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La vida de John Ronald Reuel Tolkien es, como la de todos, un milagro. Pero la suya, un milagro documentado. A los 2 años, era un niño enfermizo de futuro incierto. A los 4, su padre murió y la penuria obligó a su madre, Mabel, a abandonar Sudáfrica (Bloemfontein, la ciudad de las rosas) para volver a Inglaterra, y lo que es peor, a los suburbios de Birmingham.
J.R.R. Tolkien
Cuando John tenía 8 años, Mabel se enfrentó a su familia baptista y se convirtió al catolicismo.
Desamparada por lo suyos, con el único auxilio del párroco, el padre Morgan (Francis Xavier Morgan Osborne), un cura gaditano de padre galés a quien llamaban tío Curro, pero con un espíritu que Tolkien describió como el de una mártir por su fe, Mabel murió poco después de diabetes y J.R.R. y su hermano Hilary quedaron al cuidado de una tía política de mal carácter durante cuatro años largos y oscuros hasta que Morgan los rescató y los llevó a vivir a una pensión en Birmingham que servía de orfanato.
El cura gaditano (nacido en el Puerto de Santa María y nieto de Thomas Osborne Mann, el fundador de las bodegas) administraba los pocos bienes de los Tolkien, y como viera que aquellos no bastaban, iba aportando de su bolsillo lo necesario para que pudieran estudiar en el King Edward’s School y después en Oxford.
Fue en aquella pensión-orfanato donde Tolkien se enamoró con locura de Edith Mary Bratt, pero el sacerdote prohibió toda comunicación entre los enamorados hasta que J. R. R. cumpliera 21 años. Tolkien obedeció.
No es difícil conjeturar que lo hizo no sólo por la deuda impagable de gratitud que su pequeña familia había contraído con el padre Morgan, sino porque durante aquellos años, el tío Curro fue quien ayudó a Tolkien a cimentar su fe católica, que llegó a ser, como aseguran los estudiosos de la obra del escritor, el componente fundamental de sus posiciones ideológicas tan presentes en sus obras (Tolkien se movió entre el conservadurismo y una suerte de anarquismo antitotalitario y antibelicista).
Por lo tanto, sin aquel cura gaditano, sin el dinero del vino de jerez, sin la instrucción católica recibida, nada nos habría llegado de Tolkien porque es muy posible que el joven huérfano que llegó a imaginar el hobbit jamás habría salido de la comarca.