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Por Francisco Solís Peón
Mientras la gente en el campo padece hambre verdadera por primera vez en lo que va del siglo y en la ciudad de Mérida la ocupación laboral va a la baja, las autoridades yucatecas despilfarran el erario público en obras inútiles y eventos superfluos.
Este verano Yucatán ha dado la nota primero por el lamentable estado de sus finanzas públicas sangradas por empresas "fantasmas", segundo por el vergonzoso acto de represión que sufrieron unos vecinos que protestaban por la construcción de un túnel en pleno Paseo de Montejo y por si fuera poco por las discrepancias y la opacidad en los recursos públicos que se utilizaron para llevar a cabo el concierto de Shakira.
Pero vayamos por partes, en primera instancia el fraude a las finanzas públicas a través de personas morales inexistentes orquestado desde la dirección de comunicación social del gobierno del Estado se encuentra plenamente documentado y nada, no pasa nada, la sangría continúa y ninguna instancia gubernamental hace algo, ni la auditoría superior del Congreso, ni la contraloría ni nadie.
Posteriormente la alcaldesa de Mérida se avienta literalmente la puntada de realizar una obra delirante, sin justificación aparente, sin estudios de impacto ambiental pero sobre todo sin transparentar origen y destino de los recursos públicos aplicables a la obra. De suyo esta actitud ya era grave y no tardó en generar el enérgico rechazo de amplios sectores de la sociedad yucateca, así como de las Cámaras empresariales y los colegios de profesionistas, pero la cosa no quedó ahí, la madrugada del 4 de julio, en el más puro estilo del priismo troglodita, empleados del municipio y gamberros provenientes de los barrios bajos de la ciudad golpearon a amas de casa, estudiantes universitarios y en general a ciudadanos opositores al dicho proyecto tan faraónico como innecesario.
Los agresores se encuentran identificados, tanto el Diario de Yucatán como el periódico nacional Reforma han publicado sus nombres, decenas de testimonios corroboran los hechos delictivos y nada, nada de nada.
Y la tercera joya de una muy abollada corona fue el concierto de Shakira cuyas cifras hablan por sí solas: Inversión 30 millones de pesos, duración 1 hora 20 minutos (80 min), costo por minuto 375,000 pesos o sea cada segundo que pasó la colombiana en el escenario equivale al salario mínimo mensual de de 110 personas.
Bien lo dice el siempre certero periodista de espectáculos René Franco: "No hay ninguna justificación para haber llevado a Shakira a Mérida. Ninguna. Por más que los involucrados insistan en que se va a construir "un parque", o que si el turismo, o la promoción del Estado. mLa realidad es que es una decisión arbitraria y oscura, que se presta a todo tipo de sospechas (www.callemexico.com).
Efectivamente, el concierto de Shakira desde el punto de vista estrictamente jurídico es un fraude consumado, la decisión nunca pasó por el cabildo, la lista de patrocinadores que se presentó resulta por demás sospechosa, los términos de la contratación tanto de la cantante como de la compañía encargada de acondicionar la antigua estación ferroviaria permanecen en el misterio. También pesa la acusación de haber desviado ilegalmente para el evento recursos federales etiquetados provenientes del ramo 33.
Ese es el Yucatán de hoy, un lugar sin justicia, cada vez con menos pan y donde el circo sale carísimo.