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México (29 de mayo).-
Los sobrevivientes de los bombazos atómicos de Hiroshima y Nagasaki son conocidos en Japón como hibakusha. Hay unos 48 mil de ellos viviendo en la Prefectura de Nagasaki, y unos 83 mil en Hiroshima. Algunos eran niños pequeños cuando las bombas fueron lanzadas, otros eran adultos jóvenes. Su edad promedio ahora es de más de 80 años. Varios de los sobrevivientes compartieron sus historias y opiniones sobre la visita del Presidente Barack Obama a Hiroshima el viernes, según publicó el periódico The New York Times.
SUNAO TSUBOI, 91 años, Hiroshima Tsuboi era un estudiante universitario de 20 años que se dirigía a clases la mañana del 6 de agosto de 1945 cuando cayó la bomba atómica. Su cuerpo se quemó de pies a cabeza.
El dolor era tan intenso que Tsuboi estaba seguro que moriría. Tomó una piedra pequeña y grabó en un puente, “Aquí es donde Sunao Tsuboi encontró su fin”.
Un compañero de clases lo rescató en el puente y lo llevó a un hospital militar. Varios días después, su madre y un tío lo encontraron y lo llevaron a casa. Le tomó un año volver a caminar.
Más tarde, se enamoró de una mujer cuyos padres no querían que se casara con él, por temor de que muriera pronto. Desesperada, la pareja tomó pastillas para dormir, pero las dosis fueron demasiado bajas. A la larga, Tsuboi obtuvo el permiso de los padres de ella y siete años después se casaron. La pareja tuvo tres hijos y siete nietos.
Después de que se jubiló como director de secundaria, Tsuboi decidió dedicarse a trabajar en la filial en Hiroshima de la Confederación de Japón de Organizaciones de Víctimas de Bombas Atómicas y de Hidrógeno.
Tsuboi dijo estar agradecido de la visita de Obama. Indicó que aunque el Presidente había hecho pocos avances hacia la visión de un mundo libre de armas nucleares que delineó en el 2009, “ésa es la estupidez de la humanidad”.
Instó al Presidente a trabajar por la paz mundial después de que deje el cargo. “El mundo es más complejo ahora”, dijo Tsuboi. “Pero en su corazón, él desea que la gente se lleve bien entre sí”.
SHIGEMITSU TANAKA, 75 años, Nagasaki Tanaka, de casi 5 años cuando cayó la bomba, jugaba bajo un árbol de caqui el 9 de agosto de 1945, cuando escuchó un enorme tronido y el cielo quedó completamente blanco. Todas las ventanas de la casa de su familia se rompieron.
Su madre fue a trabajar a una escuela primaria de la localidad a donde los sobrevivientes fueron llevados para recibir tratamiento médico. Ahí, Tanaka oyó gemidos y percibió el hedor de la carne quemada.
Los padres de Tanaka padecieron repetidas enfermedades durante sus vidas. Su padre murió de cáncer de hígado 12 años después del bombazo.
“Por supuesto tenemos una sensación de querer una disculpa”, expresó Tanaka, director del Consejo de Sobrevivientes de la Bomba Atómica de Nagasaki. “Pero lo más importante es abolir las armas nucleares”.
Dijo confiar en que Obama se sentaría y escucharía a los envejecidos sobrevivientes. “Si no los escucha ahora, en 10 años, nunca podrá escucharlos”, señaló Tanaka.
MIYAKO JODAI, 76 años, Nagasaki Jodai vivía con su abuela y su tía en las colinas de Nagasaki. Todo lo que ella recuerda del momento en que la bomba estalló es una carga eléctrica de luz que la dejó inconsciente.
Al quedar destruida su casa y al no encontrar comida, la familia escapó a Fukuoka, a unos 160 kilómetros al noreste. Llegaron a la casa de una pariente lejana, que le ofreció a Jodai su primer baño caliente desde el bombazo. “Fue muy amable”, dijo Jodai. “Nos dijo, ‘han hecho bien en sobrevivir’”.
Durante las miles de veces que ella ha contado su historia, ha sido muy franca sobre su creencia de que Japón debe cargar con parte de la culpa por los bombazos. “Creo que hubo muchas oportunidades de prevenir que la bomba atómica fuera lanzada sobre Japón”, dijo. “Si hubiéramos detenido nuestra agresión quizá se podría haber evitado que Japón fuera víctima de una bomba”.
Jodai expresó que recibía con agrado la visita de Obama, aunque desea que él escuche las historias de los hibakusha para que pueda “entender la crueldad, la desgracia y el impacto humano de la bomba atómica”.
YOSHITOSHI FUKAHORI, 87 años, Nagasaki Fukahori tenía 16 años y había sido reclutado para trabajar en una oficina gubernamental. Cuando la bomba cayó, se hundió debajo de un escritorio. “Fue un sonido tan fuerte y como un relámpago, muy brillante”, dijo. “Todo el aire se salió del cuarto”.
La noche del 9 de agosto intentó llegar a casa, pero la avenida principal que atravesaba el centro estaba incendiada. En una ruta alterna por las montañas, se topó con otras víctimas que trataban de escapar, con la ropa hecha jirones y las cabezas cubiertas de ceniza negra. Una mujer se colgó de su pierna, pidiéndole agua. Cuando Fukahori se agachó para tomarla del brazo, se le desprendía la piel en tiras.
Fukahori dijo entender por qué Obama no daría una disculpa por los bombazos.
“En Estados Unidos hay diversas opiniones sobre si debería disculparse o no”, comentó Fukahori. “Entiendo bien eso, porque EU perdió muchas vidas en la Segunda Guerra Mundial. Todos somos víctimas de la guerra”.
KANA MIYOSHI, 22 años, Hiroshima Miyoshi es una estudiante de último año de la Universidad de la Ciudad de Hiroshima. Es la nieta de Yoshie Miyoshi, una sobreviviente que perdió a su padre y a uno de sus hermanos en el bombazo.
Mientras crecía, Miyoshi nunca le pidió a su abuela que le contara su relato. Pero en la universidad, fue invitada a un taller de recopilación de testimonios en las Islas Marshall, sitio de numerosas pruebas nucleares después de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces ha registrado en video la versión de su abuela y quiere que más personas escuchen las memorias.
Al crecer en Hiroshima, Miyoshi dijo que le enseñaron a considerar a las armas nucleares como “incondicionalmente malas” y que nunca supo sobre la agresión de Japón en la guerra.
Pero como estudiante de ciencias políticas que también pasó su primer semestre en la Universidad de Hawai, ha empezado a considerar otras opiniones. “Descubrí que en otros países se tiene la opinión de que las armas nucleares pueden actuar como un factor de disuasión”, apuntó.
En cuanto al papel de Japón, dijo, “no deberíamos hablar sólo del lado de las víctimas. También podemos ser los agresores”.
Miyoshi, quien recordó haber escrito una carta para el Presidente Obama en el 2009 pidiéndole venir a Hiroshima, dijo estar agradecida por su visita. Comentó que ni ella ni su abuela esperaban una disculpa. “Es sólo una formalidad”, indicó. “No tiene sentido hablar sobre formalidades”.