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Mérida, Yuc., Octubre 20 de 2016.- El lenguaje corporal del personaje mexicano, ese que cree que las cosas no cambian porque él no está en el gobierno, es de parecido a idéntico al de Donald Trump, y ahora, acabamos de oír lo que faltaba para que estemos totalmente seguros de su parecido; Trump ha declarado, con gran claridad y sin dejar lugar a dudas: “Aceptaré el resultado de las elecciones, siempre y cuando dicho resultado sea a favor mío“.
Ya no hay duda alguna: son más cerca de idénticos que solo parecidos.
La diferencia principal entre el megalómano mexicano y el de norteamérica, es su presunción sobre el dinero.
El de México, dice que él no necesita dinero y que vive con gran modestia con $50,000 (pesos) mensuales o menos y que recibe de un fondo que le corresponde.
El megalómano de los Estados Unidos presume de que tiene grandes cantidades de dinero, aunque le han descubierto que está mintiendo; sus intentos de obtener préstamos bancarios han sido los que nos dejan ver que su fortuna no pasa de 3.5 mil millones de dólares, casi 20 veces menos que la Carlos Slim o la de Bill Gates, ninguno de los cuales, jamás, ha declarado algo como ¡Yo soy muy muy rico…!
Son personas que dirían lo que sea con tal de ganar los votos de la gente; y si ven que genuinamente la gente no va a votar por ellos, entonces se encabronan y dicen que se trata de un “complot” organizado por los poderosos para que no ganen.
Honestamente, no nos imaginamos (muchos, al menos) que Trump llegaría a la declaración en el sentido que la hecho: Sí aceptaré los resultaodos de las elecciones, siempre y cuando sean a mi favor. Más claro no habría podido decirlo.
Muchos están seguros de que estaba hablando en broma. Pero no, no lo estaba; estaba muy serio, muy seguro de que si no gana por los resultados de la cuenta de votos, entonces apelará para que la suprema corte lo decida, como la elección del Bush que empezó la guerra e inventó Patriot Act para generar pasión por enlistarse e ir a defender la democracia estadounidense a los países como Afganistan, Iraq (y los que se pongan al brinco).
En el proceso electoral de 2016, lo que más nos sorprende es la cantidad de gente que declara que votará por Donald Trump. No nos sorprende tanto lo escandaloso, horrendo y deprimente que es la personalidad de ese individuo, sino la gran cantidad de gente que desearía verlo electo presidente.
No es la mayoría la que votará; ya las encuestas nos están mostrando que está, por lo menos, 9 puntos por debajo de Hillary Clinton. Pero cuando vemos que existen 38 por cada 100 votantes amercianos que quieren a Trump como su presidente, nos sentimos nerviosos. Tenemos que pensar, casi aterrados, de lo grave que se pondría la situación mundial en casi de que ese 38% vaya subiendo.
¿Y qué sucederá en el caso del megalómano seguro de que solo él puede resolver los problemas de México? Nos queda esperar que si esa minoría lo lleva al poder, lo rodeen y logren influenciar, los que sí pueden entender mejor cómo no darle en la madre al país…, No, nada de más de lo que ya está. La verdad es que casi milagrosamente nos hemos salvado de estar aún peor. De subir Trump al poder, entonces sí que sálvese el que pueda.
Ningún megalómano dejó mejor un país. Aunque habría que preguntarles a los chilenos si Pinochet los salvó o los hundió más. La realidad es que Allende, cuando veía inminente su caída, declaró que él quisiera lanzar un referéndum y si no lo quería la gente, él se saldría de inmediato. Allende fue un demócrata; los que ahora nos preocupan, son cualquier cosa, menos demócratas.