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Piero Tozzi, miembro senior de C-FAM, disimtió de nuestra valoración de la sesión de la Comisión de Población y Desarrollo de la ONU, que acaba de concluir, afirmó Austin Ruse, presidente de Catholic Family and Human Rights. Nosotros afirmamos que la izquierda había obtenido muy poco y perdido mucho en la reciente conferencia. Él sostuvo lo contrario.
Mis colegas de Friday Fax informaron la semana pasada que la Izquierda de Látex perdió en la sesión recientemente concluida de la Comisión de la ONU sobre Población y Desarrollo (CPD); que salió con las manos vacía». Con todo respeto, estoy en desacuerdo con esta evaluación, afirmó Tozzi.
Añadió que la Federación Internacional de Planificación de la Familia (International Planned Parenthood Federation - IPPF) y sus aliados marcaron una victoria. Lo que obtuvieron fue una declaración no vinculante o ley blanda que exige la educación sexual integral para los jóvenes y los adolescentes, que se relegue la participación de los padres y más fondos destinados a servicios, artículos y suministros para la atención de la salud reproductiva.
Esta última es una industria mundial que se proyecta que superará los 17 mil millones de dólares para 2015. El financiamiento de la ONU y de naciones donantes se traduce en dinero que no se destinará a hacer frente a necesidades más acuciantes del mundo en desarrollo, como ser la erradicación de la malaria, el desarrollo de la infraestructura y el acceso al agua potable (cuestiones reconocidas incidentalmente en la CPD, mientras que se centraron desproporcionadamente en asuntos sexuales favorecidos por el mundo desarrollado), agregó.
Los representantes de la IPPF fueron una presencia constante en el transcurso de las negociaciones, y algunos de ellos prestaban servicio en delegaciones como la del Reino Unido.
A pesar de que los términos más polémicos, como el de identidad de género, fueron eliminados, fuentes internas afirman que esas eran baratijas para liquidar y que se secundaban los verdaderos objetivos: la industria de los anticonceptivos y la educación integral de la sexualidad humana, reiteró.
Subrayó que tales programas integrales son problemáticos porque acentúan la reducción de riesgos, en contraposición a la evasión de riesgos, generando una demanda de preservativos y demás anticonceptivos que distan de ser infalibles, incluso cuando se los utiliza adecuadamente. Una comparación entre programas africanos de reducción del sida que subrayan el uso de preservativos y otro que hace hincapié en evitar los riesgos (es decir, en la abstinencia y en la fidelidad) pone de manifiesto la superioridad de este último modelo.
Los programas integrales de educación sexual además relegan la participación de los padres. Un párrafo sobre las responsabilidades de los progenitores también exigía programas que no restrinjan el acceso de los adolescentes a servicios e información adecuados, al mismo tiempo que resaltaba el derecho de los adolescentes a la privacidad.
La dra. Nanci Coppola, médica y crítica de esta clase de enfoques, quien dirige un programa muy reconocido de evasión de riesgos orientado a jóvenes vulnerables, observó que los padres deberían ser los principales educadores de sus propios hijos. La evasión de riesgos o la abstinencia aborda la prevención primaria, que es lo que cualquier buen mensaje de salud pública debería hacer. Los programas de reducción de riesgos jamás fueron admisibles para las drogas, el tabaco o la violencia y no deberían ser admisibles para la salud sexual, subrayó.
No obstante, naciones donantes y organizaciones no gubernamentales de gran parte del mundo en desarrollo impulsan programas de educación sexual integral, desde la isla Trinidad hasta Filipinas. La ayuda al desarrollo a menudo se combina o se condiciona con el hecho de que estos países adopten la agenda cultural de la Izquierda de Látex.
Los líderes políticos del mundo en desarrollo al principio encuentran atractivos estos paquetes de ayuda, ya que tales fondos disponibles les permiten distribuir patrocinios. Sin embargo, son un cáliz envenenado. Según el Fondo de Población de la ONU, que en 2008 otorgó 10.400 millones de dólares para programas de ese tipo, las naciones en desarrollo se vieron obligadas, a cambio, a gastar aproximadamente 23.200 millones de dólares (dinero que podría haber sido mejor destinado a hacer frente a otras necesidades).
Esta exaltación de las preocupaciones del primer mundo (el control demográfico disfrazado de interés por la sostenibilidad ambiental, una agenda sexual libertina que se hace pasar por prevención del sida) por sobre las necesidades reales del mundo en desarrollo también puede verse en la canalización del dinero de las fundaciones. En las últimas semanas, Melinda Gates, de la Fundación Gates, se ha convertido en el exponente de este ensimismamiento al anunciar a los cuatro vientos la adopción de la agenda de la Izquierda de Látex como su proyecto favorito, comunicando su enfrentamiento con la Iglesia Católica.
No obstante, esta agenda social no se comparte universalmente, ni siquiera en la izquierda política. En los últimos años, el nicaragüense Daniel Ortega y su mujer, Rosario Murillo, se han convertido en críticos apasionados de la agenda abortista como forma de imperialismo cultural y a la vez, se acercaron más a su fe bautismal. En un discurso de 2008 en el que denuncia el feminismo chatarra, Murillo critica a quienes en las naciones ricas prefieren criar mascotas en vez de niñ@s, y despoblar la Tierra.
La Nicaragua sandinista es ejemplo de un país que hizo las cosas a su manera en cuestiones de política social, desafiando las exigencias de organismos y donantes de las Naciones Unidas para que liberalizaran las leyes de aborto. De hecho, Nicaragua hizo más rigurosas las restricciones al aborto a la vez que disminuyó los índices de mortalidad materna (lo cual desafía las creencias generales de la ONU, que parece preferir políticas que no dan resultado, en vez de aquellas que sí).