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En varios medios de comunicación se alienta a los ciudadanos a votar “en blanco” y en otros de plano a no ir a sufragar el 5 de julio. Desde mi punto de vista esto es un error grave.
En primer lugar, muchos de estos llamados son promovidos de manera soterrada o abierta por los medios de comunicación electrónica, grandes cadenas de televisión y radio que vieron afectados sus intereses por la reforma electoral que los privó de las enormes ganancias que por transmisión de spots cobraban a los partidos políticos y que ahora tienen que otorgar por ley gratuitamente al IFE.
Los medios electrónicos aplican su vendetta en forma de descalificación a los partidos y a la política en general. Estos medios crecieron y se consolidaron en los 70 años de monopolio del partido único en el poder que este país sufrió.
Del resto de la promoción de esta nueva modalidad de abstención se encargan algunos “tontos útiles” de la sociedad civil. Y lo digo así sin ambages: ¿a quién beneficiará una boleta devuelta en blanco? Al PRI, que tiene la capacidad territorial en las áreas rurales o populosas zonas urbanas marginales para favorecer que se marquen a su favor las boletas que se devuelvan “en blanco”.
Del regreso al carro completo, ¿no nos dicen nada la exhibición corporativa de propaganda tricolor en taxis, en autobuses y en las controladoras camisas rojas de los sindicatos? ¿No nos dice nada el control que ejerce el gobierno del Estado hasta en las agrupaciones empresariales y las agrupaciones sociales? ¿No sería más honesto admitir que se nos engañó con aquello de la “nueva mayoría ciudadana”? Adicionalmente, después de 70 años de dictadura de partido, de monopolio absoluto de poder ese partido antes único sigue conservando en la mayoría de los estados su “voto duro”. Los demás partidos dependen más de los ciudadanos libres que se motivan según la oferta electoral y el espíritu cívico que promueva la participación, así sea por el menos malo. Pero en esta ocasión están siendo interesadamente desmotivados a anular su voto o a entregarlo en blanco.
El PRI y su antiguo sistema corporativo todavía tienen la suficiente fuerza para llevar mediante diversos mecanismos de acarreo a sus votantes incondicionales. ¿El resultado? Los detentadores del régimen que tanto trabajo costó empezar a airear y a desalojar en 2000 estarán felices con esa campañita de “repudio a los partidos políticos” que estratégicamente desalienta más a votar a quienes normalmente lo harían por partidos distintos al PRI.
Detrás de todo esto hay una miopía. Aún no transitamos a la democracia plena. El retorno dinosáurico con la cara mal lavada es ya una amenaza cumplida en el plano estatal. Ya estamos viendo sus consecuencias en una pésima administración de corte populista. Y lo que viene, retratado en la impúdica promoción que hacen las televisoras del candidato salinista Enrique Peña Nieto.
En ninguna parte del mundo se escoge a ángeles en las elecciones. Siempre de alguna manera hacemos una opción por lo imperfecto. Pero la descalificación al sistema de partidos ha llevado a tragedias como el surgimiento de Fujimori en Perú y la pesadilla de Chávez que ha acabado con las libertades de los venezolanos. Las mismas televisoras y la prensa que destruyeron la credibilidad de la joven democracia venezolana en los 80 y 90 han sido desaparecidas por el autoritarismo o seriamente amenazadas en su libertad de crítica.
En México, al descalificar de esta manera a nuestro incipiente sistema de partidos sólo se fortalece a quienes todavía tienen los mecanismos para regresar a lo que nos costó 130 años empezar a salir. ¿No nos damos cuenta de que nos entregamos a quienes han sido los tradicionales verdugos de la sociedad civil? Nos entregamos a quienes durante tantos años promovieron la apatía cívica a través del fraude electoral y del control corporativo de la sociedad. No es menor la amenaza.
Como sociedad, caminamos como corderos dispuestos a que nos corten la cabeza y nos trasquilen una vez más. Yo sí voy a votar, así sea por quien considere el menos malo o el mejor entre las opciones que se nos ofrecen. No seré tonto útil.— Mérida, Yucatán.
luisjorgemd@gmail.com