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Lector, ¿eres burócrata? Es a ti a quien dirijo esto, pero con la conveniencia de que tendremos de testigos a los demás lectores que también pueden verse afectados por lo que te voy a exponer.
Cuando se te contrata como servidor público, se te está entregando un trabajo que tienes que tomar muy en serio. Tu responsabilidad afecta la vida de la comunidad en forma directa. Lo que hagas o dejes de hacer, ejerce una influencia determinante en la calidad de vida de todos los demás. Las decisiones que tomes resultarán en situaciones que, así como deberían beneficiarnos, por tus errores o negligencias, podrían perjudicarnos injustamente.
¿Te das cuenta de la grave responsabilidad que adquieres al aceptar una chamba como burócrata? Si no alcanzas a vislumbrar la importancia de tu puesto, de tu trabajo, es mejor para todos que aceptes, desde un principio, tu incapacidad para cumplir correctamente y dejes que otros, más capaces, sean considerados.
Entre 2010 y 2012 hemos visto cómo la calidad de una ciudad —que nos pertenece a todos los que la adoptamos como nuestra residencia— puede degradarse en forma insultante. Fueron menos de 24 meses para notar la ineficiencia, negligencia, falta de responsabilidad y corrupción —eso es, a final de cuentas, no cumplir con el trabajo para el que se te paga— que se pueden generar cuando todos los burócratas, en masa, fallan.
En solo 2 años, quienes tuvieron a su cargo el gobierno de nuestra ciudad, Mérida, fallaron en todos los renglones: financieramente, se les debe a proveedores lo que no se había visto en 20 años; técnicamente, tomaron decisiones equivocadas que van en detrimento de la ciudad; transparencia y honestidad, fueron traicionadas al beneficiar a privados en operaciones de venta de equipos —luminarias— quizás en varias ocasiones; políticamente, fallaron al imponer obras que abiertamente se les solicitaba omitir. Todo falló. Como “premio”, quién solo supo fallar, ahora será Senadora de la República. ¿Qué sentido tiene esto?