un segundo gol a Giovani dos Santos, Beltrones se puso de pie, guiñó el ojo a un diputado vecino, y pasó al lado de los dos asesores. Luego entró a la sala privada donde hay un televisor, café y refrigerios para los diputados.
En el centro de la mesa principal, Lozoya escuchaba los discursos de los diputados. Parecía muy concentrado. El director de Pemex llevaba una corbata verde y leía anotaciones que en tarjetitas blancas le entregaba Forylán Gracia, coordinador ejecutivo de la paraestatal.
Media hora después Oribe Peralta anotaba el gol mexicano y las secretarias en sus escritorios y los albañiles que trabajaban en la explanada de la Cámara de Diputados saltaban y gritaban de felicidad en los pasillos de San Lázaro. Poco después Beltrones regresó al salón. Uno de los asesores lo miró a los ojos y murmuró: “Ahora sí nos contaron el gol”. El jefe de los priistas no hizo caso y muy serio se fue a su curul.
Los diputados y Lozoya continuaron debatiendo el resto de la tarde sobre corrupción y contratos sospechosos. Pese a las horas dedicadas al caso, el secreto de Oceanografía no pareció aclararse y continuó tan oscuro como el alma del árbitro que ayer anuló dos goles a Giovani dos Santos.
En la Cámara de Diputados la patria no se salvaba. Pero había ganado la selección, y ayer San Lázaro —la ciudad, el país entero— eran una fiesta.- (Excélsior)