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Por Carlos Loret de Mola Álvarez
Historias de reportero
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de mayo.- Estados Unidos no se sintió jamás tan a su anchas en México como cuando Felipe Calderón era el presidente. Sus dependencias federales tenían interlocución directa, a veces hasta mando sobre los cuerpos policiacos y las Fuerzas Armadas mexicanas.
No pocas veces salieron de Estados Unidos las órdenes de movilizar comandos para capturar en tal o cual lugar a determinado capo, o incluso entraron agentes gringos a operar en México.
Cuando llegó al poder, Enrique Peña Nieto les quitó el gafete All access. Estados Unidos extraña el calderonato y ha dejado saber su molestia (ver estas Historias de Reportero el 14 de febrero de 2013 con el título “Peña se tensa con Estados Unidos”).
Sin embargo, hay rituales que se mantienen por décadas: la tradición de jaloneos y escarceos previos a una reunión bilateral.
Luego de su encuentro celebrado esta tarde en Palacio Nacional, donde tocaron temas de la agenda bilateral, Obama y Peña Nieto tuvieron esta cena de trabajo. Obama, quien realiza una visita de trabajo a México, acudió con su staff integrado por ocho personas, mientras que el presidente Peña Nieto estuvo acompañado por 12 funcionarios.
De aquel lado, filtraciones a los medios masivos estadounidenses para meter calambres a los funcionarios mexicanos y declaraciones oficiales optimistas de la Casa Blanca sobre el gobierno vecino. De este lado, una detención de un capo del narcotráfico y contrafiltraciones a la prensa nacional sobre las pretensiones injerencistas de los del norte.
Además de un extenso reportaje en The Washington Post sobre la preocupación del gobierno de Obama por lo que perciben como renuencia del equipo peñanietista a mantener los niveles de cooperación de los últimos años, hubo un gancho al hígado a la PGR en los últimos párrafos de una nota de The New York Times sobre el mismo tema.
Según el rotativo neoyorquino, citando funcionarios anónimos de EU, cuando ocurrió la explosión en el complejo de la Torre B-2 de Pemex, agentes estadounidenses fueron invitados a participar en la investigación. En un reporte preliminar sugirieron a las autoridades mexicanas que la causa del estallido podría haber sido una bomba.
En ese momento, siempre según esa versión, los mexicanos redujeron la participación de los visitantes en las pesquisas y “se apresuraron” a concluir que todo fue ocasionado por una explosión accidental de gas acumulado.
Funcionarios mexicanos involucrados en el caso, que también piden el anonimato, me confirman que hubo fricciones con los investigadores de la Agencia de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF, en inglés), y confirman que ellos enarbolaban la hipótesis de la bomba porque, según dijeron, después de una “visita” de 15 minutos al lugar de la explosión, “se apresuraban” a concluir que podrían ser explosivos pues les convenía en su estrategia antiterrorista en la región.
Esa investigación no ha arrojado sus conclusiones definitivas. La PGR aún no da a conocer la presunta fuente del gas que habría ocasionado la explosión. La publicación los mete en un brete. Barack Obama llega hoy a México. Seguramente en privado se dirimirán las diferencias y en público habrá palmadas mutuas.
El punto para ambos no es la explosión en Pemex, sino las vencidas para definir cómo será la cooperación de aquí en adelante entre ambos gobiernos en seguridad.