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Una estrella
Me apena mucho tener que escribir negativamente de una película que me entusiasmaba demasiado. Pero, ni todo mi gusto por los X-men, ni todo el fanatismo hacia Wolverine, son suficientes para extraerle virtudes a este decepcionante filme. X-men orígenes: Wolverine es un gran fiasco que se hace patente desde sus primeros minutos y se va agravando conforme su historia transcurre. Al final, lo único que queda es un sentimiento de desilusión y unas fuertes ganas de que los créditos finales lleguen pronto.
De todos los Hombres X, el también conocido Guepardo es uno de mis favoritos. Por eso, ser partícipe de como la Fox pudo echar a andar una producción basada en un guión endeble y trivial, es como ver a tu mejor amigo en medio de una situación deshonrosa, sientes entre coraje y pena. Una historia que busca, evidentemente, ser receta fácil de éxito taquillero, emulando clichés de otras cintas de acción y situaciones predecibles que, para una precuela, se convierten en la manera más tonta de suicidarse cinematográficamente.
El escritor David Benioff tenía toda la mesa servida. Sólo debía rescatar las historias que los cómics de Marvel han narrado sobre los mutantes liderados por Charles Xavier y centrarse en aquellos pasajes que abordan los orígenes de Wolverine. Había mucha tela de donde cortar, sólo tenía que sentarse a leer y pensar un poco para estructurar una buena historia. Pero creo que a Benioff, lo de pensar no se le da mucho. Tal parece que se dedicó únicamente a ver las 3 películas que ya se habían hecho en torno a los X-men, y a partir de esa breve base se inventó, apresuradamente, una historia que se ve más influida por el cine de Jean-Claude Van Dame que por las historietas. Para rematar, la labor del director sudafricano Gavin Hood, famoso por la cinta Tsotsi, también deja mucho que desear. No cabe duda que rodar escenas de acción no es algo que se le dé a cualquiera.
El filme inicia con un flashback donde se cuenta velozmente la niñez de James Howlett, quien posteriormente se hace llamar Logan y, ya adulto, se convertirá en Wolverine. El primer desconcierto para los amantes de los cómics es que emparentan al protagonista con el mismísimo Víctor Logan, mejor conocido como Dientes de Sable. Además, el pequeño James tiene la cualidad de sacar de sus manos garras de hueso —que más bien parecen de cartílagoa— cuando se supone que esas poderosas armas las debía obtener hasta que le fuera inyectado el adamantium en su esqueleto. Los poderes mutantes de Guepardo son la autosanación inmediata de cualquier parte de su cuerpo y un muy desarrollado olfato y oído —como un animal. Esa capacidad de autorecuperarse lo hace apto para un experimento conocido como "Arma X", que consiste en incorporarle un poderoso metal extraterrestre en toda su estructura ósea, haciéndolo un ser indestructible.
Ser hermano de Sabretooth y las garras de hueso no son los únicos cambios en la historia, hay muchos otros que prefiero no revelar. No veo mal que se realicen ciertas variaciones en una historia adaptada, lo malo es que ninguna de ellas sirva para enriquecer el guión o para darle más fuerza al conflicto. Y eso es precisamente lo que ocurre en esta película.
Los poderes mutantes pasaron de la espectacularidad a la payasada. Las escenas de acción son híperexageradas aún para ser una vertiginosa ciencia ficción. Además están dirigidas con impericia y eso acrecienta las contrariedades. Sólo de recordar las magistrales escenas de X-men 2 —como aquella imponente secuencia de apertura donde Nightcrawler intenta asesinar al Presidente de los Estados Unidos— me deja en claro que la franquicia se ha ido a pique y su calidad cada vez es menor.
Inclusive hay ciertos efectos de green screen que se ven falsos, en especial la escena donde Logan mira frente a un espejo sus nuevas garras de metal, y cuando se enfrenta, montado en una motocicleta, contra un helicóptero y un tanque. Para los 150 millones de dólares que costó la producción sus efectos digitales lucen bastante económicos.
Lo más rescatable es la labor de Hugh Jackman. Pero ni él es capaz de sacar a flote este producto que hace aguas por todos lados. Fuera de Wolverine, el resto de mutantes se convierten en accesorios inútiles para una historia insulsa. Blob —que creí tendría mayor importancia— sirve para un par de minutos de comedia fallida que narrativamente son tan inservibles como el resto de las escenas.
No hay un solo villano que represente una verdadera amenaza para el héroe, lo cuál es imperdonable en una cinta de acción. Striker que era un antagónico interesante y complejo en X-men aquí es tratado de manera plana. Los enfrentamientos con Dientes de Sable son parcos y carentes de fuerza. Y la sorpresa para el clímax de la película es ineficaz, por lo que nunca percibimos un momento álgido a la altura de un superhéroe. Las situaciones parecen avanzar a saltos y los giros narrativos lejos de ser ingeniosos se ven forzados, como sacados de la manga. De todos los mutantes que vemos pasar sin pena ni gloria —Emma Frost, Spectre, Deadpool y hasta un joven Cíclope— Gambito es el único que logra salir con cierta dignidad de este tropiezo fílmico.
Pese a lo mala que es, X-men orígenes: Wolverine ya es un éxito taquillero gracias a toda la publicidad invertida. Se suma a la larga lista de productos que se han consumido por pura inercia. Creo que la 20th Century Fox tuvo la oportunidad de hacer una buena película de haber trabajado mejor el guión y si hubiera existido mayor confianza comercial en la historia original de Marvel. Pero parece que las ganas de hacer dinero y el miedo de arriesgar el capital fueron mucho mayores a las de hacer un filme decoroso, uno que le haya dado a Wolverine el nivel que realmente se merece.