594 palabras
WASHNGTON, D.C., EE.UU., 9 de junio.- El test o Prueba de Turing fue un método desarrollado por dicho matemático para probar la inteligencia artificial. Si el presupuesto de ésta es imitar la inteligencia humana, entonces tendría que haber una forma de medir los alcances de dicho éxito. Para ello, Alan Turing pensó en un examen basado en la comunicación: un software tendría que hablar con una persona de manera tal que no hubiera contacto visual y después ésta última tenía que decir si el interlocutor era un ser humano o una máquina. Si al menos el 30% de los participantes había sentido que estuvo conversando con otra persona, entonces el programa aprobaría el test de Turing.
Si una persona hablaba con otra sin verla y sin descubrir nunca que su interlocutor era en realidad un programa de computadora, aprobaría.
El test de Turing data de 1950 y desde entonces, ningún software lo había aprobado con suficiencia. Uno de los más cercanos al éxito fue ELIZA, un programa de Joseph Weizenbaum que a partir de cierta idea elemental de un psicoterapeuta (de la escuela rogeriana), respondía al interlocutor preguntando, con lo cual parecía posible sostener una conversación coherente y hasta cierto punto profunda. Si, por ejemplo, la persona preguntaba a ELIZA “¿Quién eres?”, el programa contestaba: “¿Por qué estás interesado en saber quién soy?”.
Programas como ELIZA o PARRY eran, sin embargo, demasiado elementales y bastaba elevar un poco el nivel de la conversación, hacia asuntos más complejos y con más matices que un simple “¿Cómo estás?”, para que el engaño se descubriera.
Al menos hasta ahora, pues según se ha informado, un software que simula ser un niño de 13 años es el primero en la historia en superar con éxito la Prueba de Turing, haciéndole creer a 1 de cada 3 personas que no era un programa de computación, sino una persona real.
Se trata de Eugene Goostman, creado por Vladimir Veselov y Eugene Demchenko. El joven Goostman pudo conversar con académicos de la University of Reading, sosteniendo la plática lo suficiente como para hacerles creer al 33% de ellos que en realidad se trataba de un pre-adolescente. En este caso la naturalidad se logró gracias a que los recursos de hacer preguntas o plantear temas no se forzaron, haciéndolos parecer más importantes que la conversación misma, según declaró Kevin Warwick, uno de los profesores que probó suerte con el software.
¿Las máquinas pueden pensar? Se preguntó Alan Turing a mediados del siglo XX. Ahora, más de 60 años después, parece que la respuesta ha llegado. (Agencias)