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DAMASCO, Siria, 30 de abril.- Una enorme bomba destrozó ayer un congestionado distrito del centro de Damasco, matando al menos a 13 personas e hiriendo a decenas de personas más, de acuerdo con la televisión estatal siria.
Se trató del segundo ataque en el corazón del centro de operaciones del presidente Bashar al-Assad en dos días, lo que evidencia sus vulnerabilidades en su batalla contra un movimiento rebelde fragmentado, pero cada vez más equipado.
El primer ministro sirio Wael al-Halqi escapó apenas el lunes de un coche-bomba que tenía como objetivo su convoy. Según informes, al menos nueve personas murieron en esa explosión. Activistas de la oposición manifestaron que entre los muertos había al menos dos de los guardaespaldas de Al-Halqi y uno de los conductores del convoy.
Los atentados, que parecen haber matado en su mayoría a civiles, también destacaron las crecientes ambigüedades de un conflicto que ahora se encuentra en su tercer año y que atrae cada vez más recursos, agendas políticas e incluso estrategias militares de otros actores regionales e internacionales.
Los atentados del lunes y ayer llevaban el sello de los extremistas islamistas -una marca que el gobierno de Al-Assad ha tratado de unir a la gran variedad de sus enemigos rebeldes, que van desde activistas de la oposición hasta sunitas radicales aliados a Al-Qaeda.
El Ministerio del Interior de Siria expuso en un comunicado tras el ataque de ayer que la explosión en el animado distrito comercial de Marjeh en la capital no era más que “la evidencia de que los terroristas y sus amos están en quiebra”. La televisión estatal calificó el incidente como un acto “terrorista y cobarde”, en repetición de las declaraciones igualmente vagas de varios funcionarios el día anterior.
Ningún grupo se ha adjudicado la autoría de los atentados. Mouaz al-Khatib, uno de los líderes de la oposición en el exilio, utilizó el incidente para atacar a las fuerzas de Al-Assad con lo que denominó se trataban de actos “cobardes” propios del régimen.
“Bombardear a civiles con misiles Scud y aviones militares, usar armas químicas y hacer explotar coches entre los civiles y personas desarmadas son todas acciones cobardes. Basta de destruir Siria y matar a su gente. Ya es suficiente”, escribió.
Sin embargo, la capacidad demostrada por los enemigos de Al-Assad para atacar en el centro de lo que varios testigos han descrito como una capital cada vez más militarizada -además de hacerlo dos días seguidos- indica que el poder del gobierno también se erosiona, aunque lentamente, afirmó. (El Economista)