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OSLO, Noruega, 4 de mayo.- Oslo es una ciudad que importa basura. Parte de ella proviene de Gran Bretaña, otra parte de Irlanda y algo más de la vecina Suecia. Hasta tiene planes para el mercado estadounidense.
"Me gustaría tomar una poca de Estados Unidos", expresó Pal Mikkelsen, desde su oficina ubicada en una enorme planta a las orillas de la capital noruega que convierte la basura en calor y electricidad. "El transporte marítimo es barato".
Oslo, un lugar amigable con el reciclaje donde, aproximadamente, la mitad de la ciudad y la mayoría de sus escuelas son calentadas por la quema de basura, tiene un problema: se ha quedado sin residuos sólidos que quemar.
El problema no es exclusivo de Oslo, de 1.4 millones de habitantes. En todo el norte de Europa, donde la práctica de quemar basura para generar calor y electricidad se ha disparado en décadas recientes, la demanda de desperdicios supera por mucho la oferta.
"El norte de Europa tiene una enorme capacidad generadora", expresó Mikkelsen, director administrativo de la dependencia de Oslo que convierte la basura en energía.
Incinerador en Oslo, donde la basura es convertida en calor y electricidad. (Brian Cliff Olguin para TNYT)
Sin embargo, apuntó, la población maniática de la limpieza del norte de Europa produce sólo 150 millones de toneladas de desperdicios al año, demasiado poco para abastecer a las plantas incineradoras que pueden manejar más de 700 millones de toneladas.
"Y los suecos continúan construyendo (más plantas)", añadió. Para algunos podría ser extraño que Oslo importe basura para producir energía. Noruega se ubica entre los 10 mayores exportadores de petróleo y gas del mundo, y tiene abundantes reservas de carbón y una red de más de mil 100 plantas hidroeléctricas en sus montañas ricas en agua.
Sin embargo, Mikkelsen afirma que la quema de basura es una estrategia de energía renovable para reducir el uso de combustibles fósiles.
La basura puede ser sólo eso, basura, en algunas partes del mundo, pero en Oslo es un bien de alta tecnología.
Incinerador de basura. La mitad de Oslo y la mayoría de sus escuelas reciben calefacción a partir de laquema de desechos. (Brian Cliff Olguin para TNYT)
En Noruega, las familias tienen la cultura de separarla. Depositan los desechos de comida en bolsas verdes, los plásticos en bolsas azules y el vidrio en otra parte. Las bolsas son repartidas gratuitamente en tiendas de abarrotes, entre otros sitios.
La planta convertidora de basura más grande de Mikkelsen utiliza sensores computarizados para separar las bolsas codificadas por colores que pasan rápidamente por las bandas transportadoras hacia los incineradores.
Y el edificio es arquitectónicamente tan atractivo que hasta podría competir con la impresionante nueva casa de la ópera de Oslo.
Aun así, no todo el mundo se siente cómodo con esta adicción a la basura.
"Desde un punto de vista ecologista, es un enorme problema", expresó Lars Haltbrekken, presidente del grupo ecologista más antiguo de Noruega, un afiliado de Amigos de la Tierra.
"Hay presión para producir cada vez más desechos, siempre y cuando haya este exceso de capacidad", indicó.
En una jerarquía de metas ecológicas, señaló Haltbrekken, producir menos basura debe estar en primer lugar, mientras que generar energía a partir de los desperdicios debe estar en último lugar.
Importar la basura podría ayudar a algunos países con exceso de ella, pero ésa no debería ser una estrategia a largo plazo, señaló el activista. (JOHN TAGLIABUE /The New York Times)