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WASHINGTON D.C., 30 de diciembre.- Una toma aérea en blanco y negro del edificio situado en el número 444 de Madison Avenue, destacado entre la línea de rascacielos de Nueva York, con el rótulo “#lastprintissue”, es la protagonista de la cabecera de la edición de diciembre del semanario Newsweek, durante años uno de los referentes del periodismo de calidad en Estados Unidos. La fotografía de la sede de la revista es también la última de sus portadas emblemáticas que los lectores podrán hojear en los expositores de los quioscos de prensa.
Tras casi 80 años diseccionando, semana tras semana, la vida política y social de EE UU y del mundo, Newsweek clausuró el pasado lunes su edición impresa. El titular de su última edición en papel, #últimonúmeroimpreso, es un guiño al futuro de la revista que, a partir de 2013, únicamente podrá leerse en Internet bajo el nombre de Newsweek Global y previo pago de 4.99 dólares —3.77 euros, lo que costaba hasta ahora su versión en papel—. Irónicamente, la postrera portada se publicó en la web 24 horas antes de que se pusiera a la venta en la calle. Los contenidos de la nueva versión digital, pensada especialmente para tabletas, ha asegurado su actual directora, Tina Brown, seguirán renovándose semanalmente y, aunque habrá que estar suscrito para acceder a ellos, algunos artículos se ofrecerán de manera gratuita en el magazine digital The Daily Beast, de la misma empresa.
La estrategia de Newsweek evidencia las dificultades que los medios de comunicación tradicionales están encontrando para sobrevivir en un entorno en el que el éxodo de los lectores y de los anunciantes del soporte de papel al digital es imparable. En el último lustro las publicaciones impresas perdieron en EE UU unos 23,000 millones de dólares (17,397 millones de euros) mientras que las digitales experimentaron ganancias de 1000 millones (756 millones de euros), según los datos de la Comisión Federal de Comunicaciones.
Desde 2005, el declive en las ventas de Newsweek había caído en picada. La revista pasó de despachar una media de tres millones de ejemplares en los noventa a menos de 1.5 en los últimos cinco años, la presencia publicitaria descendió en más de un 80% y las pérdidas anuales rondaban los 40 millones de dólares, según el anuario State of The Media.
Newsweek no es la primera revista en romper los lazos que la anclaban con el periodismo impreso, ni será la única. En diciembre de 2010, la publicación mensual U.S. News & World Report decidió ofrecer sus contenidos sólo a través de la web. Semanarios como Time, The Economist, The Atlantic, The New Yorker, Fortune, Forbes, Businessweek o The Week, han visto caer sus ingresos por publicidad en una media del 28%. Jeffrey Cole, director del Center for the Digital Future, vaticinó en la Conferencia de Revistas Americanas, que se celebró el pasado octubre en San Francisco, que muchos medios seguirían el ejemplo de Newsweek.
“La pérdida de ingresos publicitarios sin duda ha sido una de las causas principales en el cambio de modelo de negocio del semanario”, asegura en un correo electrónico Ken Doctor, uno de los especialistas más reputados en estrategia y periodismo digital de EE UU. “Pero la desaparición de la versión impresa de Newsweek no solo se debe a la amenaza real de Internet, su estrategia de los últimos años no ha sido la más acertada”, concluye. Doctor acusa a los responsables de la publicación de haber perdido buena parte de la identidad en la que la revista cimentó su prestigio y que la convirtió, durante décadas, en el bastión del periodismo riguroso, así como su principal competidora, Time.
Bajo la batuta de Brown, que tomó las riendas de la revista en 2010, en sus legendarias portadas prima más la provocación que el rigor informativo. El número del pasado mes de mayo en el que se retrataba a Barack Obama coronado con un nimbo multicolor junto al titular "El primer presidente gay", generó una gran controversia, la enésima desde que Brown asumió el cargo.
En una época en la que la información está disponible en Internet casi en el mismo instante en que se produce y donde no parece tener sentido esperar siete días para leer sobre ella, el semanal decidió traicionar sus principios editoriales para retener a los lectores. La estrategia no le ha funcionado. La dirección pretende ahora mantener la publicación a flote gracias a las suscripciones por Internet, pero la versión digital de Newsweek únicamente cuenta con 27,000 suscriptores. “La revista sigue la propuesta de Time de pago por contenido, pero en estos años ha descuidado su presencia en la web y sus escasos abonados a la versión impresa no auguran un futuro prometedor a su aventura digital. Y si a eso unimos que Newsweek ha perdido la voz que la distinguió...”, sostiene Doctor.
Desde su fundación, en 1933, las portadas del semanario se convirtieron en su mejor carta de presentación. El primer número salió a la venta el 17 de febrero de ese año. En estos casi 80 años, a la portada de la revista se han asomado desde los rostros de los presidentes de EE UU hasta los de los ídolos de la cultura pop, como los Beatles, o del deporte, pasando por líderes extranjeros como Sadam Husein, demacrado tras ser apresado en 2003.
Pese a tratarse de una publicación centrada en el análisis de la información semanal, Newsweek también solía ofrecer primicias, algunas más que dudosas, como la publicación, en 1983, de los supuestos diarios secretos de Hitler —que resultaron ser falsos—, o la confirmación por primera vez, por parte de una fuente gubernamental, de las brutales prácticas de interrogatorio utilizadas con los reclusos de Guantánamo. El artículo, escrito en 2005, provocó una ola de protestas en Oriente Próximo. Otras llegaron tarde, como la de Monica Lewinsky: el redactor Michael Isikoff tenía la exclusiva de la aventura entre el presidente Bill Clinton y su becaria, pero Newsweek no se decidió a publicarla por cuestiones legales.
Cientos de portadas que culminan con la foto de la sede donde todas se pergeñaron. Una última cubierta más simbólica que polémica pone el colofón a una era. La revista no ha sido capaz de redefinirse para asumir los desafíos de Internet y muchos la ven abocada a la desaparición. (EL PAÍS)