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Una vez más, las cosas suceden como se han dado durante toda la vida, pero, en especial, se han informado durante este sexenio. No, no es algo que el gobierno a cargo del sexenio se haya entusiasmado en hacer. Es algo que todos los medios del país, imbuídos de una especie de “parejura, golpeemos a Calderón” se ha encargado de diseminar como si, cada vez que se da un acto de este tipo, es culpa del presidente.
En esta ocasión —un día cualquiera más— el asunto se da nuevamente en Monterrey.
Se trata de delincuentes desatados, furiosos porque “algo” no les sale como quisieran. El móvil, da igual: son delincuentes delinquiendo. No tienen derecho a ser defendidos por los medios como si se tratara de gente incitada a la violencia debido a la lucha declarada en contra de los organizados.
Algunos mexicanos se dieron cuenta; la mayoría no. En tanto quien delinque insista en hacerlo, debe ser combatido. También se puede cambiar la ley para que el gobierno deje de tener la obligación de combatir al que delinque. O bien, cancelar cualquier acción como delito, en cuyo caso todos quedamos libres de hacer lo que podamos. Malamente se le llama “la ley de la selva”, porque en la selva, las cosas son muy diferentes.