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Nota necrológica de Federico Mayor Zaragoza para El País
ROMA, 30 de diciembre.- A los 103 años ha fallecido uno de los personajes contemporáneos más sobresalientes: Rita Levi-Montalcini, premio Nobel de Medicina, neurocientífica, que ha residido muchos años en Estados Unidos, donde realizó buena parte de su labor investigadora. Nacida en Turín, en 1909, su hermana gemela, Paola, falleció en el año 2000. Era 1936 cuando se graduó en Medicina y Cirugía, especializándose después en Neurología.
Deja una obra científica extraordinaria, pero es más importante todavía lo que su vida representa como ejemplo, como persona comprometida, valiente y serena, actuando a favor siempre de la equidad de género, de la igual dignidad de todos los seres humanos.
Toda Italia le tuvo mucho cariño. Como se quiere a una abuela tierna y sabia. Como se estima a una intelectual iluminada e irónica (como ejemplo, tituló su autobiografía Elogio de la imperfección) y como se admira a una irreprensible y ética senadora, que no se saltaba ni una sesión, a pesar de los achaques. Todo el mundo la recuerda, lenta y pequeña, levantarse de un escaño de terciopelo que parecía inmenso, para depositar su voto en la urna y darle otro latido de vida al Ejecutivo.
Dio a sus memorias el título de Elogio de la imperfección. En ellas analiza las razones que le llevaron a adoptar decisiones que, a la luz del tiempo transcurrido, juzga serenamente. La consciencia de la imperfección es un acicate para mejorar, para superarse.
De origen judío sefardita, siempre fue “libre y responsable”, como define la Unesco a las personas educadas, y actuó en virtud de sus propias decisiones.
Su vida en Italia tuvo que soportar las amenazas y envites del fascio. En 1943 vivió clandestinamente en Florencia, regresando a Turín en 1945, al término de la guerra.
Dos años más tarde inició su gran carrera científica en Misuri, en la Universidad Washington de Saint Louis, con el bioquímico profesor Viktor Hamburguer, trabajando con el tejido nervioso del embrión de pollo. En 1959 fue nombrada profesora titular de dicha universidad, permaneciendo en EE. UU. hasta 1969. Durante esos años, su investigación neurológica se realizó en colaboración con el profesor Stanley Cohen, con quien compartió el premio Nobel por el descubrimiento del factor de crecimiento neuronal en 1986.
Rita, que conocía el cerebro mejor que nadie, repetía que no quería seguir viviendo cuando el suyo dejara de funcionarle eficientemente. Contribuyó de forma decisiva a esclarecer cómo crecen y se renuevan las neuronas. En 1979 tuve el honor de presidir el jurado que le concedió —casi con los mismos votos que los que obtuvo Jean Dausset, quien sería también premio Nobel de Medicina poco después (1980)— el Premio Internacional de Medicina Saint Vincent. Nunca olvidaré la entrevista que a este respecto mantuve con el entonces presidente de Italia, Sandro Pertini. ¡Qué personajes ambos!
En 1994 creó una fundación que ha presidido hasta su muerte, dedicada a prestar ayuda para la educación, a todos los niveles, de mujeres jóvenes, especialmente en África. Se inspiró, como tan bien describe en su libro Las pioneras, en “las mujeres que cambiaron la sociedad y la ciencia a través de la historia”. Sus únicos méritos, decía, han sido la “perseverancia y el optimismo”. Nunca se jubiló. “El cuerpo se arruga”, comentaba, “pero no el cerebro”. Y la inacción, el desencanto, la desmotivación, “arrugan” el cerebro.
En 1993 apareció su libro Tu futuro dirigido a los jóvenes. Lo dedicó a sus hermanas Nina y Paola “en recuerdo del porvenir que habíamos previsto y soñado juntas en nuestra lejana juventud”. Nadie posee la piedra filosofal, escribe, pero sí la experiencia que proporciona la facultad creadora que distingue a todo ser humano. Los principios éticos deben dirigir el comportamiento. “Espero poder ayudar a los adolescentes para que sean capaces de hacer frente a estas etapas tan decisivas y delicadas de su camino, cuando se preparan para una confrontación directa con la vida”. 'El mundo debe inventarse’ es el título de uno de los capítulos de este libro. Hoy los jóvenes ya tienen acceso al conocimiento de lo que sucede en el mundo en tiempo real. Al adquirir esta visión global nos damos cuenta de lo que debe cambiarse y lo que debe conservarse. En el capítulo ‘Cara a cara contigo mismo’, Rita anima a plantearse las preguntas esenciales, a no seguir el precioso verso de José Bergamín, que me gusta repetir: “…me encuentro huyendo de mí cuando conmigo me encuentro”.
Las aportaciones científicas de Rita Levi-Montalcini han sido fundamentales para el mejor conocimiento de la fisiopatología del cerebro. Pero sus aportaciones humanas son igualmente relevantes. Se ha hecho invisible, pero no se ha ausentado. Su estela seguirá iluminando los caminos del mañana.