Regalan a Benedicto gran huevo de Pascua
A7711 palabras
ROMA, 5 de abril.- «En el forcejeo de la oración en el Monte de los Olivos, Jesús ha deshecho la falsa contradicción entre obediencia y libertad, y ha abierto el camino hacia la libertad». Con estas palabras Benedicto XVI cerraba su homilía en la basílica de San Juan de Letrán, donde celebró la Eucaristía de la Misa de la cena del Señor con la cual da inicio al Triduo Pascual.
En su meditación sobre el Jueves Santo, apuntó que no es sólo el día de la institución del sacramento de la Eucaristía, sino que también forma parte de esta jornada «la noche oscura del Monte de los Olivos, la soledad y el abandono de Jesús, que orando va al encuentro de la muerte». El Papa reflexionó sobre la relación de Cristo con el Padre en aquella primera Pascua, para explicar cómo respondió a su voluntad. «Jesús forcejea con el Padre. Combate consigo mismo. Y combate por nosotros. Experimenta la angustia ante el poder de la muerte», relató el Santo Padre, recordando que «cuando el hombre se pone contra Dios se pone contra la propia verdad y, por tanto, no llega a ser libre, sino alienado de sí mismo. Únicamente somos libres si estamos en nuestra verdad, si estamos unidos a Dios». Así, presenta a Jesús como hijo que «abandona esta voluntad humana en la voluntad del Padre: no yo, sino tú».
La desobediencia no es el camino para renovar la Iglesia, subrayó Benedicto en Jueves Santo.
En esta misma línea, Benedicto XVI subrayó la actitud de Jesús al rezar y explicó que «los cristianos, con su arrodillarse, se ponen en comunión con la oración de Jesús en el monte de los Olivos. En la amenaza del poder del mal, ellos, en cuanto arrodillados, están de pie ante el mundo, pero, en cuanto hijos, están de rodillas ante el Padre».
Más allá de la homilía, dos momentos resultaron claves en la celebración que conmemora la Última Cena en la que Jesús instituyó los sacramentos de la Eucaristía y del Orden Sacerdotal. El primero, el gesto del lavatorio de los pies. El Papa lavó los pies a doce sacerdotes de la Diócesis de Roma. Por otro lado, en la presentación de las ofrendas, se dio a conocer que todo lo recaudado se destinaría para la asistencia humanitaria a los prófugos de Siria.
El prelado Giampietro Dal Toso, secretario del Consejo Pontificio Cor Unum, que se encarga de distribuir los donativos papales, señaló que Benedicto XVI ha querido tener un gesto de solidaridad hacia una población golpeada por un largo conflicto y que en estos momentos «lo que cuenta» es el sufrimiento de tantas personas obligadas a abandonar sus casas. La Iglesia católica en Siria, precisó Dal Toso, está ofreciendo ayuda alimentaria y médica a las poblaciones de Homs y Alepo, ciudades afectada por el conflicto, que se han visto obligadas a huir.
Al finalizar la Misa se ha llevado a cabo la procesión con el Santísimo al altar de la capilla de San Francisco de la catedral de la cual él es el obispo.
Por la mañana, Benedicto XVI ofició la Misa Crismal, en la que hizo un firme llamamiento a la unidad eclesial. El Papa denunció la «desobediencia organizada» que durante los últimos meses han abanderado unos 300 párrocos austríacos a través de internet, exigiendo reformas, como permitir el sacerdocio a las mujeres y a los hombres casados. El Pontífice se remitió al Concilio Vaticano II y el Catecismo, así como a los documentos de Juan Pablo II y a la vida de los santos como referentes para cualquier «renovación» en el seno de la Iglesia. (J.BELTRÁN / LA RAZÓN ESPAÑA)