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"Males": sucesos o acciones que generan sufrimiento, malestar, rechazo a la vida y desprecio del medio existencial.
Grave mal que aqueja a México y a Yucatán: la desinformación. Se basa en la mentira —así, tal cual— y la manipulación de los hechos para hacer que lo verdadero parezca mentira y la mentira parezca verdad.
El criterio político del ciudadano, en cualquier sociedad, se forma cuando lee o escucha las narraciones de los hechos.
Es catastrófico el resultado cuando el bombardeo al ciudadano cae en lo esquizoide, que es precisamente llenar el espacio informativo de datos contradictorios, muchas veces ilógicos, pero causando una confusión que siempre —sin excepción— se convierte en contraria a los intereses de la sociedad, de la nación y de los individuos.
¿Cómo podemos calificar a un gobierno que paga dinero de la sociedad a uno o varios medios para que éstos sistemáticamente mientan o disfracen la verdad con datos parciales mezclados con datos falsos? ¿Qué calificación merece?
Y ¿cómo podemos calificar a los miembros de esa misma sociedad, que sabiendo de ese juego de mentiras y de falsedades, asisten a aplaudir a los promotores de la política de tergiversación de hechos para mantener engañado al ciudadano?
¿Son los "lacayos" de la putrefacción? ¿Cuánto vale su aplauso? ¿Dos millones, cuarenta millones, ciento veinte millones? ¿Más?
Los individuos con capacidad de sentir vergüenza de sí mismos, de su sociedad y de sus actos como lacayos deben reaccionar y, por lo menos, abstenerse del aplauso o el halago hipócrita y mezquino. Al hacerlo, están validando o justificando la mentira, el engaño y el hurto descarado de recursos que sólo deben servir para servir a los ciudadanos y no a la imagen del político en turno en la silla de poder.
Ellos quisieran silenciar a los que están alerta, que pueden leer "entre líneas" y que acuden a descifrar el mensaje lleno de falsedades.
Lo que algunos con pasión por la vida no podemos entender es cómo, haciendo el vergonzoso papel de lacayos baratos, esos "distinguidos" miembros de "la sociedad" mantienen su aplauso al "mal", en vez de usar sus millones –por lo menos una muy pequeña parte– para contribuir a la erradicación de la enfermedad social de la mentira pagada con los propios recursos de todos nosotros.