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México, 25 de febrero.- La recaptura del líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, que acaparó el centro de atención y recursos, significa el fin de las celebridades de narcotraficantes en México, por lo que el gobierno puede ahora dedicarse completamente a la lucha en contra del crimen, según un análisis de la Fundación InSight Crime.
Un artículo, publicado por este think thank especializado en temas de crimen organizado en el continente americano, expone que desde el momento en que Guzmán Loera se fugó de la cárcel en el 2001, dominó el crimen organizado como ningún otro.
El texto relata que Guzmán Loera convirtió a la también llamada Federación de Sinaloa en el grupo más famoso del país y construyó vínculos con naciones tan lejanas como Malasia y Australia.
Patrick Corcoran opina en este artículo que la importancia del Chapo fue también producto del mito que lo rodeaba, pues se convirtió en un traficante famoso al puro estilo de Pablo Escobar y Amado Carrillo, conocido como El Señor de los Cielos.
El líder de Sinaloa dominó la cobertura de los medios de comunicación nacionales más que todas las figuras políticas e incluso se convirtió en tema de una telenovela a principios de año. También apareció en la lista de Forbes como una de las personalidades más ricas del mundo.
“Sin duda, Guzmán fue el emblema más importante del México moderno, en el cual el crimen organizado surgió como el principal reto de la era democrática”, analiza Corcoran.
A inicios de la administración de Felipe Calderón comenzó el ataque frontal hacia el crimen organizado y El Chapo se convirtió en el principal trofeo. Esta estrategia se basaba en la premisa de que arrestar o matar a hombres como Guzmán perjudicaría a cárteles, abriendo paso a la imposición de la autoridad gubernamental sobre las organizaciones criminales, y con ello se limitaría la violencia. Para el 2009 había enlistados 37 capos y hacia el 2012 se registraron 25 bajas.
Tras la recaptura de Guzmán, Corcoran apunta que apenas un puñado de capos con fama se mantiene libre y con vida: Ismael Zambada, El Mayo; Juan José Esparragoza, El Azul; Héctor Beltrán Leyva; Servando Gómez, La Tuta, y Vicente Carrillo, El Viceroy.
No obstante, es improbable que alguno de ellos figure en el estrellato. “Pareciera ser que con la captura del Chapo la era de los capos celebridades de México está llegando a su fin. Los herederos de Guzmán son propensos a adoptar un perfil más bajo, y es poco probable que el gobierno de México permita que otro narcotraficante se convierta en semejante objeto de culto”, expone Corcoran.
Si bien la captura de Guzmán es un paso positivo, enfrentarse a los factores que permitieron su surgimiento es un trabajo de generaciones. “Se requiere no sólo voluntad política y creatividad, sino también paciencia y apoyo de la sociedad en general”, concluye el análisis.- (El Economista)