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ROMA, 28 de diciembre.- A la espera de otras sentencias (como aquella por instigación a la prostitución de menores pendiente en el Tribunal de Milán), Silvio Berlusconi acaba de zanjar por lo menos una de sus cuentas con la justicia: la del cheque que le corresponde a su exmujer. Veronica Lario recibirá ni más ni menos que 100,000 euros al día como pensión alimenticia, lo que se traduce en tres millones de euros al mes y 36 al año. Así de desorbitado es el importe que el ex primer ministro italiano deberá ingresar a la actriz, pero que le permitirá mantener la propiedad de Villa Belvedere, que tiene un valor de casi 80 millones y está ubicada a las afueras de Milán.
Tras una batalla legal que ha durado tres años, se cierra el juicio de la separación no consensual entre Berlusconi y Lario. Así lo ha establecido una sentencia de la novena sección de lo civil del tribunal de Milán, depositada durante las actuales navidades para intentar esquivar los clamores. El cálculo de la suma que anterior mandatario italiano está obligado a pagar a su excónyuge de ahora en adelante considera el hecho de que Lario no obtiene la propiedad de ninguno de los bienes inmuebles que posee su adinerado exmarido. Sin embargo, cada céntimo del cheque le pertenecerá a ella, ya que todos los hijos de la pareja son mayores de edad.
Veronica Lario y Silvio Berlusconi durante la época en que eran pareja. (CORDON PRESS)
Lario, cuyo verdadero nombre es Miriam Raffaella Bartolini, de 56 años, pidió el divorcio el 3 de mayo de 2009. En ese momento, la exactriz consideraba que tenía derecho a recibir 43 millones de euros al año, pero Berlusconi fijó su oferta en 300 mil euros al mes. Estalló, entonces, una guerra entre los abogados de ambos miembros de la pareja. Ella tuvo incluso que dejar la Villa Belvedere, donde vivía con dos de los tres hijos de Berlusconi (Eleonora, de 28 años, y Luigi, de 26), ya que no se le reconoció algún derecho sobre la mansión.
La relación entre ambos por aquella época ya estaba desgastada en el plano sentimental y personal. Él vivía en Roma y ella en las afueras de Milán después de un lazo de casi treinta años. La pareja se conoció en 1980 y se casó por lo civil el 15 de diciembre de 1990.
El principio del final del matrimonio no fue nada discreto. Lario, que siempre se mantuvo alejada de los focos y ni siquiera acudía a los actos oficiales que en teoría requieren la presencia de la primera dama, decidió quitarse las espinas de forma pública. La mañana del 28 de abril, la exactriz leyó en La Repubblica que en unas noches antes, en Casoria, cerca de Nápoles, su entonces marido había asistido al 18 cumpleaños de una tal Noemi Letizia, una guapa estudiante de publicidad que soñaba con una carrera en el mundo del espectáculo y, sobre todo, muy joven.
En el texto, la chica llamaba a Berlusconi con el apodo de Papi y contaba a los periodistas (aprovechando su momento de notoriedad) que conocía al político hacía tiempo y que a menudo le visitaba en Roma “porque él, pobrecito, trabaja mucho y no siempre puede bajar hasta Nápoles”. Es en ese momento cuando Lario dice basta. Y decide comunicarlo mediante una nota de prensa que envía a la agencia Ansa. Pero la despechada esposa no solo tiene claro que es la hora de acabar con su matrimonio, sino también con las “vírgenes que se le ofrecen al dragón”, con la “chusma política” que las elige como candidatas a las inminentes elecciones europeas, con "la extraña alquimia del país que todo le concede y todo le justifica a su emperador”.
Al leer esas palabras, Berlusconi se enfurece. (En ese momento, precisamente, se cortaron también las ambiciones políticas de la actual prometida del magnate, Francesca Pascale, de 28 años y 49 menor que él). El matrimonio se rompió entonces sin vuelta atrás. Y hoy, tres años más tarde, llega a través del juez la confirmación de que la cuestión está, por fin, zanjada.(EL PAÍS)