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EDIMBURGO, Escocia, 28 de diciembre.- En la Facultad de Física de la Universidad de Edimburgo se conserva como una reliquia una pizarra en la que Peter Higgs escribió la fórmula original con la que propuso en 1964 la existencia del bosón que lleva su nombre. Tras una placa de metacrilato se preservan los garabatos (indescifrables para el común de los mortales) con los que el científico británico lanzó por primera vez su teoría del 'cemento' que une los ladrillos subatómicos de la materia.
Casi medio siglo después, el gran acelerador de partículas LHC del CERN, en Ginebra, le ha dado la razón este año, catapultando a este humilde sabio de 83 años al olimpo de la ciencia y la fama mundial. De hecho, la revista Science acaba de conceder al bosón de Higgs su título de hallazgo del año.
Al humilde profesor Higgs el descubrimiento del bosón le ha cambiado la vida por completo. Desde todos los rincones del planeta le llueven peticiones para conceder entrevistas e inaugurar calles, laboratorios, colegios o bibliotecas que llevan su nombre. De hecho, su buzón de correo electrónico es tan ingobernable que un equipo de cinco personas se ocupa de gestionarlo en la Universidad de Edimburgo. Incluso ya existe una cerveza, elaborada en Barcelona, bautizada en su honor: el Higgs Boson Ale.
El físico es consciente que una parte de su fama se debe al popular apodo por el que se conoce al bosón: la 'partícula de Dios'. Pero en el diálogo que mantuvo con ELMUNDO.es en la Royal Society de Edimburgo, Higgs volvió a dejar claro que el célebre mote no le gusta nada: "En primer lugar, porque no soy creyente. Pero aunque lo fuera, no me gustaría, porque incita a la gente a confundir la física con la teología".
Para el físico, una "mala consecuencia" de referirse al bosón como "la partícula de Dios" ha sido que algunos han intentado aprovechar el apodo para apoyar sus creencia religiosas: "Me contaron que algunos grupos evangélicos lo han usado para intentar convertir a la gente a su credo. Todo esto me parece lamentable".
Sin embargo, el profesor Higgs no comparte el ateísmo militante de algunos de sus colegas, como el biólogo darwinista Richard Dawkins, autor del libro 'El espejismo de Dios' e impulsor de una campaña publicitaria contra le fe religiosa en los autobuses de varias ciudades europeas. Al contrario, el 'padre' del bosón admite que conoce a "muchos colegas que son científicos y creyentes", y considera que la ciencia y la religión "pueden ser compatibles, con tal de que uno no sea dogmático".
De hecho, la postura de Dawkins le parece otra forma de fundamentalismo: "No estoy en contra de la gente religiosa, salvo que se comporten como fanáticos extremistas. El problema de Dawkins es que concentra todos sus ataques contra los fundamentalistas, pero evidentemente no todos los creyentes lo son. En ese sentido, creo que a veces es el propio Dawkins quien acaba adoptando una postura fundamentalista, en el extremo opuesto".
A pesar de que su nombre suena en todas las quinielas para el Nobel, Higgs no tiene ninguna prisa por ganarlo porque se siente abrumado por la ola mediática que se le ha venido encima desde el pasado mes de julio. "Fue un alivio que no me lo dieran este año", confiesa. "Desde el anuncio de julio, no he parado de recibir invitaciones y solicitudes de todo tipo, y sinceramente me alegré de no tener que gestionar en ese momento todo lo que se me hubiera venido encima con el Nobel. Prefiero tener un respiro".
Lo que el Higgs tiene muy claro, en todo caso, es que el hallazgo del bosón no es el final, sino tan sólo el principio de una apasionante aventura para desentrañar los enigmas del Universo: "Hemos llegado al final de un largo camino: la demostración definitiva del llamado Modelo Estándar. Pero ahora queremos aprender mucho más sobre esta partícula, ya que su comportamiento podría permitirnos averiguar lo que existe más allá de este modelo y descubrir otros tipos de materia cuya naturaleza desconocemos por completo ahora mismo, como la materia oscura". (EL MUNDO)