2017 palabras
MORELIA, Michoacán, 9 de abril.- El ordeñador llama con voz profunda y aguardentosa: Estrella, Estrella, Estrella. Y del grupo de becerros que se amontonan en el potrero para reunirse con la madre, Estrella se abre camino. Todas las vacas tienen un nombre. Hija y madre llevan el mismo. Y cada una sabe el suyo y responde cuando la llaman.
La ganadería y la agricultura son las principales actividades productivas en el municipio de Tepalcatepec. Ambas se desplomaron en los primeros meses del 2013, a raíz del levantamiento de las Autodefensas. Hasta la fecha no se han recuperado y productores esperan ayuda estatal para reconstruir su economía.
La ganadería de Tierra Caliente, sobre todo de Tepalcatepec y Buenavista, es el establo de Michoacán. No se conoce tanto su importancia fuera del Estado —como ocurre con el limón en Buenavista y Apatzingán o con el aguacate en Tancítaro—, pero las asociaciones ganaderas de Tepalcatepec, Buenavista y Apatzingán agrupan cerca de 8 mil productores. La leche que se produce es de primera calidad y con ella se fabrica crema ácida, que aquí llaman jocoque, y quesos de todo tipo, pero sobre todo ese añejado y salado: el cotija. De acuerdo con un documento de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), Tepalcatepec es el principal municipio productor de ganado en el Estado.
El rancho en el que nos encontramos pertenece al Comandante Rojo, de las Autodefensas de Tepalcatepec. Ofrece un vaso de leche recién ordeñada: espesa, espumada, que al gusto es sustanciosa, un poco dulce y llenadora. Explica orgulloso que aquí se produce la leche de “mejor calidad”, lo que significa mayor contenido de grasa y sustancia. Ello se debe, por un lado, al tipo de ganado que tiene —cruza de cebú— y a la pastura que se le da: seca.
La becerra se acerca ávida a la madre. Le permiten unos cuantos lengüetazos y rápidamente es separada. Es un engaño, dice el ordeñador, un hombre robusto y de rostro tallado a la intemperie: acercar a la hija para que la vaca “baje” la leche. La becerra queda cerca mientras el ordeñador, con movimientos certeros, va desinflando la ubre. La hija espera paciente su turno para beber. (No es el único engaño. El dueño del rancho recuerda que los productores dejaron de producir carne —ya que *Los Caballeros Templarios les imponían una cuota por becerro vendido— y se concentraron en la leche, para evadir algunas extorsiones).
Con esta leche espesa se fabricará queso cotija. Paradójicamente, explican ganaderos y productores de Tierra Caliente, es aquí y no en Cotija donde más se produce este tipo de queso, se comercializa en todo el país y se exporta a EE.UU.
El sol ilumina con tanta luz el paisaje, que éste parece sobreexpuesto, como en una fotografía mal tomada, quemada. El calor rostiza por dentro, son frecuentes los 40 y, en ocasiones, los 50 grados centígrados. Y precisamente el calor y la aridez son las condiciones óptimas para fabricar el cotija. Sin las altas temperaturas, la preparación del queso es imposible porque no se expulsa el suero.
Pero el año pasado, después del levantamiento de las Autodefensas, los caminos se cerraron y el queso cotija se añejó de más.
César Chávez es un productor de quesos radicado en La Ruana, esa tenencia de Buenavista que renegó de su nombre oficial, Felipe Carrillo Puerto, por considerarlo extranjero, y adoptó el de una yegua brava e indomable, de color ruano, que murió ahí donde se fundó La Ruana.
Ahora, una escultura con tres caballos adorna la población. Como todos en esta tenencia, Chávez está orgulloso de La Ruana y su nombre bronco. Así lo explica mientras abre las puertas de su negocio: un expendio que mira hacia el parque, donde se exhiben algunos quesos fabricados con leche natural y libres de conservadores, a excepción de la sal que se utiliza.
A pesar de su aparente modestia, el establecimiento surte de queso y crema a toda la Entidad, cuenta con sus propios distribuidores que viajan en camionetas por Michoacán, y requiere 11 mil litros de leche al día para producir. A raíz del levantamiento y de los problemas se ha quedado sin mil 500 litros diarios. En un año no se ha podido regularizar la producción de leche en los ranchos cercanos. Frente a la inseguridad y el aislamiento, los dueños vendieron su ganado.
“No ha aumentado [la producción]. Más bien disminuyó. Mucha gente vendió su ganado, sus pies de cría, para no tener roces con estas gentes [templarios]. Y pues sí bajó un poco la producción”. De ahí su faltante de mil 500 litros diarios.
Pero de un año para acá ha habido un cambio: “Se trabaja un poquito más tranquilo”. Un año antes del movimiento “trabajábamos con más temor, por la inseguridad, de que de pronto las órdenes eran nada más cerrar, abrir...”.
Esta aparente tranquilidad costó caro. Al inicio del movimiento “tocamos fondo. Bajó muy feo”, explica. “Prácticamente en tres semanas no pudimos salir [de La Ruana] a comercializar nuestro producto”. Tuvieron que guardarse, parar la producción y retardar los pagos. “Hubo mucha renuncia de parte del personal que trabajaba con nosotros. Cuatro repartidores renunciaron, los que salían por ruta a todo el estado”.
