788 palabras
México (4 de febrero).- Dos reuniones cambiaron la historia de Tepalcatepec, Michoacán.
Una se llevó a cabo el 23 de febrero de 2013 en la calle “40 de los Ángeles”, entre Los Caballeros Templarios.
La otra al día siguiente en los corrales de la Asociación de Ganaderos de Tepalcatepec entre habitantes de este Municipio.
La primera fue encabezada por Enrique Plancarte, uno de los líderes de los Caballeros Templarios.
También acudieron “El Tena”, jefe de región; “El Chicano”, jefe de plaza de Tepalcatepec; “El Chilorio”, brazo derecho de “El Chicano”; y “El Toro”, jefe de rancherías de Tepalcatepec y aspirante a controlar en la zona urbana de este Municipio.
En la reunión se iba a decidir quién iba a ser el nuevo jefe de plaza de Tepalcatepec.
“Los hijos de su pinche madre hasta invitaron al pueblo, ya parece que uno iba a decir: ‘bueno pues yo voto por el menos malo’”, recordó un ganadero, hoy autodefensa.
El encuentro entre los templarios no generó al nuevo jefe de plaza. Había pataleo de unos y de otros.
“No se ponían de acuerdo, ya se iba haciendo de noche y se acordó que El Kike lo iba a pensar.
“Enseguida abrieron las botellas, llegó la banda y dio inicio la pachanga”, narró otro integrante de los autodefensas que acudió a la calle “40 de Los Ángeles”.
Al jolgorio llegaron las carnitas, los whiskies Buchanan 18, y las mujeres, muchas de ellas contra su voluntad y menores de edad.
Quien amenizó la reunión fue “El Kike Placarte”, hijo del capo templario.
La fiesta fue custodiada por decenas de punteros que avisaban a sus jefes de cualquier movimiento militar o federal desde 100 kilómetros a la redonda.
Al paso de cualquier convoy castrense, los jefes templarios tomaban brecha.
A las 11 de la mañana del día siguiente, en los corrales de la Asociación Ganadera de Tepalcatepec apenas iba a dar comenzó otra fiesta.
“Siempre que hay elecciones para líder de la Asociación matamos unas tres vacas y tomamos una cervecita, es la tradición, todo esto se llena de familias y se convive a lo lindo, con baile”, dijo Juana Reyes, antes taquera, hoy una de las líderes de autodefensas.
Habían carpas, asaderos, hieleras con aguas y cerveza, y urnas para la votación. Era una kermés.
Los templarios iban a ir a esa elección.
Tenían en mente imponer a una persona de ellos. Se anunció que irían “El Chicano” y “El Toro”.
A las 11:30 sólo llegó “El Chilorio” con algunos pistoleros. Todos con AK-47.
“Se venía metiendo droga y creo que seguía borracho, nos dijo: señores, tal persona va a ser el nuevo líder de la Asociación”.
“Oiga”, se le dijo, “nosotros siempre votamos una planilla”.
“Se hará como digo”, contestó el rufián.
En la reunión ganadera, donde había más de un millar de personas, se escuchó el ruido de las sillas. Los habitantes se levantaron e hicieron frente a los templarios.
Desde meses antes, un sector de los pobladores ya había planeado levantarse en armas.
Un ganadero lo recuerda como si fuera ayer.
“Habíamos preparado el golpe a los templarios, Hipólito (Mora) y otros habíamos tenido reuniones secretas para hacerles frente, las armas salieron de los cazadores, escopetas básicamente, sólo esperamos el momento preciso, nadie sabía cuándo íbamos a explotar”.
Ese 24 de febrero de 2013, reventaron.
Desarmaron a “El Chilorio” y su gente. Después querían colgarlos, pero fueron entregados al Ejército, que ya había sido avisado.
“El Toro” se encontraba en Copetita, una parte de la sierra donde le gustaba subir para ver el valle. Ahí terminó la fiesta.
Mientras “El Chilorio” era llevado bajo la custodia militar, el pueblo, ya levantado en armas se avocó a detener a “punteros” y “halcones”.
Los templarios que pudieron huir salieron echando tiros. De coraje.
Ese día, a “El Toro” lo salvó la cruda*- (Terra)