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Mérida, Yuc., México, Junio de 2016.- A nivel internacional, proponen que las ciudades no tengan menos de 9 m2 de sombra de árboles por habitante. En Mérida esa medida es de 6 m2; estamos cortos en 3 m2 de sombra.
Pero ese solo es un promedio; la realidad es diferente en zonas concretas de la ciudad. Se trata de lugares en los que se han hecho “grandes desarrollos”, pero sin árboles.
Lo primero que hacen los “desarrollistas” es tirar todos los árboles. Pasan los tractores y arrasan con la vegetación. Se sienten bien (¿será posible?) cuando han logrado poner hasta la última ramita verde fuera del suelo. Entonces erigen las pequeñas casas.
El “negocio”, obvio, no es la sombra, sino la venta de casas. Familias urgidas de asegurar un lugar para vivir, acuden a los trámites largos y engorrosos para, finalmente, ocupar las pequeñas casas. Y algunos se ocupan de que los escasos metros cuadrados dejados para “áreas verdes”, realmente comiencen a darle vida a nuevas plantas.
Los constructores son implacables con el asunto de las áreas verdes. Y ellos deben tener hartos argumentos para convencer a quien tengan que convencer de que la manera más “económica” de levantar esas casas para miles de familias, es primero tirando todo lo verde.
Mérida tiene un gobierno muy entusiasmado en levantar árboles por todos lados. Conocen la cifra de 9 m2 que hay que alcanzar y saben que la cifra de 6 m2 de sombra de árbol por habitante, aunque es la más alta en toda América Latina, urgentemente necesitamos que suba incluso a más de los 9 m2 que se sugiere a nivel internacional. La ubicación geográfica de Mérida requiere una mayor cobertura de m2 de sombra por habitante.
El gobierno de una ciudad —o de la entidad que sea— está incapacitado para mantener en forma sustentada y continuada el fortalecimiento de los árboles. La tarea tiene que ser asunto que compete a todos los que habitan la ciudad. No es válido pasársela pidiendo a “autoridades” que deben hacer algo en función de cubrir la ciudad con árboles. Por lo menos, en lo que respecta a Mérida (la de Yucatán), el asunto ha sido más que atendido.
Por ello, ahora compete a cada habitante de Mérida aplicarse para vigilar que cada árbol que ha sido sembrado, continúe su crecimiento. Nos explican —los involucrados en la labor de arbolear Mérida— que han sembrado en tiempos adecuados de lluvias, especies adecuadas de árboles. Es la combinación óptima para lograr crecimiento sustentado de los árboles.
Y eso, pues, ¡estuvo bien! Pero, la realidad, por duro que sea, es la labor que como gobierno de la ciudad, le habría de haber correspondido. Qué bien que se está haciendo. Habríamos de reconocer que es la administración que más énfasis —y en forma sustentada— le ha dado al tema. Pero hasta allí cualquier laudo.
Ahora corresponde a esa misma administración convencer día a día a cada habitante de la ciudad, que cada uno es corresponsable de que los árboles que van sembrando, sobrevivan. ¿Hay un plan en esa dirección? Ojalá exista y se aplique día a día.
Estaremos pendientes.