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Desde Mérida, la de Yucatán (en México).- Agosto 17 de 2015. Todo sigue igual. Los habitantes del planeta parecen formar una masa amorfa, a la cual no le entra por la cabeza nada que no sea lo que ya esperaban según la progrmación cultural en la que aparecieron. “Nada nuevo bajo el sol”, dicen, con implicación de decencia.
En realidad lo que estamos viviendo no es decente. Todos los males del mundo son debido a un solo factor, uno solo. Si le rebuscamos a cada una de las cosas que no están bien, detrás del mal nos vamos a encontrar un solo móvil; no dos ni tres, uno solo.
¿Cuál es ese único móvil del mal? Realmente, ¿se puede afirmar que hoy, en agosto de 2015, casi la totalidad de los males que sufre la humanidad tenga su raíz en un solo factor?
Es factor no es un juego; es uno de los elementos más poderosos que los humanos han creado. Es un elemento con el que no se juega. Muchas cosas se pueden perder o se pueden dar prestadas y regalarlas. Pero ese único elemento, jamás. Es la razón de que las amistades se acaben, de que el “amor” se quede al descubierto, desnudo, porque no se trataba de tal sino del factor único.
Es la razón de que los hermanos se destruyan entre sí; es la razón de que surja el odio del hijo hacia los padres —difícilmente de la otra vía.
Es el factor que ha convertido a los que se les llama políticos, en lobos salvajes, capaces de mentir a como dé lugar con tal de lograr que el factor único continúe siendo elemento seguro en el desarrollo de sus vidas.
Los representantes no representan a nadie; los ejércitos actúan hoy por ese factor, no por un ideal o un objetivo abstracto. Los líderes religiosos pregonan de boca para afuera, pero se aseguran de hacerse del factor.
Y seguimos creyendo que la vida, así, puede continuar y cambiar con reformas políticas o nuevas legislaciones.
¿Qué nos pasa? ¿En qué momento perdimos totalmente el realismo existencial?
Ese factor único, el engendrador de todos los males, se llama dinero. En la medida en que creamos que podemos continuar en su modelo y progresar, solo vamos a estrellarnos, más o menos fuertemente cada vez.
La idea del invento del dinero era tener un certificado de derecho a algo que los demás han producido y que podría ser que otro necesitara. Podría ser. Entonces, por cada cosa que haces, que beneficia a otros y no a ti, la sociedad te entrega un certificado de lo que has hecho.
Si das una conferencia, el certificado debería ser testimonio de que diste una conferencia. Si descubres algo que hace que muchos no cometan un error y se enfermen, debes recibir un certificado por ese descubrimiento que la demás gente está disfrutando.
Si siembras frutas y las cosechas y las llevas a donde la gente las necesita para comer, entonces debes recibir un certificado que acredita qué es lo que hiciste. El certificado debe acreditar algo que realmente hiciste.
Entonces, con ese certificado —y otros certificados— llegas a algún lugar en donde hay algo que tú deseas o necesitas y, mostrando tu certificado de que tú haces algo por los demás, podrás llevar contigo algo que necesitas. El problema es cuando lo que te llevas se lo puedes dar a otros como si tu mérito fuera mayor.
Es lo que sucede con el dinero: all llevar algo a otro lado, entonces vas a solicitar más dinero del que diste en donde recogiste las cosas. Si solo llevas lo que necesitas, basta con que muestres tu certificado de haber hecho algo. Y claro, vas formando así certificados. Y cuando los muestras, un sistema lleva lo que te has llevado a cambio de mostrar tus certificados.
¿Se acaba el valor de los mismos algún día? La cuestión es que si llegas a algún lugar y necesitas algo, pero no tienes certificado alguno, pero tienes hambre, deberías poder llevar contigo lo que necesites para continuar viviendo. El derecho a vivir, sobre todo cuando todos los campos del mundo están ocupados por alguien, no puede estar sujeto a que demuestres con un certificado que has hecho algo por los demás.
No todos pueden hacer algo por los demás; no todos saben qué hacer. Por ello, la persona no vale para que sobreviva porque demuestra que hizo algo por los demás, sino porque vive.
Hacer algo por los demás es un asunto personal, de gusto o placer personal. Todos deben tener derecho a hacer algo por los demás; y seguro que van a escoger hacer algo que les guste, que entiendan, que puedan valorar y hacer valioso.
El dinero es un certificado que puede convertirse en falso, porque quien lo tiene provoca que le llegue a su propiedad por trucos de técnicas de mercado, en donde lo que se persigue no es aportar un valor útil para los demás, sino ofrecer lo que sea —aún cuando tenga un valor de cero— con tal de provocar que saquen sus billetes y/o monetas y los asienten a cambio de ese objeto sin valor real, y sí con valor subjetivo.
La forma en que las cosas se organizan para “ganar” dinero, provocan que ese gane no provenga de la aportación real de un valor, sino de trucos para simular valores o técnicas de mercado para generar necesidades. Por lo tanto, no se produce lo que es mejor, sino lo que más demanda tiene y, la demanda, es producto de técnicas de mercado y trucos de comercio y no de verdadero valor de uso o necesidad real de lo que se ofrece.
Esta tergiversación provocada por el dinero se convierte en un grave problema, que es la base de lo que la humanidad hoy está sufriendo.