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ROMA, Italia, 18 de mayo.- En la Ciudad Eterna Rafael Nadal demuestra que sigue sin conocer límites. Es en Roma donde confirma que la palabra hazaña se le queda pequeña, donde consigue su octava final consecutiva tras su lesión, octava también en la capital italiana, especialmente meritoria si tenemos en cuenta que venía de siete meses de lesión. Y lo mejor de todo no es eso, es el nivel que mostró.
Nadal comenzó en modo destructor. “En el primer set he empezado con mucha energía, con mucha fuerza. Ha sido uno de los mejores sets que he jugado este año”, dijo.
Nadal se soltó, se gustó y disfrutó sobre la tierra batida italiana. Sirvió a la perfección –sólo cedió una bola de break- y estuvo muy agresivo. “Son momentos emocionantes. Estoy consiguiendo volver a jugar un nivel que hace meses no hubiera soñado”, resumió el balear en TDP.
Completó un primer acto que se acerca mucho a la perfección. Se había convertido en rutina del manacorense ganar y jugar sin brillo. Y su respuesta ante Berdych fue todo lo contrario. Se lució, ganó por 6-2 y 6-4 y se metió en la final de Roma, donde se medirá con el ganador del Federer-Paire. Otro logro más de Rafa en su gigantesco palmarés de triunfos. ¿Tendrá límites? No parece.
Nadal comenzó en modo destructor. “En el primer set he empezado con mucha energía, con mucha fuerza. Ha sido uno de los mejores sets que he jugado este año”, explicó el manacorense en TDP. Sus golpes estaban repletos de fantasía. El Nadal contemplativo, el que rehuye de la línea de fondo por falta de confianza, desapareció y dio paso al jugador demoledor que se ha convertido en uno de los más grandes de la historia de este deporte.
Las ideas iniciales parecían claras. El campeón en Madrid salió a la pista a dominar y a buscar mucha más agresividad en sus golpes. Así encontró los tiros ganadores con mucha facilidad. Nadal era el Nadal que reparte winners a un lado y a otro de la pista. Rafa era el tenista temible que se pone a jugar metido en la pista y no para hasta desfondar a su rival.
Con un juego arrollador, conquistó uno a uno su servicio con una contundencia no vista desde hace meses. Tanto que redujo a Berdych, que apenas hizo un punto al resto en la primera manga. Además, con el servicio del checo se mostró incisivo y agresivo, lo que se tradujo en una par de breaks que allanaron su camino. Enfrente, el mecanismo y el plan establecido por el checo tenían grietas por todos lados. “He intentado moverlo yo”, analizó el siete veces campeón de Roland Garros. Bloqueado por su inferioridad en tierra batida, Berdych se limitó a aplaudir el vendaval del español.
Con un juego arrollador, conquistó uno a uno su servicio con una contundencia no vista desde hace meses.
El nivel del manacorense era excelso. Tanto que era imposible repetirlo y mantenerlo en el segundo parcial. En ese acto el encuentro se volvió más parejo. “En el segundo set estaba un poco agotado”, deslizó. El partido que salió de la manga inicial era más equilibrado en también porque Berdych espabiló. Tuvo que esperar al primer juego al resto del segundo set para tener su primera bola de rotura, que desperdició.
El saque del de Manacor seguía funcionando como en los mejores tiempos. Cinco juegos seguidos en blanco al servicio así lo demuestran. Dentro de esa fase mucho más igualada, con 4-4 en la manga, el partido entró en territorio Nadal. Es decir, en el momento en el que el duelo se aprieta y brillan los mejores. Ahí, cuando su mente privilegiada reluce, cuando sus tiros muerden más que nunca, rompió el servicio del centroeuropeo en blanco. Casi nada. Y cuando sacó para ganar el partido no dudó. Así se metió en una nueva final, su octava seguida. Así confirmó que en Roma y en el tenis, Nadal es eterno. (El Norte de Castilla)