México (19 de agosto).- Es extraño para nosotros como país cuando escuchamos noticias sobre poblaciones en otras partes del mundo que han entrado en un proceso de descanso natal porque -admitámoslo- en México los hijos son solo “algo que pasa”.

Otros lugares en el mundo, particularmente en Europa y Asia, han definido a la modernidad como un espacio al que no pueden entrar con niños y con esto lograron disminuir drásticamente su tasa de natalidad al menos a la mitad de lo acostumbrado – el indice de fecundidad apenas alcanza el 1,4 cuando debería de estar mínimamente en 2,1-.

Los científicos tienen problemas para explicarse la razón de fondo que existe en este fenómeno; algunos lo atribuyen al alocado ritmo laboral que manejamos actualmente, otros hablan sobre nuestra nueva y adquirida incapacidad para relacionarnos y algunos cuantos comienzan a relacionar esta falta de deseo por procrear con la probable perdida de felicidad que conlleva la responsabilidad parental, incluso comienzan a ampliarse las miras hacia las percepciones equivocadas que tenemos sobre las verdaderas dificultades que implica tener hijos.

¿La gente solo está tomando decisiones más racionales? El Instituto Max-Planck de investigación demográfica en Alemania realizó un estudio a través de una muestra de 20 mil participantes entre los cuales se intentó identificar las causas por las cuales decidían no tener hijos o solo tener uno. Los resultados fueron impresionantes y entre ellos destaca una variable común, de acuerdo con la investigación, a mayor nivel de estudios, menores probabilidades existen de que la pareja desee tener uno o más hijos.

Mikko Myrskylä, director de la investigación, encontró que los padres experimentan una ‘perdida del bienestar’ al momento de tener hijos, similar a la que sufrirían si perdieran el trabajo o si algún ser amado muriera.

Este es un tema tabú pues pocas son las veces que se destacan los inconvenientes que la parentalidad implica, sobre todo, existe una percepción equivocada en relación a procrear, pues mientras que todos celebran el feliz acontecimiento, pocos preparan a los padres para la realidad del proceso completo de parentalidad, que también tiene momentos muy bajos.

De acuerdo con esto, la experiencia que los padres hayan tenido tras su primer bebé determinará si deciden tener otro o en cuanto tiempo volverán a intentarlo. El 70% de los participantes experimentaron una perdida de bienestar tras el nacimiento de su bebé en comparación de la forma en la que habían llevado su vida los dos años previos al nacimiento.

Aunque el género no fue un factor influyente, la educación si resulto serlo pues, aquellas personas que mantuvieron una educación académica por al menos 20 años se encontraban particularmente influenciados por su sentido de bienestar personal al momento de considerar tener hijos. Solo algunos cientos de los miles de participantes que contribuyeron a éste estudio tuvieron un segundo bebé nueve o diez años después del primero. Los detalles de aquello que hacia a los nuevos padres infelices no fueron parte del estudio pero los participantes se quejaron de falta de sueño, estrés en la relación y perdida del sentimiento de libertad y control de sus vidas, así que más allá de la educación, se encontró que las dificultades de intentar conciliar una familia y trabajar al mismo tiempo juegan un papel importante en la perdida del deseo de preservar a la raza humana, un niño a la vez.- (Semanario)