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México (29 de marzo).- A ‘La Muñeca’ le gustaba salir a bailar, gastar en sus perros y apostar a los gallos; tenía poder y dinero: era la líder de una banda de plagiarios que cortaba los dedos de sus víctimas para exigir rescates de hasta cinco millones de pesos, asesinaban por contrato, torturaban y extorsionaban comerciantes en varias ciudades.
Hoy pasa 22 horas al día en una celda de máxima seguridad y sabe que siempre será igual; ella nunca volverá a pisar las calles.
“Aquí adentro he cambiado mucho, mi vida es otra, he madurado. Lo que más extraño es a mi familia, la única que me visita es mi madre, y eso muy poco; mi papá siente vergüenza de mí”, relata entre lágrimas en los patios del Cereso femenil de esta capital, donde la única condición que puso para la entrevista fue no mostrar su rostro, “no por mí, es por mi papás”, argumenta.
Erika Patricia Alonso Sandoval fue detenida en noviembre de 2010 y cuatro meses después se convirtió en la primera mujer sentenciada a cadena perpetua en México, luego de que el estado de Chihuahua modificó su legislación para otorgar penas vitalicias a secuestradores y extorsionadores, así como a homicidas de policías.
El día inicia a las 5:30 horas para ‘La Muñeca’. Lo primero que debe hacer es bañarse; la regadera está dentro de la celda. Luego dobla sus cobijas y espera junto con sus compañeras —todas sentenciadas a la misma pena— a que la celadora pase lista.
Desde el Módulo 2 de máxima seguridad bajan al comedor, siempre en fila, con las manos en la espalda y la cabeza inclinada.
“Aquí hay mucha disciplina, tenemos horarios para las actividades. A los guardias se les habla con mucho respeto y se les pide permiso para todo”, reconoce la mujer que ordenó cortarle los dedos meñiques a un empresario de 43 años de edad, que luego envió a la esposa para presionarla a que pagara un millonario rescate.
Después de tomar sus alimentos las internas regresan, observadas en todo momento por cámaras de vigilancia, que las siguen paso a paso pendientes de que caminen entre las dos líneas amarillas pintadas en el piso, de las cuales nunca pueden salirse o serán castigadas, o incluso sometidas físicamente por las celadoras.
En la celda no se permiten pertenencias, sólo dos cobijas, un cambio de ropa interior y artículos de aseo personal. Las sentenciadas y procesadas, las que mataron, robaron o simplemente cometieron un delito menor visten ropa deportiva gris, el mismo color de las paredes y el piso; sólo las rejas cafés marcan una pequeña diferencia.
Erika asegura que no debiera pasar el resto de su vida en prisión, que es inocente y nada tuvo que ver con secuestros u homicidios. A pesar de que fue detenida en una casa de seguridad, de que sus cómplices la delataron como la dirigente de la banda y sus víctimas la identificaron, ‘La Muñeca’ sostiene que está en la cárcel “por amor”, ya que el verdadero secuestrador era su novio y ella sólo fue a visitarlo cuando la policía la detuvo. “Yo no sabía, es un error del que me arrepiento, mi mamá me decía que tenía un mal presentimiento y no le hice caso”.
Al rescatar a una víctima de secuestro, la policía estatal localizó en una casa de la colonia Los Naranjos varios rifles de asalto, pistolas, dos vehículos robados y aparatos de comunicación. Ahí fueron detenidos dos menores de edad, así como Alfredo Cruz Guzmán, de 18 años, y Erika, quien entonces dijo tener 28, pero tres años después, dice que son 24.
La Fiscalía estatal les fincó cargos por tres secuestros; en dos de ellos los plagiados fueron privados de la vida a pesar de haber pagado el rescate. Cruz Guzmán, conocido como ‘El Pelón’, recibió cadena perpetua. Fue la primera sentencia de ese tipo en el país (para hombres o mujeres), mientras que los cómplices de 17 años pasarán 15 en la cárcel. De esa forma se desarticuló a la banda de Los Mochadedos.
La mañana transcurre en la celda de tres por tres metros, conformada por tres literas —una por lado— y un baño. Ahí las internas se esfuerzan por mantener la calma. “Somos cinco, son caracteres diferentes. La lucha es por sacar el día bien, por que no haya problemas, pero es muy difícil”, dice.
Al mediodía la rutina de la comida es igual a la del desayuno; luego vienen las ansiadas dos horas fuera de las celdas. “Nos dan dos horas. Las usamos para lavar ropa, hacer ejercicio, ir a la biblioteca y hablar por teléfono”.
‘La Muñeca’ puede hacer dos llamadas de 10 minutos a la semana a su familia, siempre y cuando haya presentado buena conducta, de lo contrario pierde ese privilegio hasta por 15 días. Dice que le gusta leer, por lo que procura terminar rápido sus actividades para tener más tiempo en la biblioteca.
En tres años ha sido cambiada en varias ocasiones de penal, por razones de seguridad. Tras ser sentenciada, estuvo en esta prisión, luego fue enviada a Parral, posteriormente a Ciudad Juárez y finalmente regresó a la capital, de donde ya no será reubicada debido a la certificación internacional que recibió el sistema penitenciario estatal que obliga a confinar en un solo reclusorio a los secuestradores.
La entrevista se interrumpe al tocar el tema de la familia; el llanto no la deja hablar. Estuvo casada, pero no tuvo hijos; luego conoció a un muchacho que le cambiaría la vida. “No sabía nada de lo que se dedicaba. Vine a visitarlo de Ciudad Juárez y me involucraron en los secuestros”, relata con calma, pero al preguntarle qué siente de saber que no volverá a ser libre, de nuevo las lágrimas cubren su rostro.
Se lleva las manos a la cara para limpiarse los ojos y deja al descubierto un tatuaje de la Santa Muerte que lleva en el brazo izquierdo. Sostiene que no le rinde culto, pero que se tatuó para “acordarme que algún día la voy a conocer, para allá vamos todos”. El tatuaje se lo hizo un reo en el Cereso de Juárez, luego vino un segundo de un dragón: “se supone que tiene la cara del diablo, pero más parece Gokú (personaje de caricaturas)”, dice entre risas.
En el penal fronterizo tenía más libertades. Allí entrenó box y se convirtió en la campeona estatal del torneo interpenitenciario; incluso, preparaba a otras nueve internas en esa disciplina. También en aquella cárcel fue parte del programa “Libre de prisiones”, en el que presos dan pláticas a estudiantes de preparatoria.
“Les decía a los muchachas que se fijaran bien con quién se juntaban, que no cometieran el mismo error que yo. Que un error te echa a perder la vida”, señala.
Erika es una de las 122 internas del Cereso femenil. Quiere seguir estudiando y alcanzar una licenciatura en derecho. “Para ayudar a la gente inocente”. Piensa que la cadena perpetua es injusta para un secuestrador.
“Es mucho tiempo. Estamos capacitados para integrarnos a la sociedad, debería de ser una condena más corta; un error lo comete uno, pero no es para que te den de por vida”, señala.
Durante las investigaciones, las autoridades obtuvieron declaraciones de que la banda participó por lo menos en seis secuestros y varios homicidios, tanto en Juárez como en la capital; sin embargo, no lograron reunir las suficientes evidencias para presentarlas ante el juez, aunque la sentencia no habría cambiado.
“Aquí vivimos para sacar un día y esperar el siguiente para volver a empezar, pero es difícil, muy difícil”, finaliza ‘La Muñeca’.- (RedPolítica)