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México (21 de diciembre).- La frase es así: “No puedo dormir por culpa del perro de mi vecino”.
Si usted la escucha, sólo puede pensar en dos cosas: El interlocutor de plano no quiere a su vecino o los ladridos del can no permiten conciliar el sueño.
Generalmente la segunda opción es la correcta pero la confusión es una muestra de que debemos pensar muy bien nuestras palabras si queremos dar el mensaje correcto. Aunque la frase no es incorrecta gramaticalmente, el agregar “los ladridos del perro” podría ser de mucha ayuda.
“Yo no quise decir eso”, “Me malentendiste”, “Entendí otra cosa”, etc, etc, etc… Todos fallamos en lectura de comprensión y capacidad de escuchar, pero en expresarnos, la mayoría tenemos 0. Chance un 5.
Analicemos por qué. Una razón de estos malentendidos es porque asumimos que todos, absolutamente todos, pueden leernos la mente y saben de qué hablamos. Incluso cuestionamos su inteligencia porque se atreven a ignorar datos como el nombre del elefante del gran conquistador Haníbal o que existen distintos navegadores de internet. Como diría un viejo camarada “tooodo mundo lo sabe”. Pues no es así.
Es muy importante utilizar las palabras correctas y ser los más claros posibles si realmente queremos que nos entiendan. No pasa nada si no comprendemos a la primera y pedimos que nos repitan las instrucciones o pedir que nos den todo por escrito (en cuestión de trabajo) porque una palabra omitida o un acento mal apuesto pueden dar al traste con negociaciones y significar pérdida de dinero (¡auch!).
Lo exige este mundo moderno, en el que nuestro principal medio de comunicación es el Whats App, Facebook y todo lo queremos expresar a través de mensajes y palabras cortas. No podemos permitir el “no pongo acentos para evitar la fatiga” o acostumbrarnos a usar puras mayúsculas, ya que la impresión que tiene la otra persona es que le están gritando. Esos segundos más de tiempo nos garantizan menos desgaste emocional y económico.
No olvidemos que no sólo es lo que decimos, sino cómo lo decimos. La pronunciación adecuada y dándole el matiz correcto marca la diferencia. No es lo mismo decir: “Préstame 100 pesos” con tono imperativo a “Préstame 100 pesos” con tono delicado y suave. Las reacciones que obtendremos son muy diferentes, cómo no.
Porque no queremos que el vecino nos escuche y piense que lo ofendemos, ¿verdad? Nadie está para pleitos vecinales innecesarios.