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BUENOS AIRES, Argentina, 10 de abril.- Argentina se paralizó el jueves por una huelga de 24 horas "ampliamente acatada" por los transportistas, convocada por tres de las cinco centrales sindicales que reclamaron al Gobierno de la Presidenta Cristina Fernández acciones contra la inflación y la inseguridad.
La huelga general paralizó el transporte público.
Analistas percibieron esta huelga como un juego político para desafiar al Gobierno centroizquierdista de Fernández, confrontado también al descontento social por la inseguridad en las grandes ciudades, donde en las últimas semanas se han registrado unos 12 casos de vecinos que intentaron hacer justicia por su propia mano contra supuestos ladrones.
Tres de las cinco centrales sindicales de Argentina, las tres opositoras (dos peronistas y otra de Izquierda), "paralizaron" este jueves el país con una huelga general convocada para protestar por una inflación del 32%, subidas salariales que saben a poco y el recorte de subvenciones a las tarifas de gas y agua.
No funcionaron los autobuses, los trenes, el Metro, ni los aviones. Hasta hubo pocos taxis por temor a los piquetes.
Así, Argentina padeció una huelga nacional que paralizó la mayoría de las actividades del país y que desató una fuerte polémica entre sindicalistas, partidos de Izquierda y el Gobierno.
La Central General de Trabajadores (CGT) calificó el paro como un éxito, ya que se adhirieron millones de trabajadores, pero el Gobierno denunció que no fue una medida generalizada y que respondió más a intereses opositores que a verdaderas demandas laborales.
Los sindicalistas se desligaron de los bloqueos de autopistas que realizaron los partidos de Izquierda Polo Obrero y Partido Socialista, que impidieron el acceso a la capital y provocaron incluso connatos de enfrentamientos entre manifestantes y policías.
"Los piquetes (bloqueos) corren por cuenta de sectores no representados por los gremios convocantes", afirmó el dirigente sindical Juan Carlos Schmid.
Mientras, políticos izquierdistas y sindicalistas se enfrentaban verbalmente, los principales referentes de la oposición, Mauricio Macri y Sergio Massa, reconocieron que la jornada de protesta tenía más tintes partidarios que laborales.
El paro fue impulsado por Hugo Moyano, dirigente de la CGT opositora, ya que esta central está dividida y hay un sector que adhiere a la presidenta Cristina Fernández y que no se sumó a la protesta.
Moyano fue un firme aliado del kirchnerismo hasta el 2011, cuando rompió con la Mandataria, inconforme por el reparto de candidaturas en las elecciones legislativas de ese año.
El dirigente es un enemigo peligroso para el Gobierno porque, como controla el sindicato de camioneros, puede paralizar por completo el transporte, con consecuencias como desabastecimiento de alimentos y combustibles, por ejemplo.
A diferencia del paro que Moyano impulsó el año pasado y que tuvo escasa adhesión, ahora sí se dejó sentir en todo el país, ya que las principales ciudades registraron escasa actividad.
En Buenos Aires no hubo servicio de trenes, Metro, autobuses urbanos ni de larga distancia, no hubo recolección de basura y aunque las escuelas sí abrieron, hubo escasa concurrencia de estudiantes.
A nivel nacional no hubo camiones de larga distancia ni de ningún tipo de transporte, desde alimentos hasta caudales de dinero y combustibles, además de que los puertos permanecieron cerrados.
Sin embargo, fue evidente que hubo maniobras para obligar a los trabajadores a sumarse a la huelga, como en el caso del Metro, en donde las vías fueron bloqueadas con diversos objetos para impedir la circulación de los trenes.
En la ciudad de Mar del Plata, un par de taxistas fueron golpeados por haberse atrevido a trabajar, mientras que en Córdoba empleados gastronómicos impidieron el funcionamiento normal de hoteles. (Agencias)