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Sábado 15 de septiembre.- Tuvieron éxito, se amaron y, aún sin estar casados, funcionaron como un matrimonio durante once años. Juntos, crearon un imperio económico y societario alimentado por el talento de la cantante y los privilegiados contactos del hijo del expresidente argentino Fernando de la Rúa. Todo parecía un cuento de hadas. Se separaron en 2010, pero siguieron vinculados personalmente (como amigos) y profesionalmente a través de las múltiples empresas que comparten. O compartían. A Antonio de la Rúa le han entrado las prisas por liquidar hasta el último céntimo que tenía en común con Shakira, ahora que ambos han rehecho sus vidas: él con la ex Miss Colombia Daniela Ramos; ella, con Gerard Piqué.»»»
Shakira cuando anduvo con Antonio de la Rua.
El pasado mes de julio interpuso una demanda contra su exnovia, con el fin de «congelar activos sustanciales que pertenecen a la cantante y que son mantenidos en un banco». Así lo manifestó el letrado de Shakira, Ezequiel Camerini, para aclarar que «sí existe» un pleito auspiciado por De la Rúa y que, además, «el juez competente» ya se ha pronunciado para «denegar» sus exigencias. Camerini contrariaba de esta manera al abogado de De la Rúa, Alberto Petracchi, quien en un comunicado anterior aseguraba que no existía litigio alguno entre la expareja. ABC se puso en contacto con los bufetes correspondientes para clarificar ambas posturas. Ni Camerini ni Petracchi quisieron aclarar nada.
Con los datos emitidos por sus representantes legales en los comunicados que se han remitido a los medios, De la Rúa pide «la disolución de una sociedad que los vinculó profesional y comercialmente durante 12 años», algo rechazado de pleno por el letrado de la cantante que, en su comunicado, sostiene que «no ha existido sociedad comercial o joint venture alguno entre la Srta. Shakira Mebarak R. y el Sr. de la Rúa relacionada con las actividades artísticas de la artista». Un cruce de contradicciones que revela la necesidad de defensa de la cantante en el fragor de un litigio judicial que, además, anima a averiguar cuál es esa hipotética sociedad que, según Petracchi, se encuentra «en trámites judiciales de disolución», teniendo en cuenta que, si de algo presumieron, fue de sus ONG sin fines lucrativos cuya pervivencia, ahora, podría peligrar.
Dos versiones antogonistas que ponen de relieve la instrumentalización a la que someten a los medios de comunicación para sus propios fines; y es que parece que tanto De la Rúa como Shakira solo hablan con la prensa extraprofesionalmente, cuando sus turbios asuntos legales pueden perjudicar su reputación pública.
Se especula que De la Rúa estaría reclamando a Shakira el 18 por ciento de las ganancias (entre 200 y 250 millones de euros) que obtuvo la cantante por el papel clave que jugó en la negociación del contrato multimillonario (cercano a 80 millones de euros) con Live Nation, la productora de eventos más grande del mundo. Su argumento es que al romper su relación con la artista abandonó su carrera como publicista para representar a Shakira y, de aquella «mina de oro», han quedado pendientes algunos contratos que ahora deberían ser liquidados.
Por otra parte, existen otros negocios que aún unen a la expareja. El más conocido es la empresa registrada con el nombre de Bonds Cay Company, con la que pretenden construir un macrocomplejo turístico en la isla bahameña del mismo nombre. Shakira posee participaciones en este proyecto junto a los cantantes Alejandro Sanz y Miguel Bosé. ¿Será ésta la sociedad que querrán disolver definitivamente?
¿Será la Fundación ALAS, una organización sin ánimo de lucro que promueve el desarrollo infantil temprano en Iberoamérica? Creada en 2006 por Antonio de la Rúa y Shakira, esta institución se encuentra más amenazada que nunca por la batalla legal que subyace entre sus promotores. Pero Ezequiel Camerini, abogado de Shakira, insiste: «No ha existido sociedad comercial o joint venture alguno entre ambos». ¿Será que el imperio económico que los dos crearon, al calor del amor, jamás existió? (ABC)