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Mérida, Yuc., Junio de 2016.- ¿Nos estamos yendo hacia atrás en el mundo? La salida de Gran Bretaña de la Unión Europea es una pésima señal de lo que podría estar no muy lejos en nuestro futuro como humanidad, como gentes de todas las razas y creencias unidas, en vez de individuos aislados, cada uno jalando para sí mismo(a).
Desde hace algún tiempo, en los Estados Unidos se ha venido argumentando que “uno no tiene por qué pagar por la educación del niño vecino en la universidad”. A los que argumentan en ese sentido, se les olvida que el auge en USA se dio durante los años en que los impuestos eran elevados para los que más ganaban.
Las universidades públicas eran garantía para que todos los que así quisieran, se formaran en profesiones efectivamente demandadas por las industrias y comercios de esas décadas. Todo eso ha cambiado hoy. El que quiere asistir a la universidad, debe aceptar un enorme endeudamiento, con la terrible incertidumbre de que lo que aprenderá en ese proceso costoso, no es seguro que le sirva para obtener un buen trabajo, por lo menos un trabajo que le permita cubrir el engorroso endeudamiento en que habrá caído.
Todo se ha vuelto más difícil, pero, lo peor de las dificultades reales, son las dificultades sociales que se van gestando, conforme políticos tratan de ganar adeptos y votos a costa de inculcar virtudes negativas, como dejar de tener interés en colaborar para la educación de “los hijos del vecino”.
Cada humano que se forma bien en una escuela, es una ganancia para todos en la sociedad, la nación. El “familismo” es algo que se exalta demasiado. Sospechamos que detrás de esa exaltación de la familia como la base de todo, hay escondida una tendencia a inculcar el individualismo, que es lo que le sigue.
La realidad es que la base de la sociedad son los centros de producción, en donde se fabrica todo lo que todos necesitan para vivir, sin adjetivos. Sin centros de producción sólidos y bien atendidos por los que en ellos trabajan, todo se viene abajo.
Por desgracia, el sistema pinta los centros de producción como negocios y no como entidades necesarias para generar bienes que habrán de ser usados por muchos, no solo por los que los producen. El sistema, lamentablemente, se pudre en sus entrañas cuando el concepto de negocio se vuelve más importante que el concepto de producción y servicio.
A lo largo de la historia de la humanidad ha habido momentos muy racionales, cuando ideas religiosas y productividad se han fusionado en una misma ética; es lo que llamó el sociólogo Max Weber, La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo. Probablemente la gente que trabajó en los centros de producción en aquellos ya lejanos momentos, lo hizo sintiéndose parte de un proceso que resultaba en beneficio para todos. El trabajo era, así, solo una forma de ser útil a todo el colectivo social.
Por desgracia, hoy el trabajo es un mal necesario que, además de todo, no es seguro para nadie. El círculo de la vida moderna contiene un terrible engaño incrustado en su propaganda: Estudia y podrás ser un humano próspero. La realidad es que estudiar no es ninguna garantía de prosperidad. Es muy factible que estudiar sea garantía de “frustración”, pero no de prosperidad.
La frustración es un sentimiento desagradable, un asqueo por la existencia, cuando proviene de “promesas incumplidas”. Y nuestro sistema está lleno de ellas. La delincuencia organizada es la respuesta de los que no tienen ya más capacidad de doblegarse o resignarse a lo que es posible legalmente, en el sistema. Es una salida existencial que no solo es adoptada por los que están tras las rejas en las cárceles, sino por muchos que están viviendo verdaderas vidas de privilegios, porque su torcedura ilegal se diluye en la actividad de lo socialmente “bien visto”: sí, por desgracia, el dinero compra todo, incluso jueces, gobiernos, etc.
Así, llegamos al fondo del asunto. Tal parece que hoy no existen negocios para proveer servicios de calidad por el placer mismo de hacer bien las cosas. Eso ha quedado atrás, en la ética inicial capitalista. La moda hoy es ganar dinero, no dar servicio. Se busca una forma de que el dinero llegue a la cuenta para después gastarlo en extravagancias que se miden contra las del vecino.
La criminalidad aumenta día a día por la lógica que se desprende de la dinámica de los “negocios” promovida en la sociedad. Llega un momento en que la tónica en general es aprender a romper bien la ley; romperla de tal manera que se logren los objetivos, limpiando las roturas en el camino. Incluso hay organizaciones grises dedicadas a limpiar la ilegalidad que, por lo tanto, se convierte una forma de actuar cotidiana.
Lo importante es lograr la acumulación de dinero. Y la venta del dinero a los que creen que la cuestión es acumular cosas en sus casas, es un gran negocio también. Los plásticos te permiten poseer hoy lo que crees que podrás pagar mañana. Te lo llevas y mucho antes de que lo termines de pagar, ya no sirve o no lo usas como creíste que lo harías. Y no dices nada sobre lo estúpido de tu compra porque te apenas tú mismo de tu tontería. Acabas pagando, vía el contrato de los plásticos, 3 o más veces el valor de eso que compraste y que, además, no sirvió.
Pero en el proceso, los poderosos lograron lo que querían: el que produce algo que es realmente inútil; el que financia a ese que lo produce y el que financia a ese que lo compra. Ese, el financiera, es el campeón de la acumulación. No le agrega un solo valor a los bienes y servicios que la sociedad requiere para sobrevivir, pero se lleva la gran utilidad, exigiendo que todos le paguen dinero en mayores cantidades que las que les entregó.
La cuestión es, ¿cómo puede un sistema así funcionar? Es obvio que matemáticamente no cuadra, a menos que alguien esté inyectando todos los días más billete circulante. Y eso es exactamente lo que está pasando. Entonces, si el dinero, realmente, es ficticio y gratis, ¿por qué se le tiene que exigir a los que lo deben? En resumen, ¿por qué valorar en dinero todo lo que la gente hace en la vida? ¡No tiene sentido!
A final de cuentas, Gran Bretaña se sale de la Unión Europea para encontrar maneras de que pueda acumular más dinero; de que su dinero no se vaya en necesidades de la comunidad europea. Es solo una tendencia más hacia “yo soluciono mis problemas y no me interesan los tuyos”. Sí, pero detrás de esa actitud existe la otra:
“Tonto, no sabes que los problemas de los demás se vuelven a la larga en problemas mayores para ti.”
Le dimos vuelta a la vida y ahora nos estamos ahorcando con los inventos que alguna vez parecían lo más genial que nuestra especie pudo haber hecho. ¿Cuánto soportará la soga antes de reventarse, dejando estrellarse a los bandos que hoy la jalan en sentido contrario?