1443 palabras
FORTALEZA, Brasil, 17 de junio.- Lejos, muy lejos de este planeta. Cerca de la perfección, un encuentro épico y memorable. Un scratch que por momentos parecía recobrar su oro y un conjunto que, por lapsos, parecía más una Naranja TRIcánica, todo bajo el marco del mayor evento que pueda existir en este planeta: la Copa Mundial de la FIFA; todos los elementos juntos para rendir pleitesía a la consagración de un nuevo héroe en el fútbol y que tiene nombre y apellido: Francisco Guillermo Ochoa Magaña.
Valentía, honor e intensidad, algo parecido a lo que había prometido Miguel Herrera en la víspera, fue lo que presentó una Selección Mexicana encumbrada, que sufrió, pero a la vez atacó a un Brasil poderoso e impotente, todo en un mismo encuentro. Un empate 0-0 que deja más sonrisas más allá de las que podría arrojar tan superfluo marcador. Emoción pura en un encuentro vibrante y que tuvo como figura al ahora ex portero del Ajaccio de Francia.
Brasil y México regalaron un encuentro apartado de cualquier mal terrenal. Ambos se mordieron las uñas y lamentaron fallas, el empate acabó como lo más justo para lo que se vivió en este compromiso dentro del Grupo A del Mundial 2014. Cuatro puntos ahora por bando, más arriba la Canarinha por diferencia de goles (+2) que el Tri (+1). El Estadio Castelao de Fortaleza vibrará y retumbará por varios días por el choque de huracanes verdeamerelha y roja del que fue testigo y más valdría revisar la estructura y cimientos, peligrosamente inestables después de tan severo choque vivido este martes en la capital de Ceará.
Sin importar la amplia y obvia mayoría brasileña en el estadio, México intentó devorar a su rival desde los primeros segundos del encuentro. Apenas el árbitro turco Cuneyt Cakir dio el silbatazo inicial, el conjunto rojo y negro salió a buscar el balón Brazuca con decisión y, sobre todo, esfuerzo. El gran despliegue físico, en fuera de lugar para los primeros minutos, la sed de gloria y de hacer historia se confundió desde los primeros minutos con un ímpetu casi desastroso por incomodar a Brasil. El Tri fue un auténtico vendaval en el inicio, pero pagó caro su osadía con el pasar de los minutos.
El Pentacampeón del Mundo supo contener de forma oportuna los ánimos mexicanos y, a base de posesión y peligro en las bandas, tranquilizó la locura visitante. Oscar avisó con un tiro a los 10' y a los 25' empezaría a invocar al héroe del encuentro con un magnífico cabezazo de Neymar que hizo que el portero Guillermo Ochoa se estirara hacia su derecha para dar un manotazo salvador, en lo que sería quizás la mayor y mejor atajada de su carrera. El dominio era ya brasileño y los dirigidos por Miguel Herrera ya no pisaban el área; de repente y casi como una epifanía futbolera, un nuevo recurso apareció en el conjunto norteamericano: los tiros de media distancia.
Héctor Herrera y José Juan Vázquez hicieron uso de su toque desde fuera del área para volver a poner los pies de Brasil sobre el pasto del Castelao: todo funcionó. Brasil perdió la confianza, lució semblantes totalmente de terror y drama. Los rostros de los 11 del scratch en la cancha denotaban ya la presión manifiesta de organizar el Mundial, "su" Mundial. A pesar de ser superados, la Canarinha tuvo tiempo para inquietar y, a la vez, gestar la leyenda de Ochoa, sobre todo cuando a los 43', logró otra atajada y un buen achique ante la llegada de Paulinho, ya cuando el primer tiempo agonizaba.
Para el segundo tiempo, el dominio fue alterno. La ida y vuelta de la primera parte no cesaría. El despliegue físico era ya un asunto de prioridad y, para gusto de los aficionados, el espectáculo estuvo siempre garantizado. Julio César denotaba todavía más nerviosismo, pánico ante la incredulidad de su hambrienta afición, que intentaba desahogar la presión adoptando un típico grito mexicano, que reza algo parecido a la palabra "burro" y "devolviéndolo" cada vez que Ochoa sacaba desde su meta.
México hizo más que simplemente atacar a Brasil: le hizo ver mal, lo orilló a perder el estilo, a renunciar a su historia. Despedazó todo vestigio del legendario Jogo Bonito. Garrincha hubiera llorado al ver cómo el orgulloso scratch saltaba líneas y apelaba a las individualidades de Oscar y Neymar o a la fortaleza de Fred. En el medio campo tricolor, las cosas parecían ir relativamente tranquilas, con un Guardado seguro, un Herrera (después salió de cambio por Marco Fabián) efectivo y un Gallito envalentonado, que continuaba poniendo a prueba a Julio César.
Ya con Javier Hernández y con Jo en la cancha, el momento climático llegó. Parecía que los más de sesenta mil espectadores, los técnicos Luiiz Felipe Scolari y Miguel Herrera y los jugadores hubieran asistido a la consagración de un ídolo, más que a un encuentro con tres puntos en disputa. Cinco minutos antes del final, otra jugada a balón parado, esta vez rematada de cabeza por Thiago Silva, puso el balón con rumbo de meta. Guillermo Ochoa se aguantó y revolcó para sacar el balón por última vez de peligro de su cabaña. El idilio estaba consumado, el portero tricolor salvaba a su equipo de la cuarta derrota ante Brasil en Copas del Mundo y rechazaba al ganador en un encuentro épico. Todavía Raúl Jiménez y Andrés Guardado hicieron que las uñas de los sudamericanos desaparecieran con otros dos tiros de media distancia para cerrar la cortina de un espectáculo inolvidable.
El "pesado" anfitrión podrá tomar más calma cuando cierre la Fase de Grupos ante Camerún, mientras que México se verá las caras con Croacia a la misma hora el próximo lunes. Con o sin Jogo Bonito, la reputación brasileña está a salvo en su sagrado hogar, aquel que once valientes (e incansables) hombres, comandados por uno que tenía especialmente las manos grandes, estuvieron a punto de conquistar. HisTRIótico y MEMOrable. Más partidos como éstos, recuerdan la grandeza que solamente un Mundial tiene a nivel global. (Agencias)