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De inicio Angélica Araujo accedió al poder en condiciones bastante sui generis: lo hizo en medio de una elección muy complicada y llena de dudas, donde más allá del resultado y de los medios empleados para lograr sus objetivos, pudo verse que la estrategia que seguiría la política tixkokobense era la misma que desde el gobierno le fue trazada: manejo mediático, búsqueda del conflicto y confrontación y represión a ultranza para todo aquel que se atreviera a disentir o a oponerse a sus designios.
Consciente de las reglas del juego en materia de usos y costumbres políticos y conocedor de la nula cortesanía y generosidad de los mal llamados integrantes de la nueva mayoría, jamás abrigué esperanzas de ser tratado con un ápice de decencia o decoro, pero supuse equivocadamente que esta situación era única y reducida en exclusivo a mi persona. Nunca supuse que se procediera de modo tan cobarde y tan infame, que las represalias y venganzas se dieran en terceras personas, completamente ajenas e inocentes de mis dichos o conducta. De esta manera, Angélica Araujo y sus corifeos, optaron por contradecir una vez más la serie de despropósitos formulados durante la campaña electoral de respetar a los integrantes de la planta laboral del ayuntamiento y se tomaron la revancha que su espíritu mezquino y ánimo ruin pedían ejercer contra quien esto firma, despidiendo a mi hermano Mario Enrique de la modesta plaza de inspector que ocupaba en la Dirección de Protección Civil, con lo que no solamente lograron un opositor más, (en realidad son dos, contando su esposa), toda vez que aunque familiar cercano y directo, Mario no se metía en política, sino que continúan contradiciendo la sarta de mentiras proclamadas buscando buenos resultados electorales, en lo que respecta al respeto a los trabajadores y la creación de empleos (más bien lo que saben crear es desempleo).
Pero debo confesar sinceramente que las bajezas solamente las esperé de Angélica y nunca de otras personas a quienes creí mis amigos: nunca lo creí de Gaspar Quintal, que sabiendo se trataba del hermano de un ex condiscípulo no tuvo las agallas para interceder y tratar de evitar una injusticia y mucho menos de Carlos Sarabia que es pariente directo y tuvo todavía el descaro y el cinismo de ofrecer a mi hermano, que si votaba por el PRI, al llegar él a algún puesto, se encargaría de protegerlo, indicando que haría manifiesta su neutralidad. Ignoro francamente el sentido del sufragio de mi hermano, solamente sé que con él ha ocurrido lo mismo que con muchos otros y que pone en relieve el mayúsculo error que cometieron muchos meridanos votando por el PRI y el más grande aún, cometido por otros, que no salieron a votar. Ahora estamos pagando el precio al tener una ciudad sucia, llena de baches y mosquitos y gobernada por un atajo de mentirosos e incapaces.
Ahora, la siguiente fase del combate es la larga etapa de la lucha por la
justicia, con las armas legales en la mano y el complicado proceso de
búsqueda de colocación en estas fechas.
Que toda la gente de toda la ciudad sepa las canalladas que realiza el
actual ayuntamiento. Que todo mundo sepa que a pesar de la represión y la
intensidad de los ataques, estamos en pie de guerra y que nunca doblegaremos la cerviz ante las arbitrariedades de la autocracia enquistada en el poder.
En lo que a mi toca, sepa Angélica Araujo que el hacha está desenterrada y que no habrá cuartel. Reitero lo manifestado anteriormente: responsabilizo directamente a Ivonne Ortega Pacheco, Angélica Araujo Lara y sus secuaces de todo daño físico o patrimonial, que pudiera sucedernos a mí y a mis familiares, con miserables de esta ralea gobernando, uno nunca sabe...
Dios, Patria y Libertad