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Opinión desde Mérida, Yucatán, México. Agosto 18, 2015.- Las bolsas de valores nacen como mecanismos para financiar empresas compartiendo riesgos. Los que buscan producir algo, forman una empresa; pero no cuentan con el capital suficiente para lograr objetivos. Entonces emiten acciones y las colocan en el mercado de valores, en las bolsas. Así comienza la historia.
Y esa historia suena bien: aquí hay una oportunidad de poner dinero a trabajar. El dinero en un banco, no genera nada; en cambio, invertido en una empresa o varias empresas, comienza a correr riesgos pero, a cambio de esa inseguridad, puede ganar.
Cuando la empresa que emite acciones tiene un contenido atractivo y promete grandes utilidades, pero solo necesita una cantidad M de dinero, sucede que, por ser atractiva, que los que quieren invertir comienzan a ofrecer más por el valor de cada acción emitida originalmente. Entonces, en vez de reunir la cantidad M que la empresa necesitaba, la venta de las acciones —la subasta— logra reunir M + S, en donde S es una ganancia neta para los fundadores de la empresa.
Los dueños originales de la empresa se llevan a su bolsillo S cantidad de dinero que no se reflejará en libros en la empresa. Puede ser que se queden con ese dinero para tener liquidez personal o que lo usen para incrementar el capital de la empresa, convirtiéndose así en dueños de mayores porcentajes. Estas operaciones de incremento de capital, pueden estar reguladas, para que los que compraron acciones en la creencia que adquirían X% de la empresa, resulta que es ahora X-Q%, por el aumento de capital que ellos mismos contribuyeron a crecer.
Nótese que los inversionistas nuevos —los que aceptaron comprar acciones en la primera emisión para incremento de capital— tomaron ese dinero de sus ahorros. Una parte de ese dinero se convertirá en ganancia para los dueños iniciales de la empresa emisora y jamás se pondrá a trabajar a favor de los compradores de esa primera emisión.
La ganancia en las bolsas de valores se da porque hay más inversionistas con dinero sobrante que lo que el valor en libros de las empresas representa. Teóricamente, lo único que debe mover acciones en las bolsas es el resultado de cada empresa. Si una empresa genera utilidades, el accionista recibirá una cantidad cuando se dé el reparto; pero solo recibirá algo si el consejo de administración de la empresa decide hacer ese reparto. El accionista puede asistir a la asamblea, pero cuenta tantos votos como acciones tenga; por lo tanto, su capacidad de influir en lo que la empresa haga solo es tanta como la cantidad de acciones que tenga y la capacidad que aplique para convencer a otros accionistas de votar en tal o cual dirección.
Todo eso suena perfecto; se trata de empresas democráticamente manejadas, en donde los derechos de voto no son individuales, sino por la cantidad y tipo de acciones con que se cuenta. En la realidad lo que sucede es que se forman mecanismos legales para que a final de cuentas:
También suena muy bien todo eso si cada empresa formada realmente se convirtiera en:
Por desgracia, lo que sucede es que:
En todos esos puntos, lo más grave es el punto (1): usar capital solo para generar capital, en vez de generar productos de valor. O peor aún, con técnicas de mercado solo producirán algo que creará necesidades en el consumidor; entonces la empresa succionará dinero del consumidor que pudo haberse convertido en ahorro —para financiar empresas productivas. Al retirar esa posibilidad de la sociedad, se crea la tendencia a la acumulación considerable en unos pocos, en tanto que las grandes mayorías —víctimas de la manipulación de las técnicas modernas de mercado— viven en negativo al día, porque usan dinero y crédito para adquirir algo que ni vale por sí mismo ni agrega valor a la calidad de sus vidas.
En tanto, el juego de los precios y valores en el mercado continúa. Así vemos que se maneja el valor del petróleo —recurso no renovable, del cada día hay menos— que vemos que va bajando; ¿bajando? ¡Sí, bajando! Pero, ¿cómo es posible que baje el precio de algo que cada día es más escaso? Resulta que puede ser que no sea tan escaso y se dijo antes que lo era para que el precio subiera.
Y lo mismo se puede decir del oro, la plata, el platino, maíz, frijol, soya, sorgo, etc. ¿Por qué suben o bajan los precios de esos productos cuya oferta no puede cambiar? En todo caso, el precio del oro solo podría subir; la cantidad existente no puede aumentar significativamente: las minas cada día extraen menos y cuesta más lo poco que sacan. De los productos agrícolas sucede lo mismo: la tendencia ecológica es a que no se puedan usar en forma indiscriminada las tierras para cultivos agrícolas. Por lo tanto, la tendencia natural es que el precio de esos productos continúe subiendo constantemente.
En todo este escenario solo hay una solución:
Eso casi suena utópico, pero deja de serlo cuando todos, en conjunto, apuntan en esa dirección. Hoy por hoy hay costumbres, tradiciones y hábitos que deberán ser erradicados —como la falsa convicción de que el humano requiere proteína animal. En tanto este importante factor no cambie, los demás cambios serán más difíciles.