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CIUDAD DE MÉXICO, D.F., 5 de mayo.— El espacio cercano se ha convertido en un gigantesco cinturón de basura. Portacohetes abandonados, satélites inservibles y otros fragmentos desprendidos de estos aparatos orbitan a una altura menor a los 2 mil kilómetros.
Se estima que en este basurero espacial existen unos 20 mil objetos de tamaño visible cuyos trayectos son monitoreados con regularidad desde la Tierra.
El problema es que no se sabe cuántas partículas no visibles también están desperdigadas por la órbita baja. Algunas estimaciones indican que pueden ser 500 mil pedazos de entre 1 y 10 centímetros, o hasta decenas o cientos de millones si se toma en cuenta a las partículas diminutas, menores a 1 centímetro.
Con esa cantidad de desechos orbitando a una gran velocidad (estamos hablando de kilómetros por segundo), aumenta la probabilidad de que un satélite funcional o una nave sea golpeado por chatarra espacial.
Aunque es casi improbable que un pedazo de basura espacial descienda y te golpeé (una entre 3 mil 200, según la NASA), la verdadera amenaza está en el daño que podría ocasionar en las redes de telecomunicaciones de las que tanto dependemos en la actualidad. Como dato curioso, extrañamente es más probable que un rayo te caiga encima (una entre 10 mil, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos).
Con esa cantidad de desechos orbitando a una gran velocidad (estamos hablando de kilómetros por segundo), aumenta la probabilidad de que un satélite funcional o una nave sea golpeado por chatarra espacial.
Una "colisión catastrófica" podría ocurrir cada cinco a nueve años en esas altitudes, según el estudio que condujo el Comité de Coordinación de Desechos Espaciales con la participación de agencias de Europa, Estados Unidos, Italia, Reino Unido, Japón e India.
Cada una de las agencias condujo de manera independiente modelos a computadora con sus estimaciones a futuro del estado de la chatarra espacial. Lo preocupante es que las seis concluyeron que ha habido un aumento constante de objetos mayores a 10 centímetros y se espera que el crecimiento sea exponencial en los próximos 200 años.
Este "campo minado" pone en riesgo la integridad de la red de satélites de las que dependen las señales de los teléfonos celulares, televisión, radio, el monitoreo del clima, los sistemas de vigilancia, la navegación GPS y los observatorios para la investigación científico-espacial.
Actualmente no hay ninguna norma ni tratado internacional relacionado a los desechos, tampoco respecto a la responsabilidad de limpieza por cada país, esto a pesar de que es considerado como el tema más importante dentro del rubro de seguridad espacial.
Después de más de medio siglo de experiencia lanzando objetos al “más allá”, se ha acumulado tal cantidad de basura –producto de misiones abortadas, destrucciones programadas y colisiones casuales– que se pone en riesgo no solo años de estudio y millones de dólares de presupuestos orbitando la Tierra, también corren peligro los seis astronautas "estacionados" en la Estación Espacial Internacional (EEI) así como futuras misiones espaciales.
La buena noticia es que ya se están explorando ideas para desarrollar un “camión de recolección” de este tipo de chatarra.
Entre los proyectos que se están barajando destaca una especie de técnica de "pesca", en la que se despliegue una red y un arpón para la captura y recolección de basura. O qué tal satélites que disparen iones a contrasentido de los desperdicios más pequeños para obligarlos a caer en la Tierra (incluso con lásers).
Para objetos de mayor tamaño, se explora la posibilidad de desarrollar "robots suicidas" que arrasten a los desperdicios fuera de órbita para después destruirlos. Según el sitio The Verge, cada uno de estos robots podría costar 200 millones de dólares.
Pero ningun proyecto ha demostrado mayor seriedad que ClearSpace One, una especie de "conserje espacial" que está desarrollando el Centro Espacial Suizo con miras a estrenarse en 2015.
La idea es que ^ClearSpace One debe alcanzar la velocidad del pedazo de basura que quiere recoger (unos 28,000 km/h, a una altura de entre 630–750 km) para meterlo en un contenedor que, en teoría, lo regresará a la Tierra.
Al parecer, la solución al tema de la basura en el espacio también pasa por el buen hábito del reciclaje.
El 22 de enero de este año, un pedazo del satélite chino Feng Yun 1C –destruido en 2007– golpeó por accidente a un satélite ruso conocido como BLITS. Como resultado, el choque cambió la orientación y la órbita del satélite que era utilizado con fines científicos.
Pero fue hasta dos semanas después, el 4 de febrero, que científicos rusos se dieron cuenta del cambio de órbita. Feng Yun 1C fue lanzado en 1999, pero el gobierno de China decidió destruirlo en 2007 como parte de una demostración de su capacidad de defensa antisatelital.
Los pedazos que quedaron tras la explosión siguen orbitando en el espacio cercano a la Tierra; seis años después, una parte chocó en contra del nanosatélite ruso BLITS.
El caso recuerda a lo sucedido en 2009 cuando el satélite de telecomunicaciones Iridium 33 fue destruido por Cosmos 2251, una chatarra soviética que provocó que se desprendieran 2 mil 100 pedazos de la colisión. (Reporte Indigo)