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A un mes de cumplir dos años de estar en la silla de Palacio, Ivonne Ortega Pacheco aún no empieza a gobernar en toda la extensión de la palabra. Su gestión, gozando de una increíble complacencia de la ciudadanía, se ha limitado a muchos y variados viajes, a publicitar proyectos e ideas que algún día según ella se materializarán, o numerosos "programas sociales" que únicamente entregan pescados a gente necesitada —y otra no tanto— pero nunca el cordel, el anzuelo, la plomada y la carnada para que ellos mismos los saquen del mar.
Lo anterior, sin embargo, no ha impedido que su popularidad, según las encuestas recientes, siga por las nubes. Pareciera que no importa tanto que no se cumplan las promesas pasadas, como que no se pierda el ritmo de formular nuevas...
Es por todos sabido que los gobernantes recién elegidos, sobre todos los que provienen de un partido político diferente al que antes gobernaba, gozan de un periodo de condescendencia y paciencia de parte de la ciudadanía al que popularmente se le ha llamado "luna de miel".
Así por ejemplo, las primeras semanas de su gobierno, el presidente norteamericano Barak Obama parecía tener la fórmula para convertir en aprobación y aplausos cualquier gesto, actitud o acción que hiciera, por más intrascendente que la misma fuera. Sin embargo, esa "luna de miel" entre el primer presidente de color en los Estados Unidos y sus gobernados pareciera ya estar concluyendo, y las aguas de la política norteamericana aparentemente van regresando a su nivel habitual. Las fundadas o infundadas —según Usted lo quiera ver— críticas por haber matado una mosca frente a millones de televidentes, es sólo un ejemplo de ello.
Para Ivonne ha sido diferente. La "luna de miel" parece no tener fin y la paciencia de los yucatecos no tener límite. Han pasado 23 meses desde que tomó posesión y la mandataria sigue gozando de alta aceptación y numerosas muestras de afecto y admiración por donde pasa. Eso es indudable.
Sin embargo, no hay que ser "testarudos" para darse cuenta que esa aceptación no proviene de un gobierno de éxitos o exento de errores. De hecho son muchas y muy variadas las evidencias incontrovertibles de irregularidades, negligencias y otras tropelías que enfrentados a los "programas sociales" que como conejos ha reproducido, arrojan un saldo sin lugar a dudas negativo para su gobierno.
Es en cambio la mercadotecnia, sustentada en millones de pesos del erario, en donde está la respuesta. Son las efectivas y masivas campañas publicitarias las que han idealizado la figura de Ivonne Ortega Pacheco y las que le tienen todavía en los cuernos de la luna. Y ésto no es bueno, ni para Ivonne ni para los yucatecos...
La gobernadora corre el riesgo de "perderse en la fama" que sus mercadólogos le han generado y "perder el piso" —no debemos olvidar los yucatecos los casos de buenas personas "afectadas" por un continuo y maléfico "cultivo" bien ejecutado. El desapego de la realidad conlleva implícitamente los riesgos de la autocomplacencia, la falsa creencia que nuestro actuar siempre es el correcto y la abolición de la necesaria autocrítica y la retroalimentación, lo que consecuentemente se traduce en la ratificación del proceder y, a la larga, en el estancamiento y el anquilosamiento. En el caso que nos ocupa eso significaría que Ivonne nunca se daría la oportunidad de revisar su manera de gobernar y, por tanto, la privaría de un posible y esperable mejor gobierno.
Para los yucatecos las cosas no nos pintarían mejor, pues borrachos de los juguitos y las tortas y envilecidos en nuestras potencialidades como seres productivos con los pescaditos recibidos, tendríamos un muy amargo despertar. No hay que olvidar que mientras más larga es la fiesta, más difícil la cruda...