Chávez comenta que él asumió los costos y siguió comprando leche a los productores. Después tuvo que subir sueldos para convencer a otras personas de que trabajaran y salieran a carretera. En términos generales, esas tres semanas y los tres meses siguientes de estabilización significaron una pérdida de 300 mil pesos aproximadamente. “Aguantamos tres semanas muy críticas y tres meses después las cosas comenzaron a levantar”, dice.
A finales de febrero, Ramón Cano Vega, secretario de Desarrollo Rural de Michoacán, se reunió con cerca de 2 mil ganaderos a quienes les prometió 2 millones de pesos para la operación del laboratorio de embriones.
“Los federales y los estatales hablan de que habrá beneficio, pero hasta ahora[niega con la cabeza]... pero ojalá, ojalá”, resume César Chávez. A pesar de todo, ahora se trabaja con más tranquilidad. Es positivo, comenta, “que los precios los fije el mercado, no ciertas personas. Antes los precios los regían ciertas personas”.
Juventino Cisneros Andrade, miembro de la asociación Ganadera de Tepalcatepec, considera que las pérdidas durante los primeros meses del levantamiento son “incalculables”, dado que se cerraron carreteras y los ganaderos no podían trasladar sus animales a Apatzingán y Nueva Italia, donde surtían los mercados.
Actualmente, asegura, el gobierno estatal les ha comenzado a facilitar el acceso a programas sociales. Están dispuestos, “sólo es cuestión de cubrir requisitos”.
Además, el precio de la carne se ha liberado. Antes del levantamiento, el crimen organizado fijaba a 20 o 21 pesos el kilo de becerro. Después del levantamiento subió a 24 y 25 pesos. Actualmente está a 32 pesos el kilogramo.
A diferencia de Buenavista y Tancítaro, donde predomina un solo cultivo, Tepalcatepec tiene una agricultura diversa: limón, algodón, sorgo. Pero destaca el mango para exportación. De acuerdo con datos de la SRE, Tepeque, como todos conocen a este municipio en Tierra Caliente, es la cuna “del mejor mango Haden del mundo”.
El municipio regala una fruta de mayor tamaño y con “chapa” de color; es decir, una mancha de rojiza que es muy valorada en los mercados de Estados Unidos y Japón. Y de nuevo, la aridez y el calor soporífero son precisamente los factores que convierten a Tierra Caliente en un lugar privilegiado para el cultivo de mango, el cual, paradójicamente, está asociado a lugares más húmedos, más tropicales, ya que al controlar los niveles de humedad se previenen ciertas plagas.
De acuerdo con Ramón Cano, el mango es, junto con el aguacate y las frutillas, de los cultivos de importancia en Michoacán por la cantidad de recursos y empleos que genera. Actualmente hay 20 mil hectáreas sembradas, de las cuales 18 mil se ubican en Tierra Caliente. Cada año se producen entre 125 y 150 mil toneladas, y de éstas se exportan 70 mil a Estados Unidos y Japón. La producción de la fruta, asegura el funcionario, no mermó.
Miguel Ángel Mendoza es un productor de mango de Tepalcatepec y apoya a las Autodefensas.
Bajo unos lentes de sol, mientras juega una partida de dominó con guardias civiles a las afueras del centro ganadero de Tepalcatepec, describe su producción de mango, que ya tiene chapa y es exportado a Nueva Zelanda, Japón y Europa. ¿Por qué? El mango debe tener ciertas cualidades para “aguantar” procesos químicos antes de embarcarse. El fruto de lugares más húmedos no lo resiste y se quema. En este municipio hay unas 2 mil 500 hectáreas de mango, en particular de la variedad Haden: grandecito, de cáscara verde, con chapa roja.
Los últimos dos años, explica Mendoza, la inseguridad “nos afectó mucho” porque el crimen cerró los empaques y no podían recibir el mango. “Yo perdí como un millón 700 mil pesos porque se tiró mi fruta”. En el 2012 todavía daba trabajo a entre 85 y 100 personas. Actualmente sólo puede emplear a seis.
Este año afortunadamente cambiaron las cosas. “En principio ya tenemos gente interesada en la producción. Y ya han ofrecido apoyar con fertilizantes, con tiradas”, pero agrega: “En esto no le vamos a dar el crédito al gobierno, que vino a hacer montón. El crédito lo tienen las defensas comunitarias”.
—- ¿La inseguridad sí afectó la producción?, se le pregunta.
—- Claro que afectó. Yo tengo mi línea de camionetas y no podíamos mandarlas porque las quemaban.
Ahora los retos son de otra índole. A nivel mundial cambiaron los requerimientos para exportación. Y es que muchos países no se conforman con la certificación de las naciones de origen, sino que exigen que sea la organización Global Gap la que dé el visto bueno para exportar. A finales del 2013, en noviembre, el Sistema Producto Mango anunció que se emprendería la certificación de 6 mil hectáreas más de las que hoy se tienen, para entrar a otros mercados como Rusia. (El Universal)