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MEXICO, D.F., 22 de febrero.- Joaquín "El Chapo" Guzmán es un hombre de escasa educación formal aunque su inteligencia le permite trabajar de forma metodológica, bien ordenada y pensando a futuro, todo con un objetivo bien determinado: nunca regresar a la pobreza.
Malcon Beith, en su libro El último narco, de Ediciones B, sostiene que el capo forjó una organización basada en la eficiencia, por lo cual no tolera errores ni el derramamiento innecesario de sangre.
Un análisis psicológico de la Procuraduría General de la República que se cita en el libro dice:
Una de sus fortalezas es su tolerancia a la frustración (...) la venganza no es algo a lo que él recurra en la inmediatez con que lo hace una persona impulsiva (...) Su respuesta es calculada, intencional; su visión es herir a su adversario utilizando sus debilidades para producir el mayor daño posible.
Esta idea está reforzada con su segundo hombre al mando, Juan José Esparragosa Moreno, alias El Azul: en los negocios están relacionados desde la década de 1980 y le caracteriza su tono discreto, reservado y no dado a perder los estribos.
Su nivel le permitía actuar como mediador, "cuando él entraba en una habitación, los egos se hacían a un lado para hacerle espacio a las ganancias", dice el escritor.
Aún así, la estructura criminal los obligaba a aplicar correctivos de todos los niveles: en una ocasión, dice el libro, un sicario mató a la mujer equivocada; El Chapo lo mandó llamar a una casa de seguridad, el sicario fue golpeado y al salir de la reunión recibió un balazo en la nuca.
En todo lo relacionado con venganzas Guzmán Loera actúa calculando ganancias para la organización. Sin importar el tema el capo atendía a la razón:
En lo que se refiere a sus acciones vengativas, es obsesivo pero mesurado (...) de tal manera que cualquier acción emprendida fortalezca su estructura.
Tiene una personalidad egocéntrica, le gusta que la gente sepa quién tiene el mando (el libro narra situaciones de este tipo cuando fue presentado en Almoloya y al dominar la vida carcelaria en Puente Grande) pero es emocionalmente estable, al grado que asume responsabilidades cuando algo sale mal.
Al mismo tiempo, El Chapo ha tenido la capacidad de delegar responsabilidades en sus colaboradores más cercanos, pues a la mayoría los conoce de tiempo atrás e incluso tiene algún tipo de parentesco.
Mientras muchos capos pensaban el negocio como transportadores, El Chapo analizó toda la estructura criminal y se apropió del negocio al 100 por ciento; es decir, controla la producción, transformación, transporte y venta de las drogas, lo cual maximiza sus ganancias.
Tiene un alto nivel de creatividad y combinado con su capacidad corruptora ha confundido a las autoridades con sus métodos de trasiego de droga: las ha pasado con submarinos, enlatada, por túneles, por aire, trasfondos de vehículos, etc. (Agencias)