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Luis Silverio Suárez Ancona
Recientemente nos hemos podido enterar del enorme gasto que los candidatos del Partido Revolucionario Institucional realizan en búsqueda de lograr el voto de los ciudadanos. Para ello no hay límites: además de los conocidísimos llaveros, plumas, encendedores, gorras y camisetas, se hacen abanicos, aplaudidores y una muy amplia serie de objetos más o menos útiles, que sirven para atraer a la gente y capturar su atención.
Los candidatos priístas están tirando la casa por la ventana: han mandado imprimir miles de posters, volantes, gallardetes y mantas que brigadas de jóvenes a sueldo, se han encargado de colocar a lo largo y ancho de las calles de la ciudad, pagando para conseguir el permiso de los dueños de las casas de ser necesario. Los grupos de jóvenes realizan también otra labor de importancia estratégica en la elección, pues permitirá probables represalias al ubicar y detectar los predios que habitan simpatizantes de la oposición: la elaboración de la cartografía que permite conocer la localización exacta de sus partidarios en una colonia o sector en particular.
Los candidatos del PRI, apoyados por el aparato gubernamental, realizan eventos de un muy supuesto carácter cultural convocando para este fin a los artistas o los grupos de éstos que son conocidos por su parcialidad hacia el sistema o que se conforman con las migajas que el partido decide aventarles, sin importarles nada que sus compañeros de profesión no tengan igual oportunidad de ganar unos pesos y sin que les cause mayor inquietud el lamentable estado de la actividad cultural en Yucatán.
Como se estilaba hacer en las épocas de gloria del PRI, el populismo está en su apogeo. La gobernadora y sus allegados hacen cuanto les es posible para apoyar con discreción y a veces hasta sin ella, a sus candidatos y mandan a la población el mensaje entre líneas de que no está permitido salirse del huacal, tomando medidas tendientes a intimidar a quienes se atreven a denunciar el mal estado de los asuntos de orden público.
Los yucatecos hemos dado marcha atrás: retornamos a los tiempos populistas, a la época del influyentismo, de la presión corporativa, a la era donde se premiaba no la capacidad sino la sumisión, donde se hacía todo lo posible para distorsionar el rostro de la realidad y la información, a través de plumas a sueldo y micrófonos bien maiceados; volvimos a la época del gamberrismo, de la persecución a los opositores, a los tiempos donde se paga mal pero se trabaja menos y con total ineficiencia, a la era donde se pretende elevar al ejecutivo a categoría de imagen merecedora de difundir un falso regionalismo, con funcionarios ansiosos de hablar aporreado y con dejo pueblerino, deseando desde el fondo de sus almas caer simpático a la mirada de los poderosos, volvimos a la etapa de las componendas, donde es posible evadir el cumplimiento de la ley y dirigir su sentido al rumbo que se quiera, donde se pacta hasta con el diablo de ser necesario, si ello deja votos.
Volvimos a la época del paternalismo y de la corrupción de un grupo de altos funcionarios privilegiados que entraron muertos de hambre y han engordado al amparo del poder pues no se mueven de los restaurantes de lujo que pagan con el dinero que procede de nuestros impuestos; regresamos a la etapa de considerar el modelo ideal de gobierno a seguir las dictaduras cubana y venezolana, al instante oportuno para presumir de ser conocedores de los mejores rones y tabacos de importación, volvimos a la era en que el que agarra buen hueso, se cambia de casa apenas ocupa su puesto y mete de inmediato a la nómina de su propia dependencia a familiares y amigos; a la época en que el poder y el dinero hacen lucir atractivo al individuo más feo del mundo, que se pavonea con sus compañeros de la cantidad de conquistas realizadas; volvimos a la etapa donde un pequeño grupo de periodistas monopolizan la verdad que los ciudadanos tenemos que creer ciegamente; volvimos a la era de los descuentos injustificados a la nómina para ayudar las finanzas del partido; a la etapa de las doradas ocasiones de realizar jugosas transas y chanchullos que aseguren el futuro; volvimos a la época en que se despotrica en contra de los ricos sin importar todo lo que aumenta el patrimonio personal; volvimos a los tiempos en que sabernos en el poder nos permite tutearnos con cualquiera y creer que el futuro se encuentra en exclusiva en manos de unos cuantos y que sus efectos serán eternos.
Volvimos a la época en la que el mas lambiscón y chismoso llega más lejos, al tiempo en que se habla de “La Señora” con tono de veneración, como si nos refiriéramos a la Virgen; volvimos a la época donde cualquier barbaridad puede hacerse olvidar, siempre y cuando la lealtad esté garantizada...
Yo me pregunto, ¿Cuánto tiempo tardará Yucatán para volver a despertar?, ¿Qué necesitamos que nos pase para que el poder regrese a los ciudadanos y se lo quitemos al grupo de siempre, que se hace pasar por una bola de buenas gentes que hablan mucho pero no hacen nada?, ¿Volvimos a la época en la que se permite mentirle y engañar al pueblo para ganar?, ¿Volvimos a la época en la que a los ciudadanos nos daba asco que nos hablaran de política?, ¿Volvimos al momento en el que lo mejor y lo mas cómodo es no meternos en problemas?, ¿Volvimos a la etapa de no votar ni hacer nada?, ¿Acaso los ciudadanos perdimos definitivamente la voz?