497 palabras
*México (17 de mayo).-
El Papa se manifestó este martes contra la ambición del dinero y el poder, así como la “tentación mundana” de quienes buscan destruir al otro “para trepar”, todas situaciones que “dividen y destruyen” a la Iglesia católica.
Por segundo día consecutivo, Francisco cargó contra los malos hábitos dentro de las estructuras eclesiásticas, luego que la víspera pidió ante obispos italianos que los sacerdotes vivan de manera sobria y eviten a toda costa convertirse en burócratas.
En el sermón de su misa matutina de este día, celebrada en la capilla de su residencia vaticana Santa Marta, reflexionó sobre Jesús, quien hablaba con un lenguaje de humillación, mientras sus discípulos usaban un idioma “de trepadores” porque se preguntaban “¿quién irá más alto en el poder?”.
“La vanidad, el poder… Como cuando tengo esas ganas mundanas de estar con el poder. No de servir, sino de ser servido. No se ahorra nada, con tal de llegar: chismes, embarrar a los otros… La envidia y los celos hacen este camino y destruyen”, dijo.
“Es algo que todos conocemos, todos. Sucede hoy en toda institución de la Iglesia: parroquias, colegios, otras instituciones, también en los obispados (…) todos. Es lo que quiere el espíritu del mundo, que es espíritu de riqueza, vanidad y orgullo”, agregó.
Aseguró que todos están tentados a destruir a los demás para trepar, porque así es la “tentación mundana”. Pero ese no es “el espíritu de Jesús”, apuntó.
Insistió que los apóstoles prefirieron discutir entre ellos por ver quién era el más grande antes de cuestionarse sobre lo que les dijo su maestro, pero el camino de Cristo es el servicio, por eso dice que el más grande es quien sirve a los demás, no el que se vanagloria, que busca poder, dinero, vanidad, orgullo.
Según Jorge Mario Bergoglio, esa historia se repite cada día en la Iglesia y en cada comunidad: “¿Quién es el más grande de nosotros? ¿Quién manda?”. Precisó que “son las ambiciones”, las “ganas de trepar” y de “tener poder”.
La víspera, en la inauguración de la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana, Francisco llamó a los sacerdotes a una vida sobria, a ser hombres de paz, de relaciones, con una vida simple y siempre a disposición de la gente.
Estableció que el presbítero no debe ser un burócrata o un funcionario anónimo, no se fija en la eficiencia ni se escandaliza por la fragilidad humana, y en cuanto a los bienes económicos, invitó a “mantener solo lo que sirve para la experiencia de fe y caridad del pueblo de Dios”.