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De forma inesperada como inaudita, Televisa ha decidido incursionar y añadir a su muy variada gama de intereses y objetivos estrictamente mercantiles, un valor de excepcional solidaridad social: la protección de los niños y las mujeres.
Repentinamente, la empresa de comunicación que quizá más ha contribuido al deterioro moral, ético y político de la sociedad mexicana - a través de una programación televisiva aletargante y frívola -, y que menos ha colaborado con la transición democrática del país y el ensanchamiento de la libertad de expresión, ha mostrado una preocupación moral - insólita para sus parámetros - por los avisos clasificados que se publican en algunos periódicos en los que se ofertan servicios sexuales, lazo desde el que se amarran varios de los delitos más repugnantes que se puedan cometer, como en efecto lo es, la trata de personas.
Así, la semana pasada destinó varias notas en sus noticieros y comentarios diversos en diferentes espacios televisivos para denostar al grupo editorial que imprime los periódicos "Reforma", "Metro" y "Norte" de Monterrey, señalándolos como si fueran los más depravados practicantes de esta cuestionable forma de publicidad. No pudo asestar al periódico "Reforma" la práctica exclusiva de este tipo de anuncios porque en la capital del país casi todos los diarios los incluyen en sus páginas, y lo que es peor, varias de las mismísimas publicaciones de Televisa, entre ellas, "TV y Novelas", contienen anuncios que van más allá de lo denunciado; pero escogió a "Reforma" para centrar sus ataques. Su ataque de "pánico moral" - como lo ha llamado Jenaro Villamil -, fue selectivo.
No lo hizo por casualidad, sino en reprimenda a la conducta editorial que Reforma ha mantenido invariable - desde la Ley Televisa a la Licitación 21 -, en la cobertura periodística de los abusos y excesos en los que cotidianamente incurre esta empresa en su manejo, los privilegios y las canonjías que desde el gobierno federal se le siguen otorgando para fortalecer su condición monopólica y su carácter de principal poder fáctico en México.
Cuando Televisa coloca centralmente en su pantalla una acción de linchamiento como la que ha llevado a cabo contra Reforma, en realidad está amenazando a la prensa escrita en su papel de contrapeso y escrutinio de los poderes fácticos. El intento de desprestigiar a ese periódico, cobra el sentido de una acción ejemplarizante en el conjunto de los medios, para que sepan los demás lo que les puede pasar si se atreven a meterse con Televisa. Lo habían hecho con legisladores, funcionarios, Gobernadores y Secretarios de Estado a quienes amedrentan, extorsionan, linchan, desaparecen, borran o difuminan de su pantalla; varias veces han lanzado sus baterías de calumnia y mentira contra posibles competidores ya sea en la televisión abierta o restringida, han usado la pantalla de la Tv concesionada por el Estado para mandar mensajes de amago a sus competidores en telefonía, o a los que se oponen al trato privilegiado y los precios de ganga que les ha dispensado el gobierno al adjudicarles más concesiones. Pero hasta ahora, Televisa no había usado su cañon del Canal 2, para tratar de silenciar a un periódico. Imagen por demás grotesca en los festejos bicentenarios de la Independencia.
Me atrevo a suponer que bajo esa preocupación, la periodista Carmen Aristegui llamó la atención en su noticiero radiofónico de la campaña de linchamiento de Televisa contra Reforma, y contextualizó los motivos de tan directo ataque, lo que ahora le ha merecido a ella una serie de improperios y descalificaciones por parte de la empresa, a través de un derecho de réplica que, por cierto, Televisa no es capaz de cumplir en sus noticieros y frente al cual mantiene una resistencia feraz a que se legisle en México a través de su tele-bancada en la cámara de diputados.
Ahora resulta que quienes echaron a Aristegui, primero de Círculo Rojo y luego de la W Radio - en su mejor momento de audiencia -, entre otras razones por su militante conducta periodística en denunciar la pederastia, desvelar los abusos sexuales de miembros de la Iglesia Católica, la trata de personas, los abusos contra mujeres, los atropellos del ejército contra indígenas, diversas violaciones a los derechos humanos, pretendan poner en duda el compromiso de la comunicadora con esos temas. Cinismo puro.
La empresa de Emilio Azcárraga no sólo se mordió la lengua, sino además se dio un tiro en el pie, pues ni la defensa de los derechos humanos, ni el resguardo de la moral pública y menos el ejercicio ético del periodismo son atributos con los que Televisa pueda competir en el mundo de la credibilidad. Su fuerza no radica en su desempeño profesional, como sí en la red de protección y complicidad oficial que lo ha engendrado como un poder factico inmoral e ilegal en el uso de una concesión federal que debiera ser de servicio público, no para usarla como arma intimidatoria de la libertad de expresión.
En cuanto al silencio oficial de este caso, tampoco debiera asombrarnos, pues cada quien a su modo están en lo mismo: mientras el gobierno federal trata de distraer la denuncia y discusión de la licitación 21 con el engaña-bobos decreto de la Tv digital, Televisa se encarga de sofocar los espacios periodísticos donde ese acto de corrupción política se ha ventilado con todo detalle. (www.javiercorral.org).