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Mérida (4 de marzo).- Ya tengo cansancio mental. Todo febrero, y este fin de semana en espacial (oh, nuevamente, cansancio mental) todos tenemos una opinión sobre el cambio de derrotero del Carnaval.
Lógicamente, la mayoría opina según le conviene y muy pocos realmente dan una visión objetiva de los beneficios y contra de los cambios de este año. Lo mejor, sin ofender a nadie.
Realmente, Momo y sus fiestas carnestolendas siempre me han importado lo mismo que cuántas cuchariditas de azúcar se le debe poner al pan de chocolate, pero evitando que cuestionen mi actitud ciudadana, aquí va la explicación.
Estudié en una escuela católica de pura mujer. Como comprenderán, estas cuestiones del Carnaval sólo me importaban por los días de asueto porque en mi siempre honroso colegio estos temas no se tocaban por obvio, la FIESTA DE LA CARNE. Recuerdo que alguna vez le dije a mi mamá que quería desfilar vestida de “chiapaneca”, “rusa” o “pirata” por las calles del Centro Histórico (porque eran los únicos disfraces que habían, ya saben las hermanas menores reciclamos ropa de nuestros hermanos). Y mi madre respondió ese frase maternal tan querida: “Ajá, ahhhhh lo vemos”.
Mi padre, con esa filosofía única que debemos saber de todo y vivir de todo, consideraba que al menos debíamos vivir la experiencia, y mis hermanas y yo, mientras estuvimos peques, fuimos cada año hasta que mi papá se hartó. Nunca rentamos palco, nunca hicimos nada más que quedarnos parados a ver qué onda. Y listo.
Llegó mi adolescencia y la moda era armar una coreografía carnavales y presentarse en determinado club, lo que sí hice. Una vez y nunca más (mucha lana más mi nula coordinación corporal)
Ya más crecidita, iba con mis amigas simplemente a “caminar” y ver qué onda. Alguna vez se nos ocurrió ir con patines en MARTES DE CARNAVAL y desde ese momento supe lo que era volar, porque sólo dejaba que el mismo movimiento de la gente me llevara.
Y ya nunca más volví. O dos. Porque ya una adultita, me di cuenta que padezco cierta agorafobia ( sí, es medio a los lugares abiertos, pero es mi reinterpretación si le queremos poner bonito al ODIO EL AMONTONAMIENTO EN LUGARES GRANDES Y ABIERTOS) y ahí quedó. Y eso que viví muy cerca de Montejo.
Ahora, cuando realmente lo empecé a odiar, fue cuando trabajaba en una empresa que se ubica entre la 60 y 62, cerca de San Juan. Para poder irme a casa o me subía a un carrito y me unía a la comparsa, o me quedaba encerrada y a disfrutar del Carnaval a fuerzas.
Y después de este brevario biográfico, da pena tanta ofensa y laceración por una fiesta que originalmente está planeada para la diversión gratuita de la gente. Ya se olvidó por completo cuál es el objetivo del festejo.
Como Historiadora, considero que debemos preservar el Paseo de Montejo y el Centro Histórico, porque simplemente no soporto ver el maltrato y el estado en que queda una zona tan significativa y valiosa para nuestra historia. Tal vez, si se aplicaran las medidas adecuadas para su respeto y conservación…. Pero no es así.
Ahora, de Xmatkuil, sólo trato de entender la lógica ¿si todos están dispuestos a trasladarse para ahí y pagar lo que sea por ‘dar la vuelta’, cuál es el problema ahora? Sólo es pregunta. De cualquier manera, yo no voy, por mi AGORAFOBIA.
Lo que sí creo, es que ya, silencio con volver este tema una cuestión de colores de partido. No porque seas priísta eres de lo peor, ni porque seas panista otro peor… ni así. Ya basta con esos ataques. No vienen al caso. Lo que viene al caso es ofrecerle lo mejor a la gente, la mejor diversión, y afinando la logística. Y a aún así, muchos no van a quedar de acuerdo y siempre habrá críticas porque así es la naturaleza humana.
Autoridades, debemos mejorar la logística. Ya sea en Montejo, Xmatkuil o en el jardín de niños “Mi primer mundo”. Acá falta logística de operación, un poco de orden y podremos ver que el resultado será del beneficio de todos. Y ya, dejen polarizar y poner colores a un evento pensado y creado para la gente.
Todos tenemos la capacidad de entender y comprender, y con un plan bien armado, se puede llegar a un razonamiento y decisión de beneficio. La objetividad cuesta, pero la política NO TIENE QUE VER en el tema.
Bueno, tal parece que Momo no me es tan indiferente.