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LA RUANA, Michoacán, 20 de diciembre.- Una camioneta blanca de modelo reciente con dos disparos en el parabrisas se estaciona frente al kiosco de la entrada del panteón municipal de La Ruana.
El dueño del vehículo confirma que son disparos, pero que el cristal no se rompió, porque tiene un blindaje del numero cinco. En esa camioneta iba Luis Antonio Torres, El Americano, el día del enfrentamiento.
Deudos de los cuatro rurales del grupo de El Americano fueron despedidos ayer en la parroquia del poblado. (Foto Jorge Serratos/El Universal)
La parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, de La Ruana, recibe alrededor de las 13:00 horas los cuerpos de Hernán Hernández, Sergio Pacheco, Cipriano Sánchez y César Bernardino, del grupo de El Americano, quienes la tarde de ayer fueron sepultados por sus deudos.
En la entrada de la iglesia toca con fuerza y sentimiento el Mariachi Tomatlán, de Buenavista, una canción plañidera que habla de una despedida larga y profunda, que es inspiración del dueño del grupo.
José Luis Segura, el párroco del lugar identificado con la causa de Hipólito Mora y a quien El Americano amenazó de muerte en alguna ocasión, oficia el sepelio apretando los dientes, pero un poco más sereno que el día anterior, cuando le tocó dictar la misa del hijo del Mora Chávez, y acusó a los presentes de ser omisos ante la maldad.
En su discurso dice que “los seres humanos somos proclives al mal, pero siempre está la libertad de elegir”, y señala que la división y el encono del pueblo es el triunfo de quienes siembran la discordia.
A diferencia del sepelio de un día anterior, la parroquia y el panteón se inundan de camionetas nuevas, trocas dicen por aquí, Lincon, Chevrolet, grandes y lustrosas. También de un Corvette negro y al menos tres BMW.
Ahí estaba destrozado Rogelio, el padre de Hernán, uno de los brazos derechos de El Americano; las jóvenes viudas con niños en brazos; las madres llorosas pidiendo al aire explicaciones, y más atrás los hombres de El Americano armados hasta los dientes bebiendo cerveza.
El dolor y el llanto se multiplica por cuatro ante los féretros de madera.
Una niña de 13 años se aferra al féretro de su padre y su llanto estruendoso provoca las lágrimas de todos, mientras el ambiente se tensa bajo el sopor de un calor de 35 grados y un olor putrefacto que comienzan a despedir los cuerpos.
En la guerra todos pierden, pero también queda la sed de venganza. A pesar del dolor por la pérdida, las mujeres, madres, hermanas, hijas y esposas, reclaman airadas:
“Estos hijos de su puta madre me arrebataron a mi hijo”, externa en el lamento una madre ahogada en llanto, quien asegura que a su hijo le dispararon por la espalda.
Es el hijo del Comandante Ocho, un hombre de estatura mediana, con el gesto endurecido y vestido con una camisa Tommy Hilfigerl negra.
Sus lentes oscuros ocultan los ojos llorosos, cansados y pide que le dejen relajarse antes de repetir su versión de los hechos, donde su hijo de 20 años perdió la vida.
Hasta el panteón llegó a darle las condolencias al Comandante Ocho el presidente municipal de Buena Vista Tomatlán, Luis Torres, a quien a finales del 2013 le mataron a un hermano y le secuestraron a otro.
Él acuso en ese tiempo a los grupos de Autodefensa del crimen de su hermano, y el entonces gobernador Fausto Vallejo Figueroa le creyó y emprendió la persecución de ellos.
También estaba ahí un lugarteniente llamado La Goya, uno de los más acaudalados de la región.
“Hay mucha gente de La Ruana, pero también muchos de Buenavista que están muy pesados”, comenta un señor que conoce a la perfección los grupos de poder y sus integrantes.
El Americano no estuvo en los funerales de su gente. No se le vio a él, pero sí a sus guardias personales, todos con radio en mano para reportar los movimientos de todos.
“Van desfilando apenas por la Avenida principal… Los federales están en la entrada, sin moverse… todo despejado del otro lado del puente”.
En el cementerio, justo al lado de la tumba del hijo de Hipólito Mora quedó a unos cuantos metros sepultado el cuerpo de César Bernardino, otro joven como Manolo, que al igual que él tenia familia, esposa e hijos que hoy claman justicia. (El Universal)