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Aún a riesgo de que se mal interprete, pienso que a la sociedad mexicana no le queda otra vía que la SUBLEVACIÓN, entendida ésta como subversión del orden jurídico e institucional vigente para superar la espiral de descomposición política y moral en que nos encontramos. Hay que cambiar, de raíz, el entramado jurídico e institucional pero, sobre todo, al grupo político que se encargó de pervertirlo.
Cada día, todos los días, nos brinca una nueva "sorpresita", que sólo nos confirma que estamos en los albañales y que éstos fluyen siempre en declive, hacia abajo. A resultas del atentado a Salvador Cabañas nos enteramos del pacto mercadológico-electoral suscrito entre TELEVISA y el Partido Verde, seguramente apadrinado por Dom Beltrone. Que si el diputado Mendoza obtuvo una de las curules del PANAL fue por ser "novio" de la hija de Elba Esther, pero que ahora que los querubines "cortaron" le levantaron al concubiputado la canasta, lo dejaron sin cobija y le quitaron la curul. ¿Prefiere que hablemos del ajusticiado de Santa Catarina o de la doble filiación de los "rudos" de Garza García?
Resulta insólito que haya sido el asesinato de tres empleados del Consulado norteamericano la razón para que se hablara, por primera vez en México, de la pandilla de Los Aztecas que, en más de quince años de investigaciones, nunca jamás fueron siquiera mencionados por las autoridades que debieron atender y resolver los casos de "las muertas de Juárez". ¿Será que esa pandilla, con cientos y miles de integrantes, será que no haya tenido nada que ver con alguna o algunas de las muertes de mujeres en Ciudad Juárez? ¿Cómo es que sus fundadores y dirigentes se encuentran presos en El Paso y no en México, que es "su" territorio?¿Estaremos ante el primer caso de delincuentes que cometen sus fechorías en territorio gringo y mantienen el suelo mexicano como "zona neutra"?
Pero, a pesar de la gravedad de todos esos asuntos, ninguno resulta relevante si lo que se persigue es ser una sociedad distinta, porque todos esos casos son meros efectos del verdadero problema, que es la podredumbre institucional. Tenemos que reconocer y aceptar que la corrupción en México no es asunto de personas ni su explicación se encuentra en la moral, en la ética o en la impunidad que deriva de las insuficiencias legales. No, la corrupción en México dejó de ser la argamasa del entramado institucional para convertirse en EL EJE DE LA VIDA PÚBLICA: se ha convertido en el factor de ordenamiento de las instituciones y de las personas que en ellas sirven. No son los excesos o los defectos de éstas los que dan vida a la corrupción sino que las instituciones se han convertido en maquinarias complejas que requieren de la corrupción para funcionar. Encuéntrese e inhabilítese a un corrupto y, quien lo sustituya, hará las veces de pieza de recambio, indispensable para que la maquinaria siga funcionando igual o mejor que antes.
Veamos lo que ocurre en los partidos políticos, porque son éstos y no la ciudadanía los que determinan –directa o indirectamente- la conformación y el desempeño de los tres poderes y de las instancias autónomas...
Por si nos quedaba duda de la descomposición en que se encuentran las dirigencias partidistas, en estos días hemos podido confirmar que no son capaces de hacer sus diferencias a un lado, ni de renunciar a sus objetivos de grupo ante el interés general o las urgencias del país.
El rumbo que ha tomado la Reforma Política (de la Reforma Laboral ni tiene caso hablar) nos deja ver, con toda claridad, que los partidos políticos SON PARTE DEL PROBLEMA que vive México y que cualquier transformación positiva que se pretenda DEBE EMPEZAR POR CANCELAR el actual Sistema de Partidos y el control que las dirigencias partidistas se han arrogado sobre los tres poderes y sobre las instituciones electorales, en franca complicidad con los PODERES FÁCTICOS (Iglesia católica; militares; monopolios privados; medios electrónicos de comunicación; personeros e intermediarios de los intereses norteamericanos; narcos; gobernadores; etc.).
No hay partido que se escape a la descomposición. Los actuales partidos, surgidos, crecidos y consolidados todos al amparo del PRESIDENCIALISMO y del partido hegemónico, resultaron organismos a su imagen y semejanza, con dirigentes formados en la escuela de la corrupción, de la mentira y las tranzas, de la falsa representación popular, de las simulaciones electorales. Al debilitarse la institución presidencial, los gobernadores se hicieron del control vertical y represivo en sus respectivas entidades. En once estados de la República sigue sin conocerse la alternancia; allí no se enteraron de la derrota que la sociedad mexicana propinó al autoritarismo, en el año 2000. Pero en todos esos estados se viene aplicando, con dispendio y método, la "vacuna" contra el pluralismo y contra el riesgo de "terremotos electorales". En algunos estados, como Chihuahua, Nayarit y Yucatán, después de un período de alternancia, el populismo autoritario retornó con nuevas envolturas pero contenidos fermentados. Sobre esa base avanza la restauración del PRI de siempre, ahora revestido de la modernidad que alimenta su veta simuladora.
Las alianzas electorales entre partidos ideológicamente incompatibles resultan lógicas cuando se entienden como expresión de un hartazgo social. Hartazgo que pudiera ser insuficiente, todavía, para remontar la pronunciada cuesta electoral, por lo menos en algunos estados. En esas alianzas, los propios dirigentes partidistas se "hacen a un lado" para dejar que sea la sociedad la que despliegue una lucha de resistencia al autoritarismo y a la corrupción. Como sucedió con Fox en la coyuntura del 2000, se escogen figuras fuertes, las más de las veces con los mismos orígenes y con los mismos vicios que los abanderados del caciquismo, sabedores del tipo de lucha que hay que dar y de los arrestos personales que demanda esa apuesta aventurada.
Las alianzas partidarias que algunos CAPOS han tildado de "contranatura" son, tal vez, la última llamada del sistema electoral vigente para intentar su transformación con "fuerzas prestadas", con los arrestos que se puedan cohesionar y organizar DESDE LA SOCIEDAD. De no resultar efectivos estos intentos el paso que sigue será la movilización social al margen y en contra de los partidos políticos y con demandas muy puntuales, que poco o nada tienen que ver con propuestas para el desarrollo o con programas de Gobierno pero que resultan vitales, fundamentales para reponer el mandato ciudadano: rendición de cuentas; cumplimiento de la ley; instituciones ciudadanas con garantía de representación.
La movilización que se gesta, la magna alianza ciudadana que empieza a fraguarse se fincará en valores éticos y tendrá como objetivo central restaurar a la verdad como eje de la política. Y que no se asusten los políticos de todos los signos y niveles porque son ellos los que se han encargado de atizar la hoguera del descontento, son ellos los que han permitido que se definan y se aclaren los objetivos y los alcances de esta lucha, digno marco para celebrar los 200 años de vida independiente y para honrar la gesta revolucionaria de 1910